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CÁCERES AL DETALLE DESCRUBRE UNA LÁPIDA ROMANA “INÉDITA” EN LA PARTE ANTIGUA

No me cansaré nunca de repetir que nuestra parte antigua esconde cientos de secretos que quieren ser revelados, y la fortuna hizo que me topara casualmente con uno de ellos. Antes de transcribir la publicación científica que analiza la inscripción descubierta por mí hace unos meses, os contaré cómo ocurrió todo.

Releyendo las famosas notas de Sanguino Michel descubrí que en una de ellas hacía referencia a una posible inscripción en el Palacio de las Cigüeñas de Cáceres, que podría ser romana, aunque en ese momento él no pudo concretarlo. Como estas observaciones fueron tomadas hace décadas, en la mayoría de las ocasiones cuando acudes a buscar lo descrito ya no está o ya ha sido estudiado anteriormente. Por eso acudí a las dos principales publicaciones que hablan de epigrafía en Cáceres y en ninguna de ellas constaba esta posible lápida romana. Con el convencimiento de que ya no estaría en el lugar en el que Sanguino Michel la describió, agarré la cámara, un zoom potente y me planté en la Calle de la Monja a buscar aquellas letras. Y aunque parezca mentira, allí estaban. Realicé unas 10 o 12 fotos con algo de dificultad porque se encuentran a bastante altura y me las llevé a casa a aplicarles algunos filtros. Podía distinguir perfectamente VIR y algo que parecía una H por debajo de ellas. Fue entonces cuando le mandé las fotos a dos expertos del tema, D. Antonio Rodríguez y D. Joaquín Gómez Pantoja.

D. Antonio es el autor de Paseo epigráfico por el casco antiguo de Cáceres y D. Joaquín es uno de los mayores (o mayor) expertos en epigrafía de este país, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares. Con lo que se observaba con las primeras fotos no pudieron concluir su origen romano, barajaron la posibilidad de que fuera medieval y no romana, entonces D. Joaquín me pidió más fotos realizadas de una manera muy concreta y sistemática para poder aplicarles un programa informático que permitiera su recreación tridimensional y así obtener mucha más información.

Fueron estas fotos las que se trataron mediante SFM (Structure from Motion) lo que reveló parte de sus secretos, entre otras cosas la fórmula sepulcral HIC S, es decir, el HIC SITA EST, lo que despejaba dudas sobre su origen romano. La imagen obtenida por ordenador fue la siguiente:

El resto conllevó hacer el trabajo de documentación e interpretación de lo que se veía por parte de D. Joaquín y por último redactar un informe que finalmente ha sido publicado en el Fichero Epigráfico del Instituto de Arqueología de la Universidad de Coimbra donde se ha registrado oficialmente esta inscripción y esta lápida de nuestra parte antigua. A continuación, os transcribo la parte dedicada a esta lápida del artículo publicado que, además, incluía el estudio de otra estela que localicé en Aldea del Cano y que ya os mostraré otro día.

UP & DOWN:
SENDOS EPÍGRAFES DEL PALACIO DE LAS CIGÜEÑAS
EN CÁCERES Y DE ALDEA DEL CANO
(Conventus Emeritensis)

Esta breve nota (1) da a conocer dos epitafios de la col. Norba Caesarina, uno de ellos procedente del oppidum mismo y otro aparecido en uno de los establecimientos (vicus, mansio o villa) de su extensa jurisdicción. A pesar de su vulgaridad, ambas inscripciones tienen singularidades: la primera está a mucha altura, fragmentada y en una calleja estrecha que no facilita mirar hacia arriba; por ello ha pasado desapercibida, a pesar de que hay noticia de su existencia desde inicios del pasado siglo. La otra, encontrada en cambio a ras de suelo y aparentemente íntegra, se publicó incompleta y atribuyéndole una procedencia incierta, aunque lo que lo hace singular es una grafía arcaica y el uso de una fórmula sepulcral poco corriente.

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En 1909, J. Sanguino dio a conocer algunas noticias y observaciones sobre las antigüedades de la capital cacereña y su provincia que llevaba tiempo anotando cuidadosamente en un aide-mémoire; habiendo respetado el formato de esas notas en la publicación, se disculpaba del desaliño de la misma y advertía también que lo allí referido no agotaba el contenido de sus apuntes porque otros muchos, y los dibujos que los acompañaban, se los reservaba para “su propio gobierno” (2). A su muerte en 1921, la biblioteca de Sanguino y demás papeles (entre ellos, los autógrafos mencionados) pasaron a la Comisión de Monumentos de Cáceres y ahora se custodian en el Museo Arqueológico cacereño (3). En el más antiguo de los cuadernillos se encuentra esta anotación que pertenece al grupo de las secuestradas:

“Me parece que hay una inscripción romana en la Casa de los Ovando, debajo de una ventana de medio punto que da hacia la Casa del Sol. Por estar bastante alta, no lo aseguro. (Puedo asegurarlo, pues valiéndome de una escalera de mano la he visto de cerca. Se halla bastante borroso, y apenas se lee otra cosa que VIR) (4).”

