El pasado martes día 9 de marzo de 2019 tuve la inmensa
fortuna de entrar a la Cueva de Maltravieso gracias al “experimento” que se
está realizando, permitiendo la entrada de visitantes en reducidos grupos, un total de 12 personas a la semana, distribuidas en tres momentos, uno de esos grupos accede
los sábados y otros dos los martes, uno con turno de mañana y otro de tarde.
El jueves anterior, muy temprano, me situé delante del
ordenador para cumplimentar el formulario que se habilita para estas visitas e
intentar ser de los cuatro primeros en remitir este correo. Lo hice lo más
rápido que supe con la ilusión de recibir la contestación que me regalara la
noticia de poder acceder a la Cueva de Maltravieso, a la que he de confesar,
jamás pensé que accedería en mi vida. No recuerdo los minutos que pasaron, solo
sé que se me hicieron eternos, pero por fin sonó en el móvil la entrada de un
correo. Nunca fue ese sonido tan emocionante… y cuando encendí esa pantalla,
ahí estaba; podría cumplir uno de mis sueños: tener frente a frente la historia
más remota de la ciudad a la que quiero tanto.
Y llegó el día tras horas fantaseando de cómo sería o cómo
no sería, viendo imágenes, leyendo sobre las pinturas, releyendo artículos,
libros, haciendo la visita virtual mil veces… pero no, nada se compara con la
experiencia de entrar en la cueva.
El recibimiento y el trato que nos dieron (hablo en plural
porque ya estábamos las cuatro personas que accederíamos ese día) desde que
llegamos a las instalaciones hasta que nos fuimos fue impecable, amable,
cariñoso y altamente profesional. Vimos el audiovisual del Centro de
Interpretación recientemente actualizado y en el exterior de la entrada de la
oquedad nos hicieron las dos técnicas de la Junta, Elena y Juana, una introducción
y contextualización, ya que el tiempo en el interior de la cueva está limitado
a un máximo de una hora.
Pertrechados con mono, guantes, calzado especial, mascarilla
y casco con luz, esperamos la apertura de una puerta blanca que nos adentraría
en la historia de las humanidades. La primera sensación es de incomodidad y
estrechez. No debemos pensar en una cueva como las que se visitan
turísticamente, esto es otra cosa. Descendemos y llegamos a la Sala de Entrada.
En ella debemos permanecer agachados por la escasa altura que tiene, y así, de
repente, de golpe veo la primera de las manos en negativo, quizá no será de las
mejores que luego veríamos, pero me emocionó y me comenzó a preparar, esta vez
de verdad, para lo que iba a vivir en esa mañana. Tras unas explicaciones nos
vamos desplazando por el tortuoso caminito que se hizo para que en 1961
visitara la Cueva el prestigioso arqueólogo Martín Almagro y comenzar a poner
Maltravieso en su lugar en la historia. Pasamos por algunos angostos corredores
desde donde podimos observar medidores y sensores de varios tipos. En la cueva
se mide desde la humedad y la temperatura, como cabe esperar, a las corrientes
de aire o los niveles de Radón.
En las paredes de este corredor destaca un color blanquecino
que está causado por la exudación de un hongo que plaga esta zona de la
cavidad. Continuamos hasta la Sala de los Huesos en la que vemos aún las
cuadriculas de las últimas campañas de excavación. En esta zona aparecieron
restos óseos de animales no humanos de una edad de unos 120.000 años.
Continuamos la visita empezando a acusar la elevada temperatura y la altísima
humedad hasta que llegamos a la Sala de las Columnas, llamada así,
evidentemente, por aparecer este espeleotema en una región concreta de la sala.
Destacan, además, las estalagmitas algo dañadas por el paso del hombre
actual por allí.
En esta sala de las columnas observamos cuatro manos que nos
dejan sin respiración al pensar que se tratan de la silueta de alguien que ahora
consideraríamos poco más que una bestia, pero que por una razón que no
conocemos se vio en la necesidad de crear estas señales, estos signos que aún
hoy no entendemos del todo. Es la silueta de un hombre o una mujer que desapareció
hace miles de años, pero cuyo signo, remueve sentimientos y
emociones actuales, porque, aunque la razón no lo explique, la consanguineidad
específica hace que en la garganta se note que estamos frente al mensaje de un
semejante.
