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OTRO BUJÍO EN EL MILLAR DE LOS LICENCIADOS

Hay días que te apetece repetir las rutas que llevas años haciendo; otros sales a la aventura y recorres esas bifurcaciones que no sabes dónde te llevarán y que has ignorado por no se sabe qué motivos. Hay otras ocasiones que planeas y buscas por satélite líneas que parezcan construcciones humanas. Eso es lo que me pasó el otro día cuando miré, antes de aventurarme, a dónde dirigía uno de esos caminos laterales de uno por el que paso con frecuencia y afortunadamente me topé con los claros restos de unas zahúrdas. Al hacer un poco más de zoom me sorprendió una estructura demasiado uniforme para ser natural, porque en ella se notaban dos círculos concéntricos perfectos, por lo que deduje que podría tratarse de un bujío que aún conservaría su falsa cúpula, aunque me parecía ser demasiado grande para tratarse de un chozo como los que hay en la zona. Comprobé que el camino estaba transitable y a la mañana siguiente me subí a la bicicleta con la esperanza de encontrar restos de esa arquitectura vernácula que tanto me gusta y que en tan malas condiciones conservamos en estas ingratas tierras. 




Sin mucha dificultad transité por un sendero donde los animales pastaban sueltos, atravesé una lancha de granito que hacía desaparecer el camino por momentos y de pronto me topé con él: un majestuoso y enorme bujío en un gran estado de conservación para lo que estamos acostumbrados. Es ese tipo de chozo donde la cúpula no tiene el mismo diámetro que la planta, sino que nace más adentro. Su diámetro mayor es de unos siete metros y el menor de unos 5. Varios vanos y una pequeña linterna, permiten el paso tímido de la luz.

La improvisada y maltrecha puerta era suficiente como para disuadirme de la intención de entrar a ver qué escondía, aunque no pude resistir la curiosidad de asomarme por aquellos bajos y pequeños ventanucos.

Pronto me percaté de varios restos de muro que usaban la piedra natural para delimitar el perímetro de lo que debió de ser una cerca de cochinos. Cuando estaba haciendo fotos apareció un señor que al principio no se mostró demasiado amable, pero que al comprobar que era un simple ciclista curioso, relajó el tono y entablamos una larga y cordial conversación, en la que me dijo que días atrás habían estado por allí algunos amigos de lo ajeno robando chapas, alambres... y por eso el tono del principio. Como vio que mis intenciones eran otras, de inmediato comenzó a contarme historias de quienes habitaron aquel chozo en el que llegaron a cohabitar hasta 4 personas en unas condiciones que hoy nos parecen intolerables, pero que eran el modo de vida de muchos de nuestros antepasados no hace tantísimo tiempo.


Aquel amable señor también se convirtió en un guía improvisado y me llevó a ver unas pilas donde bebían los cochinos y que ahora casi no se ven por la vegetación y me enseñó otros restos interesantes plagados de relatos que me encanta escuchar de boca de nuestros mayores, que tantas cosas tienen que enseñarnos. Con tanta charla me di cuenta de que se me hacía un poco tarde y tuve que marchar sin terminar de tomar las fotos y grabar los vídeos que me gusta hacer para enseñaros.



Al día siguiente me dispuse a volver y al llegar me topé con otro inesperado amigo: el caballo que pastaba libremente el día anterior en otra zona, ahora comía a las puertas del bujío, regalándome preciosas imágenes y un momento posterior de tranquilidad que aproveché para sentarme a mirarle y escuchar... y nada más. Cuando decidió marcharse tomé algunas fotos más y algunos vídeos.

Volví a casa con las mismas sensaciones y sentimientos que tengo siempre al conocer estos lugares: por una lado la profunda admiración por los que levantaron este tipo de edificación y por lo que tuvieron que vivir y trabajar en ellas. Por otra parte siempre me da rabia comprobar lo poco que cuidamos nuestra arquitectura vernácula y la memoria de nuestros antepasados. Reconozcamos sin pudor de dónde venimos y luchemos por conservar estos vestigios para que la mía no sea la última generación que admire estos bujíos en pie. 

Hoy solo os he querido enseñar este testigo de nuestro pasado, Al Detalle. 

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