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LA LEYENDA DEL ESCUDO DE LOS ALDANA. UN BAILE DE FECHAS, APELLIDOS Y FLORES DE LIS

Había un tiempo en el que cuando encontraba alguna leyenda o historia interesante sobre nuestra parte antigua, mi cerebro la memorizaba sin ni siquiera proponérselo, creyendo a pies juntillas cada una de aquellas palabras, sin cuestionar, en ningún momento, la verosimilitud del relato, por muy increíble que sonara. De esa forma aprendí la leyenda sobre el escudo de la familia Aldana, en uno de mis primeros libros sobre la historia de la ciudad que leí en mi adolescencia: “Cáceres, guía turística” de Antonio Bueno Flores. Según se recoge en este libro, el origen del escudo se remonta al siglo XI, cuando Hernán Pérez de Aldana, capitán general de la flota real de Alfonso VII de León, tras una grave enfermedad decide buscar milagrosa curación en el Monasterio de Montserrat (fundado en 1025 y con abad propio en el 1082).  Postrado en una camilla intentaba hacerse paso para acercarse a la moreneta, cuando un joven desvergonzado se subió a ella para poder ver por encima de las cabezas de

UNA FALSA CRIPTA Y UNA MUÑECA QUE NO LO ERA

En plena reconquista nacen innumerables leyendas de apariciones marianas, que plagan las tierras nuevamente cristianizadas, de iglesias y ermitas que sirven para rendir culto a la Virgen. El relato suena muy repetitivo en las leyendas que pueblan nuestros pueblos, pero hoy os quiero contar la historia que relata la aparición de Nuestra Señora de Altagracia, en el término de Garrovillas de Alconétar. Debemos fechar la supuesta aparición a comienzos del siglo XIII, porque documentos de mediados de ese siglo ya mencionan esta advocación en una ermita primitiva. Documentos posteriores, como los expedientes de repoblación de Garrovillas de 1340, o el documento que recoge la acampada de tropas portuguesas antes de ser derrotadas por el Maestre de Alcántara en 1397, ya mencionan a este templo como un lugar destacado y de gran influencia. Así es que la historia de la pequeña pastorcilla que se topó con el milagro, ocurriría en la primera mitad del siglo XIII, cuando esta

SAN ANTONIO ABAD Y CÁCERES. SEGUNDA PARTE: LA DESAPARECIDA TRADICIÓN

Las celebraciones alrededor de la fiesta del patrón de los animales tuvieron muchísima importancia en nuestra ciudad, pero la influencia no sólo quedaba ahí, sino que incluso eran de uso común refranes muy cacereños que tenían a San Antón como protagonista. Por ejemplo, incluso aún se escucha: “Por San Antón la gallinita pon” o “por San Antón toda ave pon” haciendo referencia a los cambios de celo de las aves y del hecho de que a partir de estas fechas las gallinas comienzan a poner más huevos que en los meses anteriores. Existía otro refrán totalmente autóctono, que yo creo perdido, que decía: “Entre San Antón y Los Mártires no salgas de casa aunque de pan te hartes”. Que venía a recalcar que los días que van del 17 al 20 de enero son los más fríos del año, pero otra creencia muy cacereña era que esos días, aunque de heladas y fríos, no eran días de lluvia, porque San Antón siempre tuvo en la ciudad fama de codicioso, y no querría en santo que en su fiesta y la víspera, que

SAN ANTONIO ABAD Y CÁCERES. PRIMERA PARTE: LA DESAPARECIDA ERMITA

En fechas como estas, en las que la globalización y la contaminación incultural lo salpican todo, quisiera recordar en los próximos dos artículos, cómo en Cáceres no sólo echaron abajo la ermita dedicada a San Antón, sino cómo las tradiciones que estaban arraigadas en la ciudad alrededor de su fiesta, también se perdieron, o cómo casi nadie recuerda los refranes cacereños referidos al Santo. En la calle de mismo nombre, aproximadamente donde hoy se encuentra el Gran Teatro, se levantaba la ermita dedicada a San Antón. Del siglo XVI y de no muy grandes dimensiones, se cree que es una de la seis ermitas que obligó a construir como “penitencia” a Bernardino López de Carvajal el Papa León X, al “traerse sin permiso” desde Roma, un fragmento de la Cruz de Cristo, como ya os conté en la entrada dedicada a la ermita del Lignum Crucis. Se inauguró oficialmente el 5 de marzo de 1542 y constaba de dos zonas, la casa del ermitaño y la propia ermita que tenía acceso directo desde la calle
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