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TRADICIÓN DEL TUERO EN ALDEA DEL CANO. 2016

Probablemente ellos no lo sepan, pero lo que hacen es de gran importancia Como cada mes de agosto, el día 15 se volvió a cumplir con una vieja tradición de quintos que va mucho más allá de lo concerniente al servicio militar. Estas fiestas, que posteriormente se asociaron con la mili, son la demostración actual de los ritos de iniciación a la edad adulta que se han hecho y se hacen en casi todas las civilizaciones. En los pueblos prerromanos era costumbre enviar a los chicos que se estaban haciendo mayores a pasar unos días de convivencia solitaria en el campo, tras la que debían aportar a la comunidad una prueba de su capacidad de supervivencia y de dominio sobre el medio. Gallos, machos cabríos, enramás, pinos, ramos o tueros, son la manifestación actual de un comportamiento atávico que permanece en nuestra cultura con no pocas modificaciones.   Cada vez que asisto a esta fiesta me viene a la cabeza cómo, sin saberlo, y sin darle mayor importancia, en

LA ERMITA DEL VAQUERO, AL DETALLE III. UN NIÑO, UN CARRO Y EL MILAGRO DE LA VIRGEN

Segunda mitad del siglo XVII, Cáceres, como el resto del país, arrastra las estrecheces de guerras que no se sabe cuándo empezaron y cuya sombra parece interminable. Ciudad de nobles y sirvientes, artesanos y pobres, muchos pobres, que miran con desespero a la nobleza pavonearse a la salida de misa en Santa María, en la plaza o paseando a caballo por la Ribera del Marco. Un pequeño de cinco años, destinado a heredar el condado de su padre, pasea una mañana n ubosa de invierno con la niñera que lo cuida desde que nació. Al salir de la misa de la mañana en Santa María, como hacían cada día, uno de los caballos amarrados a una carroza que esperaba a los amos en esta misma plazuela, se asustó y desbocó, arrollando al pequeño, al que una de las grandes ruedas aplastó sus cortas piernas. Tendido en el suelo no presentaba ningún signo de vida, no respiraba. La niñera lo agarró con fuerza, con una mezcla de dolor y temor y llevó el inerte cuerpo del infante frente a sus padres, que no

LA ERMITA DEL VAQUERO, AL DETALLE II. PASEN Y SEAN BIENVENIDOS

La ermita se levantó en la Calle de Caleros, en lo que en su día fue la casa del Vaquero Gil Cordero, a quien por el año 1326 se le apareció la Virgen de Guadalupe. A comienzos del siglo XVII se había convertido el edificio en un prostíbulo y al consistorio cacereño no le pareció apropiado mantener este lujurioso uso, y comenzó los trámites para adquirir el inmueble y edificar en él una ermita. Según el libro de actas municipales, en 1622 el concejo muestra interés en su compra, como se recoge en el apunte “concesión de la casa para la ermita en la calle Caleros”, aunque según otros documentos, a los que no he podido acceder, este interés comenzó en 1612. En este mismo libro de actas en 1628 se puede leer “comisión al señor Diego García de Galarza para que se haga la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe”.  Por unas cosas u otras, sobre todo por problemas de financiación, la capilla no se realiza hasta que se hiciera cargo de ello Juan de Carvajal y Sande, caballero de la Orden
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