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UNA PILA DE AGUA BENDITA LLENA DE ALFILERES

Para los que somos de Cáceres de toda la vida, y los hijos de modistas como yo, no nos sorprende ir a la ermita de San Antonio de la Quebrada, en la judería, y encontrarnos la pila del agua bendita llena de alfileres. Hace unos días visitándola, unos turistas se sorprendían al ver esas agujas en el lugar donde debería estar la bendita agua y les tuve que explicar el origen de esta vieja tradición tan cacereña. Todo el mundo sabe que San Antonio, además de ayudarte a encontrar objetos perdidos, ayuda a encontrar pareja. Esta creencia está muy extendida y hay refranes locales que lo atestiguan, como el que dice: " La moza que a los quince años no se ha echao novio, que se arrime a los sayos de San Antonio ". Pero en la ciudad tiene una particularidad; las "modistillas" tenían la costumbre de recoger los alfileres doblados que ya no servían y llevarlos a la ermita del santo. Las mozas y los mozos, al entrar metían la mano en la pila y apretaban fuerte con

FÓSILES EN EL OBISPADO

Yo sé que algún amigo estará pensando más de un chiste con el título de este artículo, pero os quiero hablar hoy de fósiles reales en el Palacio episcopal. Hace ya un tiempo os mostré uno que se encuentra en la calle de la Estrella, quizá la más transitada del recinto amurallado porque es la que nos conduce hasta la Concatedral de San María. Una preciosa cuarcita repleta de braquiópodos situada allí en la ampliación del palacio realizada entre los siglos XVI-XVII. Este tipo de roca y fósil coincide con las presentes en la cantera del Portanchito que ya os he mostrado en un artículo anterior, por lo que podemos deducir que de dicha cantera se extrajeron los materiales para la obra en el Obispado. Esto me lleva a pensar que, diseminados por la ciudad, deben aparecer más de estos fósiles, porque dicha cantera se mantuvo en funcionamiento durante muchas décadas. Hace unos días, en uno de mis paseos por la ciudad, me fijé en el muro de este "santo" palacio en la

MÁS ALQUERQUES EN LA MURALLA

Es curioso como a veces las búsquedas de nuevos DETALLES en la ciudad se resisten. Hace unos días os enseñé el alquerque de la Plaza del Socorro que encontré consultando el blog que aparece en la bibliografía. En esta página se mostraba otro alquerque de 9 del que se daban dos indicaciones para su localización: que se encontraba en el Adarve de Santa Ana y que estaba a unos dos metros de altura del suelo. Pues he pasado varias tardes y alguna mañana mirando hacia la muralla, adarve arriba, adarve abajo, mientras los turistas me observaban con extrañas miradas. Esta mañana lo he intentado otra vez, y desesperado me iba a casa por el Adarve Padre Rosalío, cuando a un metro de altura del suelo lo encontré por pura casualidad. He pasado mil veces delante de él, y además en un artículo de hace meses os enseñé unas crucianas que están justo encima. Así es que aquí lo tenéis; un juego de tablero de origen romano reutilizado en la muralla  y que es perfectamente visible p

UN JUEGO DE MESA DE 2000 AÑOS EN NUESTROS MUROS

La ciudad antigua de Cáceres no deja de darnos agradables sorpresas si la miramos con cierto DETALLE y curiosidad por lo que nos quiere contar. Hace poco descubrí un alquerque de 9 en la Plaza del Socorro. Para abrir espacio en esta plaza se derribó una antigua casa contigua a la muralla, dejando al descubierto un lienzo de la misma de origen romano y otro de factura musulmana. En la muralla romana se encontraron dos alquerques de 9 que formaban parte de su base. Los alquerques (como ya conté en una entrada anterior) son juegos de tablero con origen en Oriente Medio y que se extendieron por el imperio griego y romano. De este tipo de juego derivaron otros como las damas o el ajedrez, siendo muy comunes no sólo en las casas, sino en espacios públicos donde la gente se reunía a jugar.  El alquerque (bastante deteriorado) apareció formando parte del basamento de la muralla romana, que se data en el siglo I a.c., por lo que debió ser creado con anterioridad y después reutili

UN VIEJO SUPERVIVIENTE

Aunque pueda parecer algo delirante, cada vez estoy más convencido de la necesidad que tienen algunos vestigios de nuestro pasado, más o menos reciente, de no ser olvidados. Hace unos días, con un sol de esos de invierno, que no calienta pero que deja unos preciosos colores en el campo, decidí abandonar la bici y salir a correr para cumplir mi propósito de año nuevo. Cruzando la pasarela de la rotonda de la estación de tren, aquí en Cáceres, por la que habré pasado centenares de veces al ser una de mis rutas habituales para correr, me percato de algo a lo lejos que siempre me había pasado inadvertido: un bujío. No podía creer que pudiera haber un bujío a unos metros del casco urbano y que hasta ahora no lo hubiera visto. Así es que cambié de ruta y me fui a buscarlo. Cruzando las vías, y justo detrás de la estación de tren, lo encontré. Solitario en un alto, contemplando la ciudad como el abuelo que pasea hasta la estación de Renfe y se sienta a ver cómo van y vienen desc
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