Entre las encinas, los cantuesos y las jaras de La Alberquilla, donde el suelo calizo se mezcla con la sombra protectora de los viejos alcornoques y vetustas encinas, vive una de las joyas más efímeras y espectaculares de nuestra flora: la Paeonia broteroi, conocida como "Rosa de Alejandría". Esta peonía silvestre, endémica de la Península Ibérica, es una de esas plantas que parecen sacadas de un cuento, con sus grandes flores rosadas y su porte majestuoso. Aunque no es extremadamente rara, encontrarla en plena floración es un regalo de la naturaleza, un momento fugaz que solo ocurre durante unas pocas semanas entre abril y mayo.
Su distribución en la Península Ibérica es irregular: abunda en algunas zonas de Sierra Morena, el Sistema Central y las sierras de Cáceres, pero siempre de forma dispersa. Encontrar un grupo florecido, como el que descubrí en La Alberquilla, es emocionante porque, aunque no es una especie en peligro, su floración es tan breve y espectacular que hay que estar en el lugar exacto en el momento justo, y todo esto a un paseo desde casa.
La Paeonia broteroi es una planta perenne que puede alcanzar hasta 70 cm de altura en buenas condiciones. Sus hojas, de un verde intenso, están profundamente divididas en foliolos lanceolados, dándole un aspecto elegante y aireado. Pero lo que realmente roba el aliento son sus flores: grandes (pueden medir hasta 12 cm de diámetro), con pétalos de un rosa intenso que se aclara hacia los bordes, y un centro repleto de estambres dorados que contrastan vivamente con el color de la corola.
Cada flor es un espectáculo en sí misma, pero lo más fascinante es su estrategia de supervivencia. Las peonías almacenan nutrientes en sus raíces tuberosas, gruesas y profundas, que les permiten sobrevivir al verano extremeño y brotar con fuerza la siguiente primavera. Además, sus semillas, negras y brillantes, están cubiertas por una estructura carnosa (arilo) que atrae a las hormigas, encargadas de dispersarlas.
La Rosa de Alejandría ha sido utilizada desde antiguo por sus propiedades medicinales. En la tradición extremeña, sus raíces se empleaban como remedio para los dolores menstruales y las inflamaciones, aunque con precaución, ya que en dosis elevadas puede ser tóxica. Los pastores conocían bien sus efectos y la usaban con moderación, demostrando un conocimiento profundo de las plantas de su entorno.
En cuanto a leyendas, aunque no hay tantas como para otras plantas, algunos pueblos de las Hurdes y Sierra de Gata cuentan que las peonías crecen donde han llorado las mujeres por amores perdidos. Se dice que sus flores rosadas son el reflejo de esas lágrimas teñidas de pena y esperanza. Quizá por eso, en algunos lugares, se consideraba símbolo de protección contra la tristeza.
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