En mis años de estudiante de biológicas en Badajoz, cuando iba y volvía a casa en el autobús, me llamaban la atención las ruinas de un caserón que marcaba el límite entre la zona de sierra y los llanos y que me anunciaban la pronta llegada a casa. Hace unos días lo recordé y decidí acercarme a él para ver si podía acceder y disfrutar de su ruinoso encanto. A unos 20km de la ciudad, en la carretera de Badajoz, se levanta esta casa de finales del siglo XIX, con cierto aire colonial, con una vivienda principal de dos plantas, una ermita, una zona para el servicio, así como unas enormes zahúrdas.
En el zaguán de entrada llaman la atención los azulejos del suelo, una cenefa esgrafiada y una gran escalera de granito sobre la que resaltan dos grandes escudos también esgrafiados. Sobre esta gran estancia se articula el resto de la casa en la que destacan el gran número de chimeneas que debió de tener y que han desaparecido, porque seguramente fuesen de buena factura y cantería de granito.
En el exterior han desaparecido los azulejos que decoraban la parte baja de las ventanas y balcones, excepto en uno de los laterales, donde podemos disfrutar de ellos y suponer cómo serían en el resto de la fachada. En el lado izquierdo del inmueble hay un precioso porche con moldura ornamental que quiere recordar a los estilos coloniales más típicos de otras zonas.
En las traseras la zona del servicio, con pequeñas estancias con hornacinas en las que los trabajadores vivían al servicio de los inquilinos de la gran casa.
La decadencia de este tipo de lugar siempre me llamó la atención y sólo pienso en que si en esos años de estudiante hubiera parado a visitarla, hubiera encontrado menos ruina y podría haber disfrutado de más elementos decorativos intactos, pero como eso nunca podré saberlo, prefiero disfrutar del ahora y enseñaros unas fotos de la visita. En un segundo artículo os mostraré la capilla de la finca.
Bonito trabajo. Me ha encantado. Hace años que visité esta finca; tiene un cierto magnetismo y produce mucha nostalgia. Muchas gracias.
ResponderEliminarPero la casa de quién es? Incluye una finca de tierras también? Quién es su propietario? Yo he ido de chico mucho, hace más de 20 años :)
ResponderEliminarSi no me falla la memoria, esa casa y finca era propiedad de Dª Mercedes Calle, desde hace muchos años, está en el patrimonio de la Fundación Mercedes Calle - Carlos Ballestero (su esposo), que se encarga de gestionar y explotar los bienes de la misma.
EliminarBuenas tardes! no es un comentario lo que quiero hacer de esta preciosa casa. Es más bien una curiosidad. ¿quién o quiénes habitaron esta casa? ¿qué familia? Y ¿cuándo la abandonaron?
ResponderEliminarBuenos días
ResponderEliminarYo estuve en esa casa hará unos cuarenta años. Ya estaba abandonada pero aún conservaba unas magnificas chimeneas, algunas de cantería y otras de ladrillo, contaba con puertas, ventanas, rejas en los balcones,... recuerdo incluso una gran bañera con patas en un enorme cuarto de baño de la planta superior. Parecía un palacete. En el exterior había un pozo equipado con algo así como una noria donde, según me explicaron, se colocaba a caballos que la hacían girar para que hubiera agua corriente.
Esta casa estaba cerca de la entrada de una gran finca, que contaba con otras viviendas mucho mas humildes; algunas junto al edificio principal y otras mucho mas alejadas, en el interior de la propiedad.
Esta casa fue construida a principios del siglo XX por Francisco Martín Pedrilla Calzado, abogado y profesor. Servía de residencia veraniega siendo la casa principal de la familia el actual Museo Pedrilla. Este señor estuvo casado con Ana de Lancantre-Laboreiro y Souza de Villalobos dama portuguesa muy linajuda a la que corresponden los escudos de la heráldica. A ella también se debe el aire portugués de l edificio. A los españoles esos tejados inclinados los explicamos como un influjo de las páginas chinas en el arte portugués. Lo cierto es que adaptan las formas del barroco italiano-germano del monasterio de Mafra. Con unos conocidos pude colarme en el edificio en mi infancia, allá por 1980. La familia llevaba años sin residir, pero puedo asegurar que por entonces se conservaba perfectamente con alfombras, cuadros y todo el mobiliario de una casa de familia de alcurnia. En la capilla había una efigie de madera de la Virgen.
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