La curiosidad nos llevó a indagar si esa lápida figuraba en los recientes catálogos de las inscripciones cacereñas, pero, sorprendentemente, no consta en ninguno (5). En cambio, una visita al lugar referido por Sanguino permitió localizarla sin dificultad. Se trata del antiguo caserón de los Cáceres-Ovando, más conocido como “Palacio de las Cigüeñas” en razón de la altísima torre de una de sus esquinas; el edificio cierra en uno de los lados de la Plaza de S. Pablo, que con la de las Veletas, de S. Mateo y los edificios que las forman, están en la parte más alta del oppidum romano, más tarde convertido en la Alcazaba musulmana. Precisamente, la amortización del alcázar y su derribo permitió que, a mediados del s. XV, Diego de Cáceres obtuviera privilegio real para labrar su palacio en una parte del solar resultante, usando para ello los escombros del derribo de la fortaleza (6).

La inscripción no se encuentra en la fachada noble del edificio, que se remozó tras ser adquirido por el Ejército a mediados del pasado siglo, sino en el lateral no rehabilitado que da a la estrecha Cuesta de la Compañía; hay, por lo tanto, garantía de que la lápida lleva varios siglos sirviendo de sillar donde la describió Sanguino, bajo una ventana situada a unos cinco o seis metros de altura y frente por frente a la embocadura de la calle de la Monja. Como consta que Diego de Cáceres pleiteó durante una década con el Concejo de la ciudad sobre el aprovechamiento del material constructivo de la Alcazaba, es más que plausible que el epígrafe provenga del espolio de los edificios romanos con los que se levantó el castillo árabe.

La media docena de fotografías recibidas inicialmente en Alcalá y modeladas mediante SFM (Structure from Motion) determinaron que, efectivamente, se trata de un epitafio romano, pero no proporcionaron suficiente definición para una lectura segura; ésta se logró mediante un segundo mosaico con mayor número de tomas. En ambos casos, las imágenes se obtuvieron en condiciones poco idóneas, dada la altura a la que se encuentra el epígrafe y la angostura de la calle: planos largos, siempre picados y vistas laterales en ángulos muy cerrados.

Se trata de un cipo de granito local gris, colocado de costado y seguramente recortado para acomodarlo al nuevo uso; dada su situación, no ha sido posible tomarle medidas. La cara inscrita está obviamente a la vista, con el letrero en un espacio ligeramente rehundido y difícilmente legible por la altura y posición de la piedra y la meteorización de su superficie; no debe extrañar, por lo tanto, que Sanguino, aun habiéndola examinando de cerca, solo fuera capaz de distinguir las tres letras ahora más visibles. Amplificando la visibilidad de las fotos se pueden leer tres líneas y no parece que hubiera otras por encima o debajo de ellas; en cambio, falta texto por la derecha, que desapareció al tallarse el sillarejo o quedó oculto bajo la argamasa con la que éste se recibió en el muro, y las dimensiones de lo perdido dependen de la reconstrucción de la fórmula sepulcral, que es tarea insegura. Las letras son capitales cuadradas, de buena factura y de tamaño impreciso; a la vista del modelo tridimensional, la letra lunada de la segunda línea parece ser una G, con el espolón vertical formando parte del trazo único; nótense las R con bucle abierto.

A pesar de la mutilación, lo que queda de la lápida se ajusta a lo habitual en los monumentos sepulcrales de Norba, donde predominan los cipos rematados por cabeceras semicirculares, sin decoración y con el epitafio en el centro de la lápida, generalmente en una cartela rehundida o moldurada. La misma uniformidad se detecta en la plantilla del epitafio, que menciona el nombre del difunto y su patronímico, a veces la edad y la fórmula sepulcral HSE, en muchos casos acompañada por STTL, ambas casi siempre compendiadas (7). A esos datos corrientes se añaden ocasionalmente la invocación a los Manes y la identidad de los dedicantes – y su relación con el finado –, seguidos de la fórmula faciendum curavit/-erunt (8). A la vista de ello y de lo que se lee en la piedra, la restitución más probable del fragmento es

VRBANA / VIRGI[NI F(ilia)?] / HIC · S[(ITA) E(ST)]

El nombre de la difunta no merece comentario por ser banal, pero si debe notarse el apelotonamiento de las tres primeras letras, seguramente como consecuencia de un cálculo equivocado del espacio disponible. VIRGI[- - -] sugiere inmediatamente la palabra virgo, que se usó como sinónimo de vestal en los epitafios paganos y como elogio de la virtud femenina en los cristianos; sin embargo, todas las inscripciones hispanas en las que aparece el término pertenecen al segundo grupo, incluso una cuyo formulario podría pasar por pagano (9). En cambio, Virginius/Virginia fue un nombre personal no muy extendido y que está atestiguado al menos en una ocasión en las inscripciones hispanas (10).

