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LA ERMITA DEL VAQUERO, AL DETALLE II. PASEN Y SEAN BIENVENIDOS



La ermita se levantó en la Calle de Caleros, en lo que en su día fue la casa del Vaquero Gil Cordero, a quien por el año 1326 se le apareció la Virgen de Guadalupe. A comienzos del siglo XVII se había convertido el edificio en un prostíbulo y al consistorio cacereño no le pareció apropiado mantener este lujurioso uso, y comenzó los trámites para adquirir el inmueble y edificar en él una ermita. Según el libro de actas municipales, en 1622 el concejo muestra interés en su compra, como se recoge en el apunte “concesión de la casa para la ermita en la calle Caleros”, aunque según otros documentos, a los que no he podido acceder, este interés comenzó en 1612. En este mismo libro de actas en 1628 se puede leer “comisión al señor Diego García de Galarza para que se haga la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe”.  Por unas cosas u otras, sobre todo por problemas de financiación, la capilla no se realiza hasta que se hiciera cargo de ello Juan de Carvajal y Sande, caballero de la Orden de Alcántara y miembro del Real Consejo de Hacienda. En 1660, el 15 de noviembre, concierta la realización de la obra a los arquitectos de Trujillo, Antonio González, Juan Jiménez Casares y Sebastián Acosta, concluyéndose en 1665. El edificio es de cantería y mampostería y destaca en su fachada la portada clasicista, adintelada y rematada por una hornacina avenerada que culmina en un frontón partido. Contiene una imagen en barro de la Virgen que ha perdido el niño, en su lugar se aprecia únicamente un hueco. En lo alto una pequeña espadaña. La mitad superior de esta fachada, presumiblemente de mampostería, se ha cubierto con un lucido y esgrafiados a modo de falsa cantería. En algunas zonas vemos en el esgrafiado restos decorativos casi perdidos. Y como en este blog nos fijamos en los DETALLES, pondremos la vista también en el pequeño hierro que en su día sostendría la iluminación de la imagen de la Virgen.
















El interior es de una sola nave, dividida en tres tramos y un camarín. El tramo central se remata por una cúpula de media naranja sin linterna. En los pies y el presbiterio vemos bóvedas de cañón con lunetos. Sobre la entrada un coro de factura moderna al sustituirse el original que se encontraba en ruina. En el lado de la Epístola la sacristía, desde donde accedemos a la casa del ermitaño donde me sorprende una vieja cocina con la típica alacena de tiempos pasados. Desde allí me llevan a un patio que ni se llega a intuir desde la calle. Me sorprende la visión de la muralla y del exterior del camarín. Y es en ese momento en el que me doy verdadera cuenta del peligro y problema que sufre la ermita: la humedad. La visita la hicimos en el mes de julio, uno de los más secos y calurosos de las últimas décadas, y en la zona de unión del camarín con la muralla rezumaba abundante agua, no quiero imaginar lo que será esto en épocas de lluvia. También desde este patio trasero podemos disfrutar de los restos de esgrafiados que se conservan en esta zona del edificio y que no se pueden observar desde la calle.








 

Desde aquí me dirigen al camarín, por unas buenas escaleras de cantería, pasillos estrechos y encalados, en los que, en seguida, reparo en una zona en la que la cal se ha caído y puedo contemplar los restos de pinturas que hay por debajo. Esto me hace suponer que todo el camarín se encontraría pintado, y se representarían adornos florales, milagros de la Virgen, su aparición al Vaquero y cosas así. En el camarín un precioso retablo barroco que está en un estado bastante alarmante: la carcoma y la humedad lo tienen prácticamente destrozado. Me cuentan los miembros de la Asociación, que me acompañaron muy amablemente en la visita, que, en invierno, desde la parte trasera de este retablo corre el agua empapando las maderas lo que finalmente hace que éstas se pudran. 






