El pasado 24 de noviembre se celebró en Trujillo el VIII Encuentro de Blogueros de Extremadura, encuentro donde cada año muchos de los autores de blogs de la región nos reunimos para ponernos cara, compartir experiencias y, además, presentar el libro que cada año escribimos entre todos. Este año tiene como temática y título: "Extremadura, naturaleza urbana", profundizando en los difusos límites que en nuestra región existen entre los poblamientos humanos y la plena naturaleza. En esta ocasión he participado en el libro con dos artículos y ahora os presento el segundo de ellos, dedicado a la Ribera del Marco de Cáceres, espero que os guste.
LA RIBERA DEL MARCO DE CÁCERES
UN PASEO ENTRE LA NATURALEZA Y LA HISTORIA
Resulta curioso comprobar cómo el hombre moderno tiene la
capacidad de olvidarse de quién es, despreciar sus orígenes y alejarse de la
naturaleza al tiempo que consume libros de autoayuda para “encontrarse a sí
mismo”. Un ejemplo claro lo tenemos en la Ribera del Marco de Cáceres, un
pequeño cauce de agua que ha dado sentido al asentamiento humano en la zona y,
hasta hace bien poco, fue motor del desarrollo de esta pequeña capital de
provincia carente de río.
Este acuífero se sitúa en el Calerizo, en el corazón de una
estructura geológica que se conoce como “El Sinclinal de Cáceres” y que forma
una pequeña cubeta en dirección NO-SE. En su parte central se acumularon en el
Carbonífero materiales carbonatados que afloran como calizas y dolomías o
formando un característico suelo rojizo cuando se sitúan en posición
subhorizontal. La carstificación de este material produjo las oquedades que
dieron lugar a la famosa Cueva de Maltravieso (que alberga la manifestación artística
más antigua de la historia, de unos 70.000 años y realizada por Neandertales),
la Cueva de Santa Ana o la Cueva del Conejar. Pero este Calerizo posee una
peculiaridad que le permite almacenar en el subsuelo unos 3 Hm3/año en los
14km2 en los que se extiende, y es que se encuentra sellada por materiales poco
porosos y prácticamente impermeables como pizarras y cuarcitas. Esto le
permite, además, recoger por infiltración directa el agua de zonas
circundantes, por lo tanto, nuestro humilde Calerizo es capaz de recoger el
agua de un total de 30km2.
En años de mucha lluvia el agua aflora por tres puntos
distintos, conformando tres “cuencas” diferenciadas: la Charca de Arropez (2
l/s), el desagüe de la Mina Esmeralda (8 l/s) y la Fuente del Marco o del Rey
(95 l/s), y es justo aquí, en este manantío, también llamado Charca del Marco,
donde nace nuestra Ribera, recorriendo casi 7km desde la Huerta del Conde hasta
desembocar en el Guadiloba.
Existen distintas teorías para explicar el nombre de
“MARCO”, descartada la relación con el evangelista San Marcos al que se tiene
dedicada una ermita muy cerca (y otra desaparecida), y descartada también la
relación con el vocablo germánico marka y su verbo markon que significaba
señalar, marcar o delimitar algo y que se ha relacionado con los miliarios
encontrados en la zona, debemos pensar en un origen más antiguo. Para ello se
plantea que MARCO es un hidrónimo con una raíz prerromana mar/mor que designaba
a aguas estancadas, almacenadas o detenidas. Es eso exactamente lo que
encontramos en la Fuente del Rey, un pequeño lago de aguas detenidas que da
lugar a un pequeño cauce. A esta raíz se le añadiría el sufijo Ko, muy común en
los topónimos y daría por tanto el término MARCO.
Asociado a esta Ribera encontramos un ambiente único, una
verdadera excepción en el seco llano, y que llena de vida esta parte de la
ciudad. Con facilidad podemos observar al Milano Real (Milvus milvus), al
Cernícalo Primilla (Falco naumanni), al Martín Pescador (Alcedo athis) o a la
Garza Real (Ardea cinerea). Pero la peculiaridad de esta zona es que se produce
una perfecta comunión del medio natural y el urbano, lo que nos permite la
observación, entre otras muchas especies, de Grajillas (Corvus monedula),
Lechuzas (Tyto alba), Aviones (Delichon urbica) o Vencejos (Apus apus), sin
olvidar, claro está, a la omnipresente Cigüeña Blanca (Ciconia ciconia).
Pero El Marco no es solo un corredor de vida silvestre, sino
que a su alrededor se articulan 33 hectáreas de huertas. A escasos metros del
centro urbano es un ejemplo de que la prosperidad y la modernidad pueden ir de
la mano del contacto con la tierra y los frutos que nos regala. Hace años estas
huertas no se limitaban a la propia Ribera, sino que se extendía en una red de
ejidos, baldíos, olivares, dehesillas, haceras, viñas o tierras de “pan llevar”
que rodeaban a este pequeño lecho de agua.
