Las luchas de poder, las guerras de tronos entre aspirantes a rey, y el uso de las más sucias artes para obtener el poder, han sido comunes a lo largo de la historia. Una de esas batallas, con secuestro del heredero al trono incluido, sucedió entre los muros de nuestra ciudad de Cáceres en el siglo XVI. Primero vamos a intentar contextualizar el marco histórico en el que se desarrolla esta historia, presentando además a los protagonistas en la siguiente imagen, que nos ayudará a comprender más este conflicto por el trono de Portugal.
En la
década de los años 70 del siglo XVI crecieron las aspiraciones
del Rey Felipe II por el trono de Portugal. El 31 de enero de 1580,
fallece sin descendencia Enrique I de Portugal, que en realidad dedicó su
existencia a la vida religiosa porque no estaba destinado a ser rey, pero
cuando fallece su sobrino-nieto (nieto de su hermano Juan III) sin hijos, es
proclamado monarca llegando la corona a sus manos sin pretenderlo. Su reinado
sólo dura dos años y fallece sin que el Consejo de Regencia hubiera nombrado
sucesor. En esta situación de inestabilidad, su sobrino, Antonio de Portugal,
Prior de Crato, aprovecha para proclamarse Rey con el apoyo del pueblo y el
clero bajo.
¿Pero quién
era el Prior de Crato? Era el hijo ilegítimo, posteriormente reconocido, de Luis
de Portugal con la judía Violante Gómez, sobrino y nieto de Reyes y aspirante
legítimo a la corona.
Al
enterarse de estos movimientos, Felipe II envía al Duque de Alba con algunas
tropas a Portugal. Tras vencer en la famosa batalla de Valencia de Alcántara,
toman con facilidad Lisboa y proclaman al Rey Felipe como Rey de Portugal el 12
de septiembre de 1580, con la condición de que tanto esta nación, como las
colonias, no pasen a ser provincias de Castilla. Vencido, el
Prior de Crato se esconde en el norte de Portugal, desde donde huye a Francia,
lugar donde muere en la más plena miseria el 26 de agosto de 1595. Pero existía un
problema añadido, con él no se extinguían las aspiraciones a la sucesión del
trono, porque el Prior tenía un hijo ilegítimo que vivía en Barcelos, entre
Oporto y Galicia, bajo la tutela del cura de Belem. Así es que los hombres de
Felipe II reciben órdenes de secuestrar al niño y así eliminar las
posibilidades de pugna por el trono.
En
noviembre de 1582 llega a caballo a Cáceres un emisario del Rey que debe
entregar en mano una misiva al Obispo de Coria Cáceres, Pedro García de
Galarza. Éste era amigo y consejero del monarca y por eso le encarga la
educación de un joven que llegaría desde Portugal unos días después con sus
hombres. El infante será educado en el seminario de la diócesis como uno más de
los “sobrinos” del Obispo, y nadie deberá conocer su verdadera identidad.
Además otra premisa que añade Felipe II en la carta, es que el joven nunca
tendrá contacto con persona alguna de origen luso.
El propio Felipe II se acerca a Cáceres, entre los días 9 y 11 de marzo de 1583, a supervisar el encargo realizado al Obispo. Se aloja en el propio Palacio de Galarza, donde concretará el futuro del joven con su amigo el Obispo. Ambos, Rey y Obispo, se llevaron a la tumba el secreto del destino de ese niño, así es que es muy posible que entre algunos de los cacereños corra la sangre del heredero al trono de Portugal.
El propio Felipe II se acerca a Cáceres, entre los días 9 y 11 de marzo de 1583, a supervisar el encargo realizado al Obispo. Se aloja en el propio Palacio de Galarza, donde concretará el futuro del joven con su amigo el Obispo. Ambos, Rey y Obispo, se llevaron a la tumba el secreto del destino de ese niño, así es que es muy posible que entre algunos de los cacereños corra la sangre del heredero al trono de Portugal.
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