Hay monumentos que, por familiares y comunes, pasan
desapercibidos para los que llevamos viéndolos toda la vida y nunca nos hemos
preguntado por su origen y la razón por la que están donde están. Hace pocos días
un seguidor del blog me preguntaba por el ancla que hay en el paseo de Cánovas
y en el momento no supo contestarle. He buscado un poquito de información y así
os lo cuento a todos.
El ancla que vemos junto a la Fuente Luminosa es un ancla
del siglo XVIII de hierro y madera que fue donada a la ciudad por La Liga Naval
Española y que llegó a Cáceres el 25 de junio de 1978. Esta institución regaló
anclas a muchas ciudades españolas y a algunas localidades extremeñas más como
Badajoz y Trujillo en “reconocimiento a los extremeños que descubrieron y
conquistaron el mundo a través de la mar”.
El 28 de julio se conceden los permisos para su instalación,
pero como eran malas fechas para la burocracia, no se decide su ubicación hasta
el 30 de septiembre. Inicialmente se coloca frente a la fuente en el comienzo
de la Avenida Primo de Ribera, y no donde la vemos ahora. Pero surge un
problema… el ayuntamiento no quiere costear la construcción del pedestal de
granito sobre el que tendría que lucir y pretende que la Liga Naval la costee.
Finalmente es el consistorio cacereño quien asume las 200.000 pesetas que costó
aquella mole gris que mucho d vosotros recordaréis y que incluía en las
esquinas, y en varias direcciones, las siglas LN (de Liga Naval) y la
inscripción “La Liga Naval a la ciudad de Cáceres”. Finalmente, el monumento es
inaugurado el 22 de octubre de 1978.
Pasan varias décadas y aquel rincón se convierte en uno de
los puntos negros del tráfico de esta ciudad y en septiembre de 2012 el ancla
es retira, primero para ser restaurada porque estaba muy deteriorada de la
intemperie y de los humos de los coches, y por otro lado para eliminar el
costoso pedestal y decidir una nueva ubicación al regalo que 34 años antes le
habían hecho a la ciudad. El monolito se desmantela y solo se conservan las
inscripciones para ser reaprovechadas en el nuevo emplazamiento. Al ancla le
quitan la trabazón de madera y la sustituyen, por esas ironías del destino, por
una traviesa de tren.
Finalmente, poco tiempo después el ancla se sitúa en una
zona ajardinada muy cercana, pero a ras de suelo para que no moleste al
tráfico, donde ahora la vemos, y a su alrededor colocan los restos de aquella
plataforma que nos costó 200.000 pesetas de 1978.
Ahora cuando pasemos frente a este monumento, conoceremos un
poquito mejor la historia del ancla de esta ciudad sin mar que hoy os he
querido enseñar, Al Detalle.
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