 

 

Hay un único lateral exento, en el que aparece un hueco, en el que supongo (no tengo ningún dato objetivo) existe algún enterramiento. La lápida o escultura que la coronaría ha desaparecido. Así es que mi imaginación vuela, fabulando sobre el morador de esta pequeña tumba: algún miembro de la familia Carvajal o Sande, algún noble con gran devoción por la Virgen… o ¿por qué no el propio Gil Cordero? Si el 1618 se descubre su enterramiento en el primitivo monasterio supuestamente, y el ayuntamiento de Cáceres empieza con la idea de edificar la ermita en su casa en 1622, podría ser para albergar sus huesos… (este pensamiento es pura especulación, imaginación y, hasta cierto punto, un mero entretenimiento, no me lo tomen en cuenta).




Ya en la ermita, destaca el precioso retablo barroco cuya construcción se concertó el 22 de noviembre de 1655 entre Alonso Gutiérrez Berrocal (en nombre de Juan de Carvajal y Sande) y el brocense afincado en Cáceres, Juan Bravo. Este retablo se organiza en un banco y un único cuerpo dividido en tres calles separadas por columnas corintias (la calle central es más ancha que las otras dos) y está rematado por un ático. Se realizó en madera de pino y se sustenta sobre una basa obra de Juan González. El 4 de agosto de 1667, ya completamente terminado y montado, se concierta con Francisco Mendo Montejo el dorarlo, así como las pinturas que lo decoran. En el banco podemos ver una rica serie iconográfica con dos tipos de imágenes: las referentes a la propia Virgen y sus cualidades, y una serie de Santos. 

ESCALERA: escalera que lleva al cielo (escalera de Jacob)

TORRE: torre de David, símbolo de la pureza de la Virgen y fortaleza

PUERTA: la puerta del cielo

PALMA: representa la fortaleza de la Virgen junto a la Cruz al ver a su hijo muerto

CIPRÉS: símbolo de la castidad, pureza y virginidad de María

POZO: fuente de agua y salud de los enfermos







También podemos ver:










En el cuerpo, además de la titular de la ermita a la que dedicaré una entrada completa, observamos la representación de Santa Eulalia de Mérida y Santa Lucía (en la zona inferior) y a San Benito y San Jonás (en la superior). Se dice de San Jonás que fue el primer evangelizador de Cáceres por el año 80 y que aquí sufrió su martirio. Fue decapitado, y él agarró su cabeza y se fue andando hasta su sepulcro, donde finalmente murió. Es bien sabido que este santo nunca estuvo en la Península Ibérica, aunque durante siglos se ha creído su vinculación con la ciudad como cierta.



  



En el ático vemos un precioso crucifijo de marfil o hueso de una altísima calidad. Pero si nos fijamos, AL DETALLE, vemos como en ese ático hay un hueco para, seguramente, un cuadro con la representación de un Calvario. En algún momento se tapó con una tela roja y se colocó delante de ella este crucifijo. Y es evidente que la curiosidad es saber si el cuadro sigue allí, en qué condiciones está, por qué se tapó… Por la ubicación sólo es posible acceder por un andamiaje, así es que nos quedaremos con las ganas hasta que se acometan obras en la ermita.







Podemos destacar otros preciosos DETALLES, como las dos lámparas que cuelgan de los laterales, de mediados del siglo XVII y en las que en una de ellas aparece el sello del famoso platero madrileño Andrés Sevillano, que permaneció en activo desde el 1641 al 1675. En la sacristía llama la atención una preciosa cajonera barroca atribuida al propio Juan Bravo y que milagrosamente se encuentra en muy buen estado de conservación. También destaca un San José con el niño al que no le han tratado bien los repintes sufridos a lo largo de los años, pero que en buenas manos podría recuperar el buen aspecto original. Existen otros elementos destacados, que, si me permiten, me reservo para enseñarlos otro día AL DETALLE.






  
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
D. Serafín Martín Nieto: La Ermita cacereña de Nuestra Señora de Guadalupe o del Vaquero.
S. B. Boxoyo: Noticias históricas de Cáceres y monumentos de la Antigüedad que conserva.
J. Sanguino Michel: "Noticiero de Cáceres del siglo XVII"
R. Mélida: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres. 1914-1916. 
Corrales Gaitán: Ermitas cacerenses. 
Mª T. Terrón Reynolds: Patrimonio pictórico de Extremadura. Siglos XVII y XVIII.
Libro de acuerdos municipales 1621-1628: «Concesión de una casa para la ermita de la calle Caleros»; «Comisión a el señor don Diego García de Galarza para que se haga la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe».

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