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SAN ANTONIO ABAD Y CÁCERES. SEGUNDA PARTE: LA DESAPARECIDA TRADICIÓN

Las celebraciones alrededor de la fiesta del patrón de los animales tuvieron muchísima importancia en nuestra ciudad, pero la influencia no sólo quedaba ahí, sino que incluso eran de uso común refranes muy cacereños que tenían a San Antón como protagonista. Por ejemplo, incluso aún se escucha: “Por San Antón la gallinita pon” o “por San Antón toda ave pon” haciendo referencia a los cambios de celo de las aves y del hecho de que a partir de estas fechas las gallinas comienzan a poner más huevos que en los meses anteriores. Existía otro refrán totalmente autóctono, que yo creo perdido, que decía: “Entre San Antón y Los Mártires no salgas de casa aunque de pan te hartes”. Que venía a recalcar que los días que van del 17 al 20 de enero son los más fríos del año, pero otra creencia muy cacereña era que esos días, aunque de heladas y fríos, no eran días de lluvia, porque San Antón siempre tuvo en la ciudad fama de codicioso, y no querría en santo que en su fiesta y la víspera, que

SAN ANTONIO ABAD Y CÁCERES. PRIMERA PARTE: LA DESAPARECIDA ERMITA

En fechas como estas, en las que la globalización y la contaminación incultural lo salpican todo, quisiera recordar en los próximos dos artículos, cómo en Cáceres no sólo echaron abajo la ermita dedicada a San Antón, sino cómo las tradiciones que estaban arraigadas en la ciudad alrededor de su fiesta, también se perdieron, o cómo casi nadie recuerda los refranes cacereños referidos al Santo. En la calle de mismo nombre, aproximadamente donde hoy se encuentra el Gran Teatro, se levantaba la ermita dedicada a San Antón. Del siglo XVI y de no muy grandes dimensiones, se cree que es una de la seis ermitas que obligó a construir como “penitencia” a Bernardino López de Carvajal el Papa León X, al “traerse sin permiso” desde Roma, un fragmento de la Cruz de Cristo, como ya os conté en la entrada dedicada a la ermita del Lignum Crucis. Se inauguró oficialmente el 5 de marzo de 1542 y constaba de dos zonas, la casa del ermitaño y la propia ermita que tenía acceso directo desde la calle

VISITANDO A UN VIEJO CONOCIDO. PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO.

Habré pasado, como mucho de vosotros, cientos de veces por la N-630, camino de Mérida, y más recientemente por la A-66. Antes de llegar a Aldea del Cano, frente al Castillo de Garabato, se levantaba un viejo y muerto eucalipto junto a una pequeña puerta de una cerca derruida, una charca y unas pilas. La zona estaba plagada de nidos de cigüeñas y cada vez que veía esa estampa me parecía una preciosidad. Un acúmulo de casualidades y ruinas que sin quererlo formaban una imagen evocadora, intensamente decadente y bella. En esas innumerables veces que pasaba frente a este lugar me decía a mi mismo: "tienes que ir a verlo en persona y hacer unas fotos", pero nunca lo hice, nunca me paré, porque en mi mente, de forma subconsciente, consideraba esa imagen como eterna.  Hace algo más de un año, la imagen cambió, según me aproximaba por la carretera noté que la silueta del majestuoso esqueleto vegetal del eucalipto no estaba y se cumplieron todos los peores presagi
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