Y además de un importante papel medioambiental, la Ribera
del Marco ha sido el motor económico de la ciudad durante muchos siglos. Para
hacernos una idea nos fijaremos en el Catastro del Marqués de la Ensenada,
encargado por Fernando VI y realizado entre los años 1749 y 1756. En aquel
momento en la ciudad estaban censadas 1712 personas y asociados a nuestro
“pequeño río” se catalogan 25 molinos harineros, 3 batanes, 14 hornos de cal, 7
hornos de teja y ladrillo, 3 hornos de pan, 3 tintes, 3 lavaderos de ropa,1 de
lanas y 23 tenerías… La industrialización fue llevando poco a poco estos
negocios a la ruina, abandonándose los edificios, así como el mantenimiento de
partidores, pesqueras o acequias que prácticamente han desaparecido, quedando
exclusivamente en uso aquellas canalizaciones usadas por las huertas.
Aún podemos disfrutar de algunas de las Fuentes que
abastecían de agua potable a la población, partiendo desde la propia Fuente del
Rey o del Marco a Fuente Fría pasando por Fuente Concejo, la más importante de
todas. Fuente Concejo fue mandada construir por Alfonso Golfín a mediados del
siglo XV y se dice de ella que daba de beber a la mitad de la población de
Cáceres. En ella podemos observar el escudo real más antiguo de la ciudad de
los tiempos en que Cáceres fue cedida (en contra de lo establecido en sus
fueros) al por entonces Príncipe de Asturias, que llegaría a ser Enrique IV,
tras la Batalla de Olmedo en el 1445. También se conservan Fuente Rocha, los
Abrevaderos de Vadillo… Actualmente son 11 los restos de fuentes y pilones que
se conservan en la Ribera.
Como se deduce del Catastro de la Enseñada, los molinos eran
de gran importancia en la zona del Marco, así como almazaras y batanes, de los
que aún se conservan restos en 28 enclaves distintos. El molino constituyó un
importante elemento que fundamentó la economía y la vida rural durante siglos.
Solían pertenecer a los nobles de la villa, el Concejo o la Iglesia que se
cuidaban bien de cobrar importantes impuestos a sus arrendatarios dos veces al
año, usando como pago fanegas de trigo. Los molinos eran movidos por el agua de
la rivera que hacía girar una piedra móvil sobre otra fija triturando así el
grano. Dado el poco caudal de este cauce, se usaban dos pequeñas piedras
circulares colocadas en posición horizontal. El agua se acumulaba en pequeñas
presas o pesqueras y se desviaba, a través de unas arcabuceras (canales),
gracias a los partidores que la distribuían.
Entonces el agua llegaba a un “cubo” donde se almacenaba. Estos se
realizaban en ladrillo y se impermeabilizaban mediante mortero de cal. Aquí se
almacenaba el agua y se controlaba su paso a la zona del molino donde se
disponían una serie de mecanismos asociados a las piedras de moler y donde por
fin se obtenía la harina. La maquila, es decir, el pago que se daba para la
molienda, dependía de la cantidad de agua disponible. Se conservan molinos en buen estado como el
de Barrero del Vadillo, el Molino del Cordel, el Molino de las dos Ruedas, el
de la Mellada o el de los Pobrecitos.
También fueron abundantes las tenerías y junto a ellas los
tintes para tratar las pieles. Aún se conservan restos de uno de los más
importantes que hubo junto a Fuente Concejo. Llegaron a existir hasta cuatro,
siendo uno propiedad de la Real Academia de San Fernando. Los colores que se
usaban en Cáceres eran 7: negro, verde, azul, pajizo, encarnado, morado y ala
de cuervo. Cerca de la ciudad abundaba la Gualda y la Grana o Cochinilla, que
daban el color pajizo y encarnado respectivamente. El resto de los pigmentos
naturales eran comprados en almacenes de Cádiz o Sevilla.
Podemos asegurar que la Ribera del Marco es el verdadero
origen de una de las ciudades Patrimonio de la Humanidad que mejor ha sabido
conservar su riqueza patrimonial, que es, además, la cuna del origen del arte
como atestigua la Cueva de Maltravieso, y que ha sido el motor económico de
Cáceres durante siglos. Y podemos asegurar también que está infrautilizada e
infravalorada; que hemos aprendido a crecer dándole la espalda en un acto de
profunda ingratitud e inconsciencia, en un ejercicio de empoderamiento urbanita
que no lleva a ninguna parte. La Ribera debe convertirse en un verdadero eje
que vertebre a esta ciudad, en lo natural, en el ocio y en lo cultural, si nos
atreviéramos a mirar, cara a cara y a los ojos, a nuestro futuro conociendo
nuestro pasado.
Opino igual, hubo una etapa que muchas ciudades vivían de espaldas a sus cauces y riberas urbanos, afortunadamente eso se fue corrigiendo, empoderando sus zonas con parques, jardines e instalaciones. En cambio en Cáceres, no se quiere decir ni mentar el Marco, como si no existiese. Una pena. Me ha gustado mucho el artículo
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