Os propongo un paseo de dificultad media, de unos catorce kilómetros de corrido
circular, por el que viajaremos en el tiempo, desde los mares del carbonífero a
las explotaciones mineras del siglo XX, atravesando preciosas dehesas, canteras
en activo y otras abandonadas, sorprendiéndonos con un cortino colmenero en
perfecto estado de conservación y en uso, y sobre todo, les invito a disfrutar
de uno de los paisajes más puros, bellos y desconocidos de los alrededores de
la ciudad de Cáceres: la cima del Cerro del Milano.
Parte esta
ruta de Fuente Fría, en la cacereña Ribera del Marco. Estamos en pleno calerizo
y junto al único flujo de agua continuo de la ciudad. La historia de Cáceres no
puede entenderse desligada a la ribera, ya que desde su fundación fue su único
abastecimiento de agua junto a los numerosos aljibes. Actualmente está poblada
de preciosas huertas que recorremos subiendo desde la fuente por un camino de
tierra que termina en uno mayor por el que continuaremos dirigiéndonos a la
derecha. Las huertas se nutren de las aguas del manantío conocido como la
Fuente del Rey, al que llegaremos si seguimos adelante tomando el sendero
siempre de la derecha cuando se nos plantee un cruce de vía. Pronto divisaremos
una alta chimenea de ladrillo, de una antigua almazara y que se está
reconstruyendo para albergar un Espacio de Creación Joven. Es justo ahí, cuando
alcanzamos la chimenea, donde el camino comienza a dirigirnos a la izquierda;
una pista asfaltada nos anuncia un tramo de constantes y suaves subidas por la
solana de “La Montaña”. Caminamos entre casas de campo y muros de piedra y
cuando llevamos algo más de un kilómetro, en lugar de seguir recto, por un precioso
olivar, tomamos otra pista asfaltada, que en esta ocasión también se sitúa a la
izquierda. Empezamos a tomar altura y perspectiva; poco a poco, sin demasiada
dificultad ascendemos disfrutando de las llanuras cacereñas y de la falda de la
sierra, plagadas de quejigos, acebuches, madroños, jaras, cantuesos… un
espectáculo de la naturaleza a unos minutos del casco urbano.
Hemos
comenzado la ruta por la zona más moderna desde el punto de vista geológico,
con evidencias incluso cuaternarias, como es el calerizo, que se formó hace
unos 300 millones de años, momento en el que nuestras tierras formaban parte de
un mar somero y cálido, y en el que la vida era exuberante, lo que permitió el
depósito de material calcáreo de origen biótico que formó las calizas y dolomías
que hemos pisado a lo largo de la ribera. Según ascendemos vamos viajando atrás
en el tiempo, llegando al Ordovícico (unos 450 m.a.), aquí el mar es algo más
profundo y nos dejó fósiles como crucianas y skolitos en las pizarras, areniscas,
y fundamentalmente las cuarcitas armoricanas que se formaron desde el inicio
del Paleozoico.
Según
ascendemos atravesando preciosos olivares nos preguntamos por qué al ascender
pisamos terrenos más antiguos, cuando estos deberían situarse en las zonas más
profundas. La respuesta está en la propia formación del Sinclinal de Cáceres,
debido a los esfuerzos tectónicos de la orogenia Hercínica, que ocurrió hace
unos 300 m.a., y que creó un plegamiento en forma de cubeta con orientación
NO-SE que es lo que hoy conocemos como la Sierra de la Moca. Los materiales
elevados sufrieron gran erosión
perdiéndose así los más recientes y dejando en los picos los más antiguos y en
el centro de la cubeta, por sedimentación, los más modernos.
Y mientras
pensamos en estas cosas llegamos a un cruce desde donde parten tres caminos:
uno que parece ser el principal que desciende, otro desdibujado al frente y uno
muy empinado y de piedra, a la izquierda, y aunque parezca la peor opción, será
la que tomemos por dos razones: continuamos ascendiendo y porque nos permitirá
observar dos preciosas canteras con detalle. A los pies de la ladera, en
activo, la cantera de Olleta, que al llegar al nivel freático ha formado un
gran lago verdoso-azulado en su interior y que ofrece unas imágenes
especulares. La otra al final de la cuesta, la cantera abandonada del Portanchito.
En ella se obtuvo cuarcita durante décadas y con las que se construyó una buena
parte de la ciudad antigua. Además podemos distinguir un filón de caolín (de
color blando), y si nos entretenemos podremos encontrar pirolusita o fósiles
interesantes (braquiópodos fundamentalmente) y con algo más de suerte, nos
toparemos con una familia de meloncillos que suelen salirme al encuentro cada
vez que subo. De la entrada de la cantera parte un pequeño camino señalizado a
la derecha que nos lleva a una pista asfaltada por la que continuaremos
ascendiendo hasta llegar a una casa de campo donde el camino continúa a la izquierda,
subiendo al Portanchito (las antenas, como aquí las llamamos) o bajando a la derecha,
que es por donde continuaremos. Seguiremos hasta alcanzar la explanada donde si
situó el “Sanatorio de tuberculosos” ya demolido, pero del que aún se conservan
los cimientos. Fue construido en el año 1930 con el nombre de “Enfermería de
Victoria Eugenia”, abandonado en 1950 fue demolido finalmente en el 2001. El
olor de los pinos e eucaliptos que lo rodean nos hace tomar una bocanada de
aire fresco y puro, como el que venían a disfrutar los pacientes de estas
instalaciones, para continuar camino por la carretera que lo atraviesa, en esta
ocasión a la izquierda, hacia el interior de sinclinal.
Descendemos
unos metros por la carretera y tomamos una pista de tierra que sale a la
derecha, cerrada por una cadena al paso de vehículos, pero de libre acceso al
caminante. A lo lejos, en lo alto de un pico vemos un pequeño árbol, nos parece
inalcanzable, pero si seguimos sin prisa, disfrutando del paisaje llegaremos
mucho antes de lo que cabría esperar. Mientras avanzamos por preciosos bosques
mediterráneos y con el perfume característico de las jaras, sale una gran pista
de tierra a la izquierda, con bastante inclinación, pero asequible a cualquier
senderista. Subimos despacio y con paso firme, cada vez ese arbolito se acerca
más y nos entran aún más ganas de llegar. Al final de la cuesta, el instinto
nos indica que sigamos a la derecha, en busca de la cima. Entre retamas,
tomillos y encinas continúa el camino hasta que lo abandonamos en dirección a
la izquierda para pronto coronar el cerro. Seguimos ascendiendo y somos guiados
por hitos colocados por los caminantes y escaladores que visitan la zona, no
hay pérdida, y poco a poco, llegamos a una zona donde el sendero se pierde y
sólo nos quedan los hitos y la intuición para guiarnos; sólo restan unos metros
entre rocas, y cuando queremos darnos cuenta, estamos junto al arbolito, que ya
podemos identificar como un pequeño alcornoque, quizá uno de los que tienen las
vistas más privilegiados de los que existen. Y al mirar alrededor uno no puede
más que sorprenderse, admirarse y emocionarse por el paisaje. Estamos en lo
alto del sinclinal, con una visión excepcional de la penillanura cacereña, tan
sobrecