UNA CONSTRUCCIÓN REPLETA DE DIFICULTADES
Pasemos
ahora a describir el proceso de construcción. Para hacerlo lo más claro posible
os lo planteo en forma esquemática, porque fue una verdadera locura de parones,
modificaciones, problemas…
·
1880. Los inicios
burocráticos
o 12 de junio: El arcipreste Eugenio Escobar Prieto formaliza
la solicitud ante el Obispado de Coria. El documento enfatiza que los mineros
debían cruzar "campos intransitables en invierno" para llegar a San
Juan de Cáceres, y menciona ya los 150 vecinos censados. El problema estaba en
que la curia dudaba por los costes, pero la promesa del ferrocarril (en
construcción) convence al obispo Núñez Pernia.
·
1881. La aprobación
real y primeros fondos
o 25 febrero: La Real Orden establece el salario del párroco:
1.000 pesetas/año (equivalente a 15 jornales mineros) y los gastos del culto:
500 pesetas (solo cubría 30 velas anuales según cálculos de la época)
o 8 octubre: Visita de Alfonso XII. El rey dona 3.000
pesetas, pero la Compañía de Fosfatos retrasa 6 meses su aportación de 2.500
pesetas, alegando "dificultades coyunturales".
·
1883. El año crítico
o 13 marzo: se publica el pliego de condiciones con cláusulas insólitas:
Art. 17: El obispo puede rescindir el contrato "sin indemnización".
Art. 9: La cal debe usarse de los hornos de la propia mina
(más barata pero menos estable).
o 27 mayo. Ceremonia de la primera piedra: Se entierra la
caja de plomo con 3 retratos: León XIII, Alfonso XII y el propio obispo, 5
monedas de plata de 1869 y un acta notarial que se perderá en 1936 (Guerra
Civil)
El
31 de mayo de 1883, El Eco de Cáceres dedicaba su portada a un evento que
mezclaba devoción y progreso: la colocación de la primera piedra de la
parroquia de San Eugenio en Aldea Moret. El artículo, redactado con una prosa
entre industrial y piadosa, comenzaba con un guiño al pasado reciente: "No
ha muchos años, este lugar era solo un páramo de caliza donde los mineros
vivían en chozas y extraían fosfato con garruchas de madera".
El
cronista no ocultaba su admiración por la transformación del poblado. Destacaba
cómo las primitivas chozas habían dado paso a "casas sanas y
cómodas", y cómo las locomotoras habían sustituido a los carros de bueyes.
Pero el verdadero protagonista era el acto religioso. Con detalle casi
litúrgico, describía la escena: el obispo Pedro Núñez Pernia, revestido de
ornamentos pontificales, bendiciendo el solar mientras autoridades civiles y
militares, incluido el gobernador, observaban solemnemente.
Entre
los asistentes, el periodista resaltaba la presencia de Ruperto Ramírez,
director de las obras y "uno de los más inteligentes empleados de la
Sociedad de Fosfatos". Un elogio que contrastaba con las tensiones que
meses después estallarían entre Ramírez y el obispado.
La
crónica incluía un dato revelador: la caja de plomo enterrada bajo los
cimientos contenía no solo monedas y retratos de Alfonso XII y León XIII, sino
también "tres granos de fosforita", un guiño al mineral que había
creado el pueblo. El acta notarial, transcrita íntegramente, cerraba el
reportaje con un "A la mayor gloria de Dios" que sonaba a declaración
de principios.
El
artículo nada decía de los problemas financieros (el presupuesto ya empezaba a
desbordarse) ni tampoco mencionaba que la Compañía de Fosfatos debía aún parte
de su aportación prometida o que ese mismo día, según otros documentos, los
obreros protestaban por retrasos en sus salarios.
o Junio-septiembre: Los primeros problemas: cuando los
contratistas Fernández Valencia y González Pájaro usan mampostería de pizarra
local (prohibido en el art. 6 del pliego) y sustituyen ladrillos por piedra
irregular para ahorrar
o 22 septiembre: Paralización de las obras por enfermedad del
obispo que terminará por fallecer en abril de 1884. Además llega una denuncia
anónima sobre "materiales defectuosos".
