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DE LA TAHONA AL MILAGRO FESTIVO: LAS TABLAS DE ALBALÁ


La fiesta de las Tablas de Albalá es una de esas tradiciones que parecen escondidas adrede en el mapa para recompensar sólo a quien tiene paciencia y curiosidad, pero que, una vez conocidas, resultan imposibles de olvidar. Cada 25, 26 y 27 de diciembre, en pleno corazón del llano cacereño, el pueblo se organiza en torno a unas tablas cargadas de ofrendas, música y vino de pitarra, y convierte el invierno en una explosión de vida, memoria,  comunidad y color.​



Las actuales tablas de Albalá nacen de un objeto de uso cotidiano: los tableros de madera que servían para llevar el pan amasado a la tahona y traerlo ya cocido a casa. Con el paso del tiempo, ese soporte tan humilde se transformó en pieza central de un rito de ofrenda, sustituyendo al antiguo “ramo” del que hablan las cuentas de la Cofradía de la Virgen de la Concepción entre 1680 y 1792.​

Hay algo profundamente emocionante en ese viaje: la misma tabla que llevó el pan de cada día hasta el horno, acaba sosteniendo, siglos después, los frutos de una comunidad que se ofrece entera, con su trabajo y sus afectos, a la Virgen y al niño Jesús. En esos tableros late la historia de manos anónimas, de mujeres que amasaron el pan y que, sin saberlo, estaban poniendo los cimientos de una de las fiestas más singulares del calendario extremeño.​










Originalmente, la celebración se reducía al día de Navidad, pero a partir de 1768 las Tablas se extendieron a tres jornadas consecutivas, del 25 al 27 de diciembre, formato que se mantiene hoy y que convierte la Navidad albalense en un auténtico ciclo ritual. El momento clave es la misa de mediodía, cuando las tablas, engalanadas y rebosantes, se presentan ante la Virgen de la Concepción y el niño Jesús, expuesto en el altar esos días, y se hace visible el esfuerzo de familias enteras, especialmente de las mujeres, que han bordado, dispuesto y preparado cada detalle.​

Tras la misa, los quintos y quintas toman el relevo y, con las tablas a cuestas, recorren las calles animados por el inconfundible “Chás‑carri‑rrás”, ese compás ternario de 3/4 que suena a cajas, tamboriles, almireces, cañas y sonajas, y que convierte el pueblo entero en una procesión danzada donde lo religioso y lo festivo se entrecruzan sin pudor. Durante décadas, esta fiesta estuvo a un paso de diluirse en el olvido, como tantas otras, pero la obstinación de la gente de Albalá, de sus quintos, de sus mujeres y de quienes han investigado y difundido la tradición, ha logrado que hoy vuelva a sonar con fuerza, casi como un acto de resistencia frente al silencio.​











La fiesta de las Tablas no es solo una estampa pintoresca, sino un auténtico “escenario antropológico” donde se ponen en juego los roles, expectativas y afectos de la comunidad. Tradicionalmente, las protagonistas femeninas, pedioras, madrinas, tableras, se mostraban ante el pueblo como jóvenes responsables, trabajadoras y “preparadas” para formar su propia familia, mientras los quintos, al hombro de las tablas, simbolizaban el paso a la adultez y la integración plena en el grupo.​


En ese entramado se cruzan familia, escuela e iglesia como tres hilos que tejen un modelo de mujer y de hombre rural: ella ligada al pan, al bordado, al ajuar y al cuidado; él asociado a la representación pública, la danza y la puja. Y sin embargo, cuando se mira despacio, como hace la buena etnografía, aparecen matices, rebeldías discretas y pequeñas transformaciones que demuestran que la tradición no es una foto fija, sino un tejido vivo que se reescribe sin perder su raíz.​

Quien se acerca hoy a Albalá en esos días se encuentra con una fiesta donde la tradición no está encerrada en vitrinas, sino que se ofrece en vaso de plástico lleno de pitarra y en bandejas de dulces que se comparten con cualquiera que se cruce. El ambiente es de hospitalidad desbordante: no hay frontera clara entre “gente del pueblo” y visitantes, porque el simple hecho de seguir el ritmo del “Chás‑carri‑rrás” acaba convirtiendo a cualquiera en cómplice del festejo.​








La diversidad de la indumentaria añade otra capa de lectura: pañuelos de tres cenefas, pañuelos de cien colores, corpiños, faldas bordadas o picadas, calzado variopinto en ellas; pantalón y chaleco negro, camisa blanca y fajín rojo en ellos, componiendo un mosaico de tradición viva y recreada. Especialmente sugerente es ese pañuelo triangular bordado que cae sobre la espalda de los chicos, que remite a la antigua tradición gallera del pueblo y que actúa casi como un guiño visual a quienes conocen las capas más profundas de la identidad albalense. En cada esquina, en cada portal donde alguien ofrece un trago o un bocado, da la sensación de que el pueblo entero se empeña en decir: “seguimos aquí, esta fiesta es nuestra y no estamos dispuestos a perderla”.​

Todo este entramado de historia, simbología y vida cotidiana no sería tan accesible sin el trabajo minucioso de José Vidal Lucía Egido, cuya investigación sobre las fiestas de tablas y tableros del llano cacereño ha combinado archivos parroquiales y diocesanos, hemerotecas, entrevistas y un impresionante repertorio fotográfico. El catálogo “Fiestas de tablas y tableros en los pueblos del llano cacereño, editado con la Junta de Extremadura y ADISMONTA, es hoy una herramienta imprescindible para comprender no solo las Tablas de Albalá, sino el papel de la mujer en las sociedades rurales y la capacidad de estas comunidades para reelaborar sus rituales en plena contemporaneidad.​ 

Esta obra fue la que despertó mi curiosidad y conocer este ritual cercano y tan desconocido, que, por segundo año consecutivo, os he querido enseñar, Al Detalle. 

Sobre las fotografías y su protección

En un tiempo en que las imágenes se comparten con una facilidad pasmosa, conviene recordar que estas fotografías de la fiesta  de mi blog, no son un recurso libre de uso, sino creaciones sometidas a derechos de autor y a la normativa de propiedad intelectual vigente. Resulta especialmente preocupante que, en el cartel de este año, se hayan utilizado dos fotografías mías sin mi permiso y sin compensación alguna, un gesto que no sólo es jurídicamente reprobable, sino que entra en contradicción frontal con el espíritu de respeto y cuidado comunitario que caracteriza a las propias Tablas.​

Por ello, queda terminantemente prohibida la reproducción, difusión o reutilización de estas imágenes sin el consentimiento expreso de su autor, tanto en soportes impresos como digitales, redes sociales o material promocional. Quien desee utilizarlas para carteles, programas de fiestas, publicaciones o cualquier otro fin, debe solicitar autorización previa y acordar las condiciones de uso, porque respetar la fiesta de las Tablas de Albalá implica también respetar la mirada de quienes la estamos documentado con sensibilidad, paciencia y compromiso.



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