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EL DOMINGO DE LÁZARO, LA ERMITA DEL CALVARIO Y SUS TORTAS.


El quinto domingo de la Cuaresma, conocido como Domingo de Lázaro (también conocido como Domingo de Pasión), es el inmediatamente anterior al Domingo de Ramos. Ese día el evangelio se dedica a la resurrección de Lázaro de Betania a manos de Jesús -según el Evangelio de Juan (11:41-44)-, cuando se dirigía camino de Jerusalén donde sería, una semana después, recibido entre palmas… aunque todos sabemos cómo acabó la historia…
Pues este día ha sido en Cáceres día de ir a la ermita del Calvario para participar en los actos religiosos y/o para degustar las ricas Tortas del Calvario. Así es que hoy os quiero contar, Al Detalle, la curiosa historia de esta pequeña ermita, de la fiesta del Domingo de Lázaro y de sus famosas tortas de azúcar y anís.


Antes que la ermita, en la zona se erigió un Calvario, donde ahora se yerguen tres cruces de metal, en el primer tercio del siglo XVI debieron de lucir tres grandes cruces de madera colocadas por la Cofradía de la Cruz de los Disciplinantes, la que ahora conocemos como la de la Veracruz, y que se fundó en el año 1521 en el Convento de San Francisco por fray Juan de Liescas. En reunión celebrada el 1 de marzo de 1571, el cabildo acuerda que todos los Domingos de Lázaro, después del mediodía, los hermanos y todos los cofrades subirían, muñendo campanillas y enarbolando un Cristo y dos estandartes, hasta el Calvario a predicar los sermones de la Soledad y el Descendimiento en Jueves Santo (del descendimiento hablaré pronto en otro post).


Se presupone que ya por esos años, además de las tres cruces, debió de existir un pequeño humilladero, porque en las actas fundacionales de la Cofradía de la Soledad y Angustias de Nuestra Señora (la encargada de la ermita hasta ahora), fechadas en noviembre de 1582 se establece como sede la ermita de Nuestra Señora de los Caballeros como en “el lugar donde está la insignia del Santo Calvario en una ermita”. Además, desde años antes se llevaba allí la Virgen de la Soledad y permanecía hasta el Viernes Santo, por lo que debemos suponer que no permanecería a la intemperie y existiría un lugar para cobijarla.

De todas formas, la cofradía recién fundada se plantea inmediatamente erigir una capilla de mayores dimensiones en el lugar. Es entonces cuando empiezan los problemas de esta edificación y que parece que nunca la han abandonado a lo largo de su historia. La financiación fue el primer escollo que debieron solventar, así en 1583 venden la ermita de San Antón el Viejo, ya arruinada, y en 1588 las propiedades heredadas de la Cofradía de Santa María la Vieja.



Una vez reunido el dinero, el 12 de junio de 1588, el mayordomo Diego Durán, concierta con Blas Martín y Juan Mateos la construcción de la ermita por un valor de 56000 maravedís. Otra parte de la obra salió a “concurso”, lo que se conocía como almoneda, que ganó con el precio más bajo José Paniagua con un presupuesto de 31000 maravedís en 1589. Pero la obra se vino abajo y comienzan los problemas: unos decían que, si los cimientos estaban mal, otros que es que la segunda fase de la obra era demasiado peso y estaba mal colocada… un conflicto de esos que nos parecen modernos pero que han pasado toda la vida. La cosa es que la cofradía se había gastado un dineral y no tenía ermita. No tuvieron más remedio que recurrir a los tribunales cacereños que le dieron la razón. Los constructores, por su lado, no estaban de acuerdo y decidieron apelar a la Chancillería de Granada que finalmente también falló a favor de la Cofradía, y por fin, en 1602 pudo bendecirse el pequeño templo que ahora vemos. La edificación se encaja en los afloramientos rocosos del sinclinal de Cáceres, entre cuarcita granoblástica y dendrítica, que incluso emerge dentro de la ermita, porque es extremadamente dura y en algún punto no pudieron eliminarla. Tiene tres estancias comunicadas por simples pasos. Un almacén, la sacristía y la capilla precedida por un porche que se mandó levantar entre 1702 y 1704. La capilla tiene una cúpula de 3,2 metros de luz que parte directamente de los muros de carga que se apoyan directamente sobre la roca madre. Entre 1675 y 1679 se añade un retablo y varias punturas para su decoración.








