En las décadas iniciales del siglo XX, el parto los cuidados
del recién nacido estaba acompañados en Extremadura, como el resto de España,
por unas arraigadas costumbres que poco a poco han ido cambiando merced a los
avances experimentados en materia de higiene y conocimientos médicos.
Generalmente, el alumbramiento era asistido por comadronas o parteras sin
titulación, pero con mucha práctica y uno de los principales temores por la
salud del neonato radicaba en el mal de ojo, que se intentaba prevenir y curar
con tratamientos supersticiosos y el uso de amuletos.
Después de lavar bien el cuerpo del recién nacido, a menudo
con aguardiente, se le vestía con pañales y en algunos lugares aún se envolvía
todo su cuerpo con una faja apretada para que se le enderezasen los huesos cómo
consta que se hacía desde siglos atrás. En poblaciones como Madroñera el cordón
umbilical era eliminado siguiendo un estricto ritual, primero se cortaba con
unas pinzas muy limpias para después anudarlo y enrollarlo en ventas de tela
para que se secara y no sé infectase y todo ello se tapaba con unas fajas
especialmente confeccionadas llamada ombliguera u ombliguero o también
ombriguera o lumbriguera. Esta estrecha faja se decoraba con un bordado muy
fino que no podía irritar la delicada piel del bebé y en ocasiones se le cosía
una crucecita de madera de nogal, como amuleto para protegerlo contra el mal de
ojo o cualquier otra amenaza.
Además de resguardar el área umbilical hasta el completo
secado, cicatrización y la caída del resto del cordón, la ombliguera tenía la
función principal de prevenir un posible prolapso del ombligo. Sobre todo, si
el bebé lloraba mucho, el esfuerzo podía causar que “se saliera” el ombligo por
lo que la ombliguera lo protegía de este riesgo, siendo complementada a menudo
está solución colocando una moneda sobre el ombligo en la segunda vuelta de la
fajita de forma que su peso impidiera el prolapso sin que el metal tocase la
piel del niño.
Los ombligueros que exponemos pertenecieron a Doña Santiaga
Molano Jiménez, vecina de Arroyo de la Luz y están confeccionados sobre bandas
textiles de algodón y de piqué en colores blanco y violeta, con bello bordado
mecánico en hilo blanco que reproduce motivos geométricos y florales. Fueron
donados al Museo de Cáceres en febrero de 2018 por la hija de la propietaria,
Doña Carmen Borrego Molano.
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