En este Blog seguimos admirando los Detalles, esas trazas de
un pasado que quiere comunicarse con nosotros, que quieren contarnos su
verdadera historia. Quizá no ese relato de blasones, de nobleza, grandes
batallas de caballeros heroicos y damas desconsoladas, sino la historia real
del día a día de esas miles de personas que, a lo largo de los siglos, han
pisado el suelo que ahora pisamos, que doblaban las mismas esquinas o que veían
cada día salir el sol por la Sierra de la Mosca.
Hoy pondremos la lupa en la puerta de un lugar al que
acudíamos los jóvenes de mi generación a escuchar música, junto a la Casa
Mudéjar, en la cuesta de Aldana, en una casa que conserva una cruz de cal que
os enseñé hace tiempo.
En la jamba izquierda de este portalón encontramos un
pequeño escudo perfilado, parecido a los escusones que encontramos en el
convento de San Pablo o la casa de Sánchez Paredes, pero que por algún motivo
que desconocemos nunca se llegó a terminar de tallar, quedando solo la silueta
de lo que contendría las armas de un noble apellido o los atributos de un
Santo-Mártir… eso nunca lo sabremos.
Lo que sí sabemos es que este pequeño e inconcluso escudo
llama nuestra atención, nos asalta mientras caminamos ensimismados a su lado,
porque quiere que le vean, que lo reconozcamos, y en esta contemplación se
reviva su historia, el momento de su tallado y los motivos del abandono, plasmados en el
brillo de los ojos curiosos que reconocen su valor y belleza.
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