Pero la suerte de este pequeño lugar cambiaría con la llegada de las tropas francesas a Cáceres en la Guerra de la Independencia entre 1808 y 1812. El ejército galo toma la ermita del Calvario como punto de vigilancia por las vistas que ofrece en su posición privilegiada, dejándola, tras su abandono, totalmente destrozada. Afortunadamente, en 1815 termina de restaurarse vuelven las celebraciones a sus muros. Pero le iba a durar poco cuando es de nuevo abandonada tras la desamortización. La ermita de nuevo vuelve a arreglarla y encargarse de ella a partir de 1908, bendiciéndose y dándose la primera misa de esta etapa el 20 de septiembre de ese mismo año.

Y muchos de nosotros la hemos conocido abandonada, llena de escombros e incluso quemada. Esto comenzó tras las obras de los depósitos de agua de la Montaña en los años 70 que variaron y destrozaron el entorno y fue cuando El Calvario se volvió a abandonar. Afortunadamente y gracias al empeño del Mayordomo de la Cofradía de la Soledad por aquellas fechas se volvió a arreglar y fue bendecida por D. Ciriaco Benavente el Domingo de Lázaro (24 de marzo) de 1996.




Durante siglos se realizó la procesión con la Virgen de la Soledad que saliendo de su ermita pasaba por San Juan y Santa María para llegar a Fuente Concejo. Hasta ese momento habían cargado con la imagen Caballeros Nobles de la Hermandad, y justo al inicio de la subida se producía el relevo para ser llevada por los hermanos de la clase percheros que la trasladaban hasta el Calvario. Allí, además de actos religiosos, era muy típico tomar las Tortas de Anís del Calvario. En 1836 dejó de realizarse la procesión, aunque la tradición de las tortas se mantuvo y se vendían en dulcerías y pastelerías. La última artesana que las hizo fue Trinidad Solana que tenía un obrador en la calle Obra Pía de Roco, en el número 9. Las que se hacen en la fiesta actual son las típicas Tortas de La Virgen de la Luz.



Actualmente el acto comienza con una eucaristía con la Virgen y el resto del día se trata de convivencia como una pequeña e histórica romería que es.



Lo curioso es que en el libro de Publio Hurtado he podido encontrar la receta de las Tortas del Calvario, que la verdad no entiendo muy bien, pero que sería interesante rescatar y hacer la receta cacereña en una fiesta que en realidad nació en 1571, aunque haya pasado por innumerables vicisitudes a lo largo de estos 447. Espero que en el 2021 se celebren los 450 años de esta tradición como se merece, mientras nos comeremos las ricas tortas que hemos podido comprar este domingo de Lázaro en la fiesta de la Ermita del Calvario, que hoy os he querido contar Al Detalle.

RECETA DE LAS TORTAS DEL CALVARIO DE CÁCERES

INGREDIENTES

2 panes de masa cruda de 1kg de peso cada uno
16 huevos
½ Kg de harina
460 gr de levadura
3 limones
60 gr de anís
25 gr de canela en rama
12 gr de sal
1 litro de aceite frito
600 gr de azúcar molida para hacer la masa
½ Kg de azúcar molida para espolvorear
6 copas de aguardiente
¼ de una pastilla de levadura

PROCEDIMIENTO

Se hace un cocimiento con un litro de agua, la cáscara de un limón, el anís, la canela y la sal. Después se cuela y cuando esté templado se deshace el trozo de levadura procurando que no queden grumos mezclándola con un poco de harina y se deja reposar un rato.

Se separan las yemas de las claras, y batimos la clara de 8 huevos casi hasta punto de nieve mientras le añadimos el azúcar, la cáscara rallada de los otros dos limones y el aguardiente.

En una parte del agua del cocimiento, que se ha apartado previamente, se deshacen los 460 gr de levadura y se cuela mezclándolo con la mayor parte del aceite, el resto se usará para untar los recipientes. Se añade la harina, se amasa un poco y se agregan los batidos de las claras y yemas de los huevos, se amasa todo junto con los panes de masa cruda, por espacio de cuarto de hora. Se colocan en los recipientes del horno las porciones correspondientes, dependiendo del tamaño que se desee.

Antes de meterlas en el horno, las tortas tienen que “dormir” (reposar) unas cuatro horas. Justo antes de introducirlas en el horno se baten las claras de huevo sobrantes y con ellas se mojan las tortas por encima. Luego en un plato con un poco de agua, se moja azúcar molido y se echa por encima de ellas para que se pegue a la clara batida.

(Receta que aparece en el libro Recuerdos Cacereños del Siglo XIX, de Publio Hurtado propuesta por Alfonso Artero Hurtado, su biznieto)


BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
El Amparo y el Calvario: Dos Ermitas de la Sacrosanta Via Cacereña. Serafín Martín Nieto.
Recuerdos Cacereños del Siglo XIX. Publio Hurtado

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