Seguimos por la Sala de la Mesita hasta llegar a la Sala de
las Pinturas, y como es de imaginar, vemos puntos y más manos, estas fechadas
en unos 21000 años. En un momento determinado una de las Técnicas de la Junta
nos pide que apaguemos los focos de nuestros cascos (no olvidemos que en la
cueva no hay luz) y solo deja encendido la del suyo. Entonces se lo quita de la
cabeza y con él en las manos se aproxima a una roca donde, en principio no
parecía haber pinturas. De pronto, por el juego de luz y sombras, resucita ante
nuestros ojos la figura grabada de una cabra de manera esquemática y
perfectamente reconocible. De nuevo la emoción empapó mis ojos al contemplar la
imagen que alguien quiso dejarnos aquí hendida hace miles y miles de años.
Porque, aunque lo conocido son las manos, en Maltravieso están representados
bóvidos, cérvidos, équidos e incluso un animal indeterminado sin cabeza, a
veces grabados, otras veces pintados.
Y llegamos a la Galería de la Serpiente con una extraña
sensación. Mientras que otros podían estar pensando que nos alejábamos cada vez
más de la entrada, lo que podría producir cierta inquietud o ansiedad, yo no
experimentaba eso. Yo sentía que entraba en algo cercano, que en lugar de
alejarme me acercaba a una matriz que dota de sentido a todos mis pensamientos,
que me acercaba a lo más cercano por proximidad a lo más lejano. Según nos
adentrábamos la sensación de estar en casa aumentaba y esto culminó
cuando en la Galería de la Serpiente, la última que se visita porque no se
puede acceder a la Sala de las Chimeneas, me dice una de las Técnicas de la
Junta: "túmbate un poco y mira hacia arriba". Me tumbo mirando a un saliente de
la roca y de pronto veo el negativo de una mano que, aunque algo desdibujada me
era muy familiar, y entonces me dice: “esa es la de los 66700 años”.
Justo frente a mí, a unos 40 o 50 cm tenía LA PINTURA
RUPESTRE MÁS ANTIGUA DEL MUNDO, compartiendo espacio y sensaciones con las que
un Neandertal hace 70000 años dejó esta marca de su mano.
No tengo las cualidades suficientes para expresar lo que
sentí ese día; entrar en Maltravieso es mucho más que visitar una cueva, es
viajar en el tiempo y explorarnos a nosotros mismos al tener tan cerca la marca
de las diferentes humanidades que pisaron el mismo suelo que nosotros, que
bebían el agua del Calerizo que ahora despreciamos y que son los Padres del
Arte Mundial; una importante parte del engranaje evolutivo que nos ha traído hasta aquí.
En esta entrada solo quería agradecer a los responsables de
Patrimonio de la Junta el que nos den la oportunidad de ver y sentir nuestra
historia de esta manera. Y aprovecho para corregirme a mi mismo, porque en
muchas ocasiones he manifestado que no entendía por qué no se dejaba investigar
en la cueva, y he de reconocer que hablaba desde el desconocimiento de la
fragilidad del patrimonio que guardan esas Calizas. Después de años de apertura
indiscriminada, las pinturas y grabados han sufrido un gran deterioro que ahora
hay que intentar mitigar extremando las medidas de seguridad y protección, lo
que ha llevado a tomar medidas que, seguramente, no son del gusto de nadie. Y
quisiera decirles a todos aquellos que libremente afirman que Maltravieso está
abandonada, que no es verdad, que está ampliamente monitorizada y que
puntualmente se toman registros de numerosos parámetros que se controlan para
intentar preservar este patrimonio de la humanidad. Y por último quisiera recordar a muchos cacereños que en esta cueva urbana tenemos las PINTURAS RUPESTRES MÁS
ANTIGUAS DEL MUNDO.
Hoy solo quería contaros esta preciosa experiencia, Al Detalle.
Hoy solo quería contaros esta preciosa experiencia, Al Detalle.
Sin haberla visitado, la emoción que trasmites en tu relato es me traslada al interior...Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar, ha sido una experiencia preciosa¡
EliminarMagnifico relato. A ver si tengo ocasión de repetir esta experiencia. La última vez que entré fue en 1996. Una precisión: la trinchera para visitar la cueva se hizo en 1960 pero no para que entrara Martín Almagro, sino que fue este investigador quien la solicitó a la Diputación tras visitar la cavidad en 1959 en compañía de mi padre (Carlos Callejo) en noviembre de 1959, pues entonces habia que arrastrarse por todo el recorrido. Con los espeleotemas que había entonces hubieras alucinado el doble. Un abrazo.
ResponderEliminarAlfonso, un honor poder aprender de usted. Rectificaré el dato con su permiso¡¡ Un saludo y gracias por comentar en el blog
EliminarEl martes me toca a mi. Tu relato no hace mas que aumentar mi ansiedad por que pasen los dias. Gracias.
ResponderEliminarAbre bien los sentidos y a dejarse llevar por el embrujo de la cueva¡¡¡
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