Hace unos días nos topamos con las declaraciones de la ministra
(y paisana) Magdalena Valerio, responsable de la cartera de Trabajo,
Migraciones y Seguridad Social, en las que decía literalmente: “me han colado
un gol por la cuadra”, por la publicación en el BOE de la resolución sobre el
sindicato denominado Organización de Trabajadoras Sexuales (Otras). Ya se ha
solicitado a la Abogacía del Estado que se inicien los trámites para “declarar
está resolución nula de pleno derecho” ya que “la prostitución no es legal en
España y este Gobierno no puede admitir que bajo el subterfugio de un sindicato
de trabajadoras y trabajadores del sexo se dé cabida a la prostitución”.
Todo esto me hizo recordar una conferencia dada por mí
admirado Fernando García Morales y recogida en el libro “Los misterios de
Cáceres”, coordinado por Esteban Cortijo, en el que se habla de la historia, a
veces demasiado explícitamente, de la prostitución en nuestra ciudad. Yo os
haré un recorrido por los momentos y lugares más importantes y os sorprenderé
con los retrocesos que esta sociedad, supuestamente moderna, ha hecho en estos
aspectos. Esta conferencia se titulaba “Casas de lenocinio y gestos frívolos”.
Seguramente en Cáceres hubo casas dedicadas a la
prostitución desde el mismo momento de su fundación, pero no es hasta la Época
de los Reyes Católicos en la que tenemos documentos que atestigüen su
proliferación, hasta tal punto de llamar la atención de la católica reina. En
la visita de Isabel a Cáceres en 1477, y no en 1491 como de forma equivocada se
repite en muchos libros, la monarca aprovechó para desmochar las Torres,
repartir los cargos del consistorio a partes iguales entre los dos bandos
existentes en la ciudad “los de arriba” y “los de abajo” (aunque de esto habrá
que hablar otro día con más detenimiento porque no fue así como nos cuentan).
Además, aprovechó para regular el agua de la Ribera, produciéndose un encuentro
con un hortelano y que ya os contaré Al Detalle más adelante. También esta
visita sirvió para regular la ubicación de los prostíbulos que se repartían por
la Noble Villa, con estas palabras:
“Ha de elegirse lugar conveniente fuera de la población,
donde menos perjuicio se haga al vecindario para construir las casas donde
deben habitar las mujeres del pecado”
La reina mandó enviar las casas de citas a las afueras de las
murallas concentrándose éstas, fundamentalmente, en lo que se conoció como “la
calle de las damas” actual Calle Damas. En otro artículo, Don Fernando apunta a
que en la ermita de las Candelas las prostitutas abandonaban a los niños
“expósitos” en los ya desaparecidos arcos de su entrada.
La siguiente referencia la encontramos ya por los años de
1800, en la Calleja del Adarve de la Estrella, donde se encontraba la casa de
“Lola”, que el propio Ayuntamiento alquilaba para usarla de toril en las
corridas de toros que se realizaban en la Plaza Mayor antes de la construcción
del actual coso taurino. Y en aquellos años no podemos olvidar a Teresa
Berrocal conocida como “La Berrocala”. Muchos os estaréis preguntando si tiene
algo que ver con la calle y el barrio que lleva este nombre, pues efectivamente
sí. Teresa Berrocal ganaba mucho dinero con una taberna que regentaba, además
de con su casa de citas, siendo la promotora del barrio que aún conserva su
nombre. También poseía una vacada cerca de la ermita de Santa Ana. Era tan
aficionada a los toros que en numerosas ocasiones se atrevía a torearlos, por
eso en Cáceres han pervivido las siguientes coplas:
"A la Berrocala
la ha cogido el toro
y metido el cuerno
por el as de oro.
A la Berrocala
la ha vuelto a coger
y metido el cuerno
por allí otra vez."
Ya en el siglo XX este tipo de casas proliferaban en la
ciudad y las prostitutas gozaban de ciertos derechos perdidos actualmente, y
que permanecieron hasta los años 70. Poseían una Cartilla
Oficial Sanitaria y pasaban reconocimiento médico en el Instituto de Higiene
todos los viernes. Si alguna presentaba algún tipo de enfermedad se le retiraba
la licencia para ejercer la prostitución mientras que se recuperaba. Si era
necesario el ingreso, en el hospital existían unas habitaciones dedicadas para
sus cuidados. En la segunda República incluso, tenían unos palcos reservados en
el Gran Teatro, en lo que se conoce como “el gallinero”. Los peores años, como
en todos los aspectos, fueron los de la posguerra. Por entonces se hizo muy popular
una prostituta que trabajaba en un chozo de cantería situado en un cercón entre
Cáceres y Aldea Moret que aún se conserva y que hace tiempo ya os enseñé, Al
Detalle. A esta señora la llamaban “La Cartucha” y en la puerta de su chozo
hacían cola los soldados de Franco para gozar de sus servicios.
La mayoría de estas casas se concentraron en el barrio de
San José, junto al ya desaparecido Cuartel que se situó en el también
desaparecido seminario de Galarza, en el actual aparcamiento del mismo nombre.
Entre las calles Travesía de San Felipe, que pasó a llamarse Gran Capitán, La Calle Nueva o
la Calle Ceres, se establecieron la mayoría de los prostíbulos. Cada viernes en
su “`procesión” a la cita con la revisión médica, en lo que ahora es el Centro
de Salud Plaza de Argel, muchas mujeres y niños se asoman curiosos a verlas
pasar, mientras que los hombres preferían ocultarse por lo que pudiera pasar si
se escapaba furtivamente alguna mirada o alguna sonrisa. Si en otro momento
tenían que abandonar el barrio por cualquier motivo, debían comunicarlo a la
policía y ésta las acompañaba para evitar problemas.
Existieron lupanares de gran predicamento en la ciudad: en
la calle Gran Capitán estaba la casa de Luisa la Piquera. La casa de la Vasca o
de la Mari Carmen se situaron en la Calle nueva. También era conocida la casa
de La Gilda y la Coyota, de la que cuenta que era una gran persona, pero
bastante bruta, y cuando le preguntaban por su orientación sexual diciéndole
¿eres lesbiana?, ella contestaba: “No, soy de Valladolid”, convirtiéndose esta
frase en un famoso chascarrillo del Cáceres de mediados del siglo XX.
En los años 70, y con la excusa de unificar criterios con
Europa, la prostitución se convierte en alegal en este país, se pierde el
derecho y obligación del reconocimiento médico y de renovar el permiso para
ejercer. Surgieron años después casas en la Calle Parras o Gil Cordero… y
actualmente se ponen de moda, otra vez, los pisos o las casas de lenocinio.
Esto nos lleva al momento actual y la creación, o no, del sindicato de
trabajadoras sexuales, de cuyo gremio y su historia en la ciudad os he querido
hoy hablar, Al Detalle.
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