·
1884 - La crisis
estructural
o Febrero-junio: el nuevo arquitecto diocesano, Emilio Mª
Rodríguez, descubre que las bóvedas tienen 3 tipos de grietas: verticales por
peso excesivo, horizontales por el mortero de baja calidad y en diagonal por
problemas en la cimentación.
o 26 junio se proponen diferentes soluciones: vaciar 2.500
arrobas (28.750 kg) de tierra de relleno y colocar 2 tirantes de hierro de 21
mm (aún visibles hoy)
o Agosto-diciembre: Comienza una batalla legal porque los
contratistas alegan que “el obispo modificó personalmente los planos"
(cierto: cambió la portada de arco escarzano a medio punto), que "La cal
de la mina era inservible" (confirmado por análisis modernos) y que el
ayuntamiento se negaba a aportar fondos (acta del 15/11/1884: "No hay ni
para pagar al médico municipal")
·
1885-1886 - El final
accidentado
o Enero 1885: llega un nuevo obispo, Marcelo Spínola que encuentra
la obra al 60% completada y solo dispone de 8.057 pesetas de las 35.000
presupuestadas para concluirla y solucionar los problemas.
o Marzo 1886: se instala el pavimento de granito "a
línea perdida" (coste extra: 326 reales), el altar mayor se construye con 3
hornacinas policromadas de madera de pino de Gredos (no la encina pactada)
o 3 junio 1886: Inauguración. La inauguración queda muy
deslucida porque solo asistieron 42 personas según el registro parroquial cuando
el obispo espera más de 300 y es curioso que se inaugura el mismo día que
cierra el Pozo Norte, primera mina abandonada, es decir, la parroquia inicia su
vida al mismo tiempo que empieza el fin de las explotaciones mineras.
Estas
obras se vieron profundamente marcadas por el duro conflicto entre los
arquitectos que se encargaron de ellas. El conflicto entre Ruperto Ramírez y
Emilio Mª Rodríguez no fue simplemente una diferencia de criterios
técnicos, sino un auténtico duelo de personalidades que marcó para siempre
el templo. Ramírez, el arquitecto de la Compañía de Fosfatos, había diseñado un
proyecto sobrio pero funcional, con ese aire neoclásico que tanto gustaba a la
burguesía minera. Sin embargo, su apego a los materiales locales: la cal de los
hornos de Aldea Moret, el granito de Malpartida, terminaría siendo su
perdición. Cuando las primeras grietas aparecieron en septiembre de 1883,
Rodríguez, recién nombrado arquitecto diocesano, no dudó en señalar los
"defectos de origen" en un informe demoledor que aún se conserva en
el Archivo Diocesano.
La
tensión alcanzó su punto álgido cuando Ramírez se negó a revisar los daños
alegando que su contrato había terminado en septiembre de 1883: "Mi
responsabilidad concluyó con la fase inicial", escribió desde Almadén,
donde se había trasladado para otro proyecto minero. Rodríguez, furioso,
redactó entonces una carta al obispado que hoy nos permite reconstruir el
drama: "El señor Ramírez abandona la obra como el marinero abandona el
barco que hunde". La solución de los tirantes de hierro, aunque efectiva,
supuso un coste adicional de 1.345 reales que nadie quería asumir.
La Parroquia de San Eugenio: Un templo nacido de la
necesidad y la tozudez.
La
portada principal guarda una anécdota que revela el carácter práctico de la
época: el obispo Núñez Pernia ordenó cambiar el arco escarzano proyectado por
Ruperto Ramírez por uno de medio punto, no por estética, sino porque encontraron
piedras ya talladas que podían reutilizarse de una ermita abandonada. Este
cambio de última hora, que alteró el equilibrio visual del conjunto, es hoy uno
de sus rasgos más característicos. Sobre la puerta, el óculo original sigue
arrojando una luz cenital que, en los días de verano, dibuja un círculo
perfecto en el suelo de granito, como un reloj solar que marcara el paso de los
feligreses.
Al
traspasar el umbral, la nave única sorprende por su desnudez. Los tres tramos
marcados por arcos fajones nos transportan a aquel 1884,
cuando las prisas por terminar llevaron a los contratistas a usar materiales
más baratos de lo pactado. Las bóvedas de cañón con lunetos, que hoy muestran
un blanco inmaculado, ocultan bajo varias capas de cal las grietas que casi
arruinan la obra. Sólo los dos imponentes tirantes de hierro, instalados a
toda prisa en 1886, delatan aquel drama constructivo. Estas vigas de 21 mm de
diámetro, que cruzan la nave como cicatrices metálicas, fueron la solución de
emergencia para evitar el colapso cuando se descubrió que el peso de la tierra
usada como relleno superaba las 2.500 arrobas.
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