Buscando información para esta entrada del blog, me encontré un artículo de uno de los periódicos locales, que se titulaba "El último horno de cal de Cáceres", refiriéndose a los restos que se encuentran en la zona del Nuevo Cáceres, junto a la estación de autobuses. Pues hay que decir que no, que aún se conserva, al menos, uno más y no en demasiado mal estado. Concretamente se ubica a unos metros de las traseras del centro comercial Carrefour, al otro lado de la vía, junto a la carretera del vertedero de Cabezarrubia.
La zona es bastante desoladora, una escombrera que espanta a los caminantes y curiosos, pero realmente merece la pena darse un paseo y conocer este superviviente de la tímida, y ya desaparecida, Cáceres industrial.
En una región en la que las zonas calizas escaseaban, el Calerizo de Cáceres tenía una gran importancia, porque el uso de los derivados de la cal estaba muy extendido, tanto como para material de construcción, como de desinfectante. El proceso de cocción de la cal era largo y sacrificado.
Hasta las puertas de los hornos llegaban los burros y carromatos cargados de
piedras. Las más grandes se ponían en el centro, y a los lados, junto a las
paredes, las más pequeñas, llamadas también matacanes. Se colocaban una a una
en forma casi piramidal, hasta llegar arriba, donde ponían la grava.
Seguidamente, a las puertas del horno se disponían cuatro piedras, una a cada
lado a modo de túnel y encima otras dos, así se conformaba una especie de sobre
por el que se metía la leña: jara, tomillo, retama, lentisco, brezo, albolaga,
ramas de olivo, de alcornoque y hasta orujo.Terminada la colocación, proceso en el que se empleaba de
uno a dos días, el horno se sellaba con barro y comenzaba lo más importante:
poner a arder toda aquella piedra, 74 horas al pie de unos hornos de los que
salían unas 30 toneladas de cal. Terminada la cocción había que sacar la cal del horno,
subirla en los burros, en los carros o en los camiones y llevarla a la estación
para embarcarla en las plateas, que eran unos vagones sin techo ni laterales
donde se apilaba la cal y se enviaba a su destino.
Además la cal, y su proceso de fabricación, tenía otros curiosos usos y beneficios. Hasta los hornos llegaban muchos cacereños alertados por las
propiedades curativas de la cal, especialmente los enfermos de tosferina, que
aspiraban el humo y notaban sus efectos inmediatos. La cal también se buscaba
como desinfectante: la echaban en los hogares cuando alguien había muerto de
tuberculosis, cerraban entonces puertas y ventanas y a los pocos días: todo
limpio. Muchos ganaderos utilizaban la cal para acabar con las sanguijuelas que
se reproducían en las charcas y que eran muy perjudiaciales para las bestias.
También era muy habitual vender por la calle el asperón, que era el polvillo
que salía de los barrenos, se echaba al estropajo y era ideal para eliminar el
óxido de sartenes y cazuelas.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:
http://www.hoy.es/multimedia/fotos/caceres/20130811/ultimo-horno-caceres-306556381496-mm.html
http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/caceres/baldomero-mangut-los-calerinos_612708.html
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