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Entradas

LANEANA. LA DIOSA DE LA FUENTE DE TORREORGAZ

Los alrededores de esta ciudad parece que no dejan nunca de sorprender. Hace un tiempo, encontré en la web de Hispania Epigráfica la referencia de unas inscripciones en la "Fuente de la Higuera" en Torreorgaz. Estamos acostumbrados a estelas o lápidas que aparecen en cercas, fachadas o muros de iglesias, pero no a inscripciones en una piedra en medio del campo, y que además hagan referencia a una deidad hispánica. Así es que no me pude resistir y me subí a la bici a preguntarle a los paisanos por la fuente. Después de un par de intentos infructuosos decidí llamar a mi amiga Olga, de allí de Torreorgaz, y en unos minutos y algunas consultas, pudo explicarme cómo llegar. Aunque no me quedó muy claro, y no las tenía todas conmigo, volví a subirme a las dos ruedas y me encaminé hacia "un pequeño valle" a unos 700 metros de la ermita de San Isidro, en la cola del pantano de Valdesalor. Por fin encontré una de las dos inscripciones, la otra estaba bajo las zarzas

MOLINO, BUJÍO Y ZAHÚRDAS EN ALDEA DEL CANO

Una vez escuché decir que un adulto es del lugar donde está su madre. Yo desde hace tiempo siento un cariño especial por la localidad de Aldea del Cano, aunque ahora más que nunca, puedo decir que es parte de mí, que lo siento como mi pueblo de adopción. Hace unos días en un paseo en bici por allí decidí desviarme de los caminos de siempre, por los que estoy acostumbrado a transitar, para dirigirme a investigar por los alrededores del río Ayuela. Aquí la naturaleza pasa del llano a la dehesa, de lo seco a la humedad, del amarillo al verde, del ruido de la A-66 al sonido del otoño entre encinas y el canto escandaloso de las grullas, de la prisa esclava del reloj, al lujo de sentarse en una cerca a contemplar el rumor del agua. En definitiva, un viaje de pocos metros que te transporta mucho más allá de lo que esperas. En el río el esqueleto de un ruinoso molino nos recuerda un pasado perdido, pero que mantiene la intención de recordarnos en cada una de sus piedras

DE LA RIBERA DEL MARCO AL CERRO DEL MILANO. Un paseo por el sinclinal de Cáceres.

Os propongo un paseo de dificultad media, de unos catorce kilómetros de corrido circular, por el que viajaremos en el tiempo, desde los mares del carbonífero a las explotaciones mineras del siglo XX, atravesando preciosas dehesas, canteras en activo y otras abandonadas, sorprendiéndonos con un cortino colmenero en perfecto estado de conservación y en uso, y sobre todo, les invito a disfrutar de uno de los paisajes más puros, bellos y desconocidos de los alrededores de la ciudad de Cáceres: la cima del Cerro del Milano. Parte esta ruta de Fuente Fría, en la cacereña Ribera del Marco. Estamos en pleno calerizo y junto al único flujo de agua continuo de la ciudad. La historia de Cáceres no puede entenderse desligada a la ribera, ya que desde su fundación fue su único abastecimiento de agua junto a los numerosos aljibes. Actualmente está poblada de preciosas huertas que recorremos subiendo desde la fuente por un camino de tierra que termina en uno mayor por el que continuaremos dir

EL ARCO DEL CRISTO. UNA POLEA, UNA ALCAYATA Y UNA LEYENDA

Hace unos días os mostraba algunos datos sobre el Arco del Cristo, pero me quedé en el tintero unos DETALLES para hacer esta segunda entrada. Como bien me señalaba Samuel en sus comentarios (autor de  Extremadura: caminos de cultura ), no había mencionado una serie de clavijas y una pequeña polea que rodean a la hornacina del Cristo. Es un antiguo y simple sistema para subir y bajar el farol que daría luz al cuadro del arco. Pero la duda surgió al preguntarnos por los años que aquello llevaría allí, así es que empecé a buscar imágenes antiguas de esta entrada a la ciudad y la mayoría muestran la cara exterior, pero finalmente pude encontrar algunas que enseñaban el lienzo, en las más modernas ya aparecía este rudimentario sistema de iluminación, hasta llegar a una imagen del año 1915, la más antigua desde ese lado que he podido localizar, en la que ya aparecen la polea (más arriba de lo que está ahora), la argolla y la gran alcayata donde se ataba el cordel del que pendía el farol.
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