Si alguien ha pasado por la cercana localidad de Aldea del Cano entre el 15 de agosto y el 24 de diciembre, se habrá sorprendido al ver un gran tocón de encina en medio de su plaza. En el pueblo le llaman TUERO, y he de confesar que hasta que esta localidad no se convirtió en mi pueblo de adopción, nunca había oído hablar de esta tradición, a pesar de lo cerca que está de Cáceres. Es curioso ver cómo hay cosas que no cambian a pesar de los cambios, que en algunos lugares las tradiciones de quintos sobreviven a pesar de la desaparición del servicio militar, y ver cómo la gente defiende y mantiene los ritos que ya mantuvieron su padres, los padres de sus padres...
La mañana de Santiago, los quintos después de un buen desayuno, marchan al campo a arrancar un tocón seco de encina, y en eso quiero dejar las cosas muy claras; se escoge, con el permiso del Seprona y los dueños de las fincas, una encina muerta o gravemente enferma. Esto lleva haciéndose así ya varios años, y permite que convivan la tradición y el respeto por la naturaleza que en otros tiempos se olvidaba. Junto a los padres de los chicos y chicas (porque en este pueblo hay quintos y quintas) y alguna copilla, se arranca el tuero y se coloca en un remolque a la espera del día 15 de agosto, en el que se celebra la Asunción de María, pero como ellos son así, aquí celebran el día de la Virgen de los Remedios, patrona de la localidad. Este día, al finalizar la celebración eucarística, todo el mundo aguarda la llegada de los quintos con su aportación a la fiesta. Se espera con impaciencia la llegada del tractor que arrastra el remolque con el tocón de encina, mientras se comentan cosas como "el año de mi quinta era más grande", "qué grande este año" o "cada año es más pequeño", cosa que si fuera cierta, en los años que llevo disfrutando de la fiesta, el tuero ya sería un bonsái.
Algunos quintos veteranos enganchan unas fuertes cintas a las ramas cortadas o raíces de la encina, y empieza el momento de sacar la fuerza bruta para volcar el remolque y colocar el tuero en medio de la plaza. El momento en el que cae entre el polvo es especial, sin ser de allí me emociona, me hace acercarme al pasado, a la raíz de nuestras tradiciones, y uno no puede evitar aplaudir entusiasmado cuando el tuero llega al suelo, al lugar privilegiado que será su hogar durante más de cuatro meses. En este momento los quintos "pasan la manta", pidiendo dinerillo a los vecinos para continuar la fiesta de la que se tiene tantas ganas con esa edad. Entre los gritos de ensalzamiento a los quintos del año, se cruza el grito de "billetes, billetes" de los jóvenes, esperando a que en la manta caiga algo más calderilla.
El tuero permanece en la plaza hasta el 24 de diciembre, soportando los calores del final del verano, la lluvia, el trasiego de la plaza, los días de mercado... hasta la noche de Nochebuena, pero eso ya os lo contaré más adelante...
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