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HORNACINAS Y DEVOCIÓN POPULAR EN CÁCERES, AL DETALLE

Recorriendo la ciudad antigua y su entorno próximo, podemos toparnos con algunas hornacinas en las que descansan Vírgenes o Santos. Las más conocidas son las que encontramos en las puertas de entrada del recinto amurallado. Esta costumbre, de origen romano, buscaba la protección mística y sobrenatural del espacio circundado y de sus habitantes. Tenemos ejemplos claros en el Arco de la Estrella, el Arco de Santa Ana o en el Arco del Cristo y también dos casos particulares en la puerta de Coria y en la puerta de Mérida, ya que se encuentran a medio camino entre los dos tipos de hornacinas que vamos a tratar hoy, ya que ambas puertas fueron derribadas y la devoción por los “santos” que las protegían se trasladó a casas cercanas. La puerta de Mérida se demolió en 1754, trasladando la imagen que albergaba a una casa contigua. Ya Boxoyo en su famosa obra, habla del Nazareno ubicado sobre lápida romana que aún observamos, por lo que como mínimo, se venera a ese Nazareno en ese rincón desde finales del siglo XVIII, pero posiblemente desde mucho antes.

Ya os hablé, Al Detalle, de la puerta de Coria y la desaparición de la imagen titular de la Virgen del Socorro del siglo XVIII (pincha aquí para leer la entrada), y que, tras la demolición del arco en 1879, fue trasladada en los años 40 del pasado siglo a una hornacina/ventana de la casa del conde de Trespalacios de donde desapareció por el 2004 tras la venta de dicha casa. Por la importancia que tiene dejaremos para otro día el cuadro del Arco de Cristo.



Las hornacinas que queremos tratar hoy se encuentran en la calle, no en puertas de entrada o arcos y son fruto de la manifestación de la devoción popular. Su origen lo podemos situar en el lararium romano, esos pequeños altares que se encontraban en las casas y donde se rezaba y depositaba ofrendas, una versión no errante de las capillas domiciliarias que aún circulan por algunos barrios.

Cuando esa devoción quiso mostrarse al exterior y compartirla con los vecinos más próximos o con el resto de la ciudad, nació la costumbre de las hornacinas, retablos o pequeños altares distribuidos por las calles de casi todas las ciudades y pueblos. Según el famoso investigador Martínez Medina esta arquitectura popular religiosa se expandió a partir del siglo XVI. Su proliferación tiene su auge en el siglo XVIII llegando el declive a finales del XIX con un cambio claro de la manifestación de la devoción que se convierte en más privada y se recoge de nuevo en los hogares.

Estas hornacinas tenían varias funciones, la primera, como ya hemos dicho, es la de contribuir a la devoción popular por alguna virgen o santo, pero no podemos desdeñar la función apotropaica en búsqueda de la protección, con un tinte de profunda superstición y más relacionada con lo mágico que con lo místico. También puede considerarse una función estética, y aunque no es el caso de Cáceres, en algunos pueblos o ciudades las hornacinas o retablos son de una gran belleza y ornamento. Por último tenemos que destacar que fue el origen de una especie de iluminación de las calles primitiva, ya que todos los casos estas hornacinas permanecían por las noches con alguna lámpara aceite o algún tipo de luminaria hasta la llegada de la luz eléctrica. De esta manera se convertían en las únicas fuentes de luz de las calles con lo que también las podemos asociar a la búsqueda de evitar conductas indecorosas en algunos lugares en concreto, como contamos para el caso del cuadro de la Virgen de la Paz, que se ubicó en el soportal de la plaza para impedir prácticas indecentes ya que la combinación de la luz y la imagen religiosa ahuyentaba dichas prácticas en el lugar.

Muchas veces el coste del mantenimiento de la talla y la luz corría a cargo del dueño de la casa donde se ubicaba el nicho y otras veces eran los vecinos de la propia calle los que corrían con los gastos que también se sostenían, a veces, con los donativos que se aportaban en un pequeño cepillo que acompañaba a la talla.

Comencemos a ver algunas de estas hornacinas cacereñas. Empezaremos por la de la puerta de Mérida. A unos 4 m. de altura, en la casa que hace de esquina entre la calle Puerta de Mérida y la Plaza de Santa Clara, y tras un cristal, vemos esta humilde talla de un nazareno perfectamente cuidado con sus flores, su hábito… lo que nos da idea de que sigue siendo cuidada en la actualidad. Como ya decíamos, no sabemos si esta talla es la que describía Boxoyo o no. La hornacina se protege de la lluvia con una chapa que sobresale de su parte superior.




No muy lejos de allí, a unos metros, en la calle Torremochada, vemos otro nicho acristalado y con marco de madera. En él a una Virgen del Carmen. Ha debido de ser repintada porque la iconografía de esta imagen es la de representar a la Virgen con hábito marrón, capa blanca y escapulario. Aquí la vemos con un hábito de un bonito color azul y que se aleja de color que debió de tener la talla original. Es patente el escapulario que es un símbolo de protección de la Virgen a los devotos. Su estado de cuidado es algo peor que en el caso del Nazareno que acabamos de ver.



En la calle de la Obra Pía de Roco, justo en el inicio de la calle Adarve del Cristo, hay otra hornacina apuntada con una Virgen con el Niño en brazos que yo no sé identificar. El nicho se cierra con un cristal enmarcado en hierro forjado y carece de adornos en su interior.




En la confluencia de la Plaza de Santiago y la calle Villalobos hay otro nicho, esta vez con un precioso azulejo dedicado a la Virgen de la Montaña del que ya os hablé hace años. Se ubica en una de las primeras posesiones que tuvo la Cofradía de la Virgen de la Montaña y que perteneció a Sancho de Figueroa, párroco de Santa María a comienzos del siglo XVII e impulsor de la devoción de la actual patrona de Cáceres. Es evidente que el nicho no fue diseñado para ese azulejo y viceversa. No sabemos si en el pasado hubo allí una talla de la Virgen u otro azulejo (algo que no sería demasiado lógico). Por motivos que desconocemos la talla fue sustituida por este pequeño y precioso azulejo.




Hace años visitamos también el fresco dedicado a Santa Bárbara ubicado en la calle con el mismo nombre y que se encuentra prácticamente perdido.



Por último, nos marcharemos a la calle Beato José Oriol donde encontramos una malla y un cristal que protegen a una pequeña figura popular de San José con el Niño. También parece haber sido repintada en numerosas ocasiones y se conserva junto a unos pequeños jarrones con flores y parece muy bien cuidado.




Si alguien conoce alguna hornacina más situada en una de las calles de nuestro Cáceres (y no en arcos o iglesias), por favor que me lo diga en los comentarios e iré a fotografiarla. Hoy solo hemos querido hacer un pequeño repaso por las hornacinas y los vírgenes y santos a los que están dedicadas a lo largo de nuestra ciudad de Cáceres, Al Detalle.

Comentarios

  1. Yo conozco otra que quizá no has visto, está muy escondida: en la Plaza de San Jorge, una hornacina con una imagen de San Jorge matando un dragón con su lanza. ;-))

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