El fragmento del palacio Cáceres-Ovando parece corresponder a un modelo de epitafio con el nombre del finado en nominativo y la fórmula sepulcral con el primer elemento expresado al completo y con sus siglas los otros dos. Este es el escueto formulario de otras lápidas norbenses (11) , pero que también se encuentra en las de Turgalium, Augusta Emerita y, con menor frecuencia, en otros lugares de Lusitania (12) . La fecha asignada a todos los ejemplos citados es la primera mitad del s. I, por el simple formulario y los rasgos de las letras, lo que resulta aplicable a la lápida que editamos, aunque su mal estado de conservación y la imposibilidad de una cómoda autopsia aconsejen reservar el juicio hasta disponer de más y mejor información.

Joaquín L. Gómez-Pantoja
Rubén Núñez Quesada
Ignacio Triguero Perucha

1. Este trabajo se ha realizado en el seno del Grupo de investigación ORDOAlcalá, de la Universidad de Alcalá, con la ayuda financiera del Gobierno Regional de Madrid, proyecto DOCEMUS (S201/HUM-3377-DOCEMUS-CM). Los tres firmantes comparten la responsabilidad de lo escrito, pero fue RNQ quien descubrió las dos piezas, las describió y tomó las correspondientes fotografías, sobre las que ITP realizó el modelado tridimensional; de la documentación, el estudio de los epígrafes y la redacción se encargó JGP. Además de las usuales siglas epigráficas, se han empleado otras menos conocidas como CILA 2: González Fernández 1991; CILA 3: González Román y Mangas Manjarrés 1991; CILCC: Esteban Ortega 2007, 2012; ERAE: García Iglesias 1973; HEp: Hispania Epigraphica, Madrid; HEpOl: http://www.eda-bea.es; ILAlg:Gsell y Pflaum 1956; IRCP: Encarnação 1984; IRPTo: Abascal Palazón y Alföldy 2015
2.   Sanguino y Michel 1909: 380-382 y 392-406
3.   Vid. al respecto Marín Hernández 2017: 27-28.
4.   Tomado de la cuidada edición facsímil del cuaderno más antiguo, que está anotada por M. Pulido Cordero (Sanguino y Michel 1996: 13). Lo que va entre paréntesis simula un post-scriptum a la nota original ya no hay indicios de que añadiera con posterioridad a esa.
5.   Esteban Ortega 2007; Rodríguez González 2007.
6.   Sobre el edificio y su devenir histórico, Mogollón Cano-Cortés et al. 2013
7.   Al estilo de lo que sucede con el epígrafe norbense CIL II 718 = CILCC, cat nº 170 (HEpOl 21696), conocido por transmisión manuscrita.
8.   Cfr. Esteban Ortega 2007: 110-145.
9.   CIL II2/14, 2139, de Tarraco.
10. EE IX, cat nº 212b y CILA II, cat nº 1001, ex autopsia y con foto (HEpOl 4964), de Nebrissa, Baetica.
11. CILCC, cat nnº 7 (HEpOl 20810); 132 (HEpOl 21688); 155 (HEpOl 16774) y 180 (HEpOl 20196).
12. CIL II 948, Pax Iulia (HEpOl 21831); 5000, Olisipo (HEpOl 21933); Ferreira 2004: 84, cat nº 54, Civ. Igaeditanorum (HEpOl 25367); Bernardes 2007: 214, cat nº 17, Collippo (HEpOl 20249); CILCC, cat nnº 621,793 y 799, Turgalium (respectivamente HEpOl 954, 20325 y 21616; ERAE, cat nº 192 y Edmondson 2006: 133-134, cat nº 5, Aug. Emerita (respectivamente (HEpOl 25831y 25609).


Evidentemente el descubrimiento de este Detalle no revoluciona el devenir de nuestra ciudad o el estudio de su historia, pero añade una pieza más para el conocimiento de su pasado, y aunque estaba expuesta desde hace siglos a nuestras miradas, hasta ahora no se había estudiado como se merecía ni se le había dado la importancia que tiene. Para mí es una gran satisfacción que gracias a la curiosidad que tengo como mero aficionado, los expertos y estudiosos de verdad hayan podido darnos una lectura científica de uno de esos Detalles repartidos por los milenarios muros de esta fantástica ciudad.

Comentarios

  1. Enhorabuena! Gran descubrimiento! Son icontables las veces que pasé por esa calleja, ahora pararé y añadiré una nueva historia a las muchas que la parte antigua esconde.
    Gracias, por compartir y dedicrle tiempo y esfuerzo para investigarlo.

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  2. Enhorabuena, cada entrada de este blog sigue descubriendo nuevos detalles fascinantes de nuestro entorno. Me pregunto (supongo que sí) si habrás intentado obtener permiso para realizar las fotografías y las medidas pertinentes desde la ventana que está justo encima.

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  3. perdona, creo que no me he explicado bien en el comentario anterior (éste no hace falta que lo publiques): no quería decir, como parece que digo, si has pedido permiso para hacer las fotos, sino si has intentado pedir permiso a la autoridad militar para acceder a la ventana que hay sobre la lápida y hacer las fotos y las medidas de la misma desde allí.

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