Toda ciudad que se precie tiene que tener algún personaje singular, característico y que llene de tipismo y de identidad un pueblo. Uno de esos personajes en Cáceres fue Leopoldo, el vagabundo de la bicicleta. Desde su llegada a Cáceres por 1987, hasta que fue trasladado al psiquiátrico de Mérida en 2004, Leopoldo se ganó el cariño de los cacereños, gracias a su amabilidad y su tendencia a huir de los problemas y los conflictos. No obstante, esa ciudad que ahora le llora, le ignoró durante años convirtiéndole en una postal, en una imagen despojándole de sentimientos o de pesares. Afortunadamente algunos ciudadanos le ayudaron a soportar su deambular de una manera algo más digna, a todos ellos MUCHAS GRACIAS.
De Leopoldo se han dicho muchas cosas, la leyenda más conocida sobre él le otorgaba la profesión de cirujano, un afamado médico que un triste día se tuvo que enfrentar a la operación más complicada de su vida: operar a vida o muerte a su propia hija, que, desgraciadamente, fallecería en la intervención. Este hecho habría llevado a nuestro amigo a una depresión y la indigencia. Sabemos que esto no es verdad, gracias a la investigación y el trabajo periodístico, por ejemplo de Amelia Tornero, pudimos conocer algunos detalles de la vida de Leopoldo.
Su nombre completo era Leopoldo Prieto Martínez y nació un 6 de diciembre de 1937 en la ciudad de Mérida. Su verdadera profesión fue la de fotógrafo, trasladándose a los 30 años de edad a la localidad catalana de L´Hospitalet de Llobregat a desarrollar su oficio junto con su mujer, con la que tuvo dos hijas. La adicción al juego, más concretamente a las apuestas en carreras de galgos, y los problemas psiquiátricos que arrastraba, le trajeron grandes problemas de socialización y le avocaron a la separación de su familia. Un trastorno con manías persecutorias le llevaron a huir y deambular hasta que recaló en nuestro Cáceres por el año 1987.
Junto con su inseparable bicicleta y su abrigo, incluso en el verano más duro, deambulaba por las calles de nuestra ciudad, de manera más habitual por Gil Cordero, Cánovas o Plata de Osma y dormía cada noche en la entrada del garaje del número 6 de la Avenida de Guadalupe. Nunca pedía, aunque sí aceptaba ayuda. Nunca molestó a nadie y soportaba con una paciencia infinita las tonterías que a veces los adolescentes les decían. Se granjeó el cariño de muchos y cenaba cada día gracias a los responsables del Bar Lido, otros le daban algo de ropa, que no le duraba limpia más de dos días, y entre unos y otros le hicieron una pesada vida algo más ligera.
En 2004 se le perdió la pista, nadie sabía dónde estaba y los rumores y especulaciones poblaron las conversaciones de bar. Unos decían que lo habían encontrado muerto una mañana, otros que si le habían visto en Badajoz... en realidad fue trasladado al Psiquiátrico de Mérida como pudimos descubrir en el 2008 gracias a la fotografía y la información que dio a los medio su amigo Pepe Ordiales. Desde entonces permaneció ingresado, calentito, limpio y sin su bici característica, pero gozando de unas condiciones más dignas para esta siempre digna persona.
El en día de ayer, 13 de febrero de 2019, a las 6 de la mañana falleció en el Hospital de Mérida. Durante su velatorio, en el Tanatorio Servisa de la capital extremeña, nadie le acompañó. Quizá es un buen final para esta historia, muy parecida a su vida. Muchos le apreciábamos, aunque en la distancia, y ha muerto como vivió mucho tiempo: querido pero solo. QUE LA TIERRA TE SEA LEVE
ILUSTRACIÓN: Pedro Camello para la revista Farragua.
Me apena y muestro mi cariño hacia este hombre de la bicicleta al que recordaremos durante mucho tiempo.
ResponderEliminarLe recordaremos siempre...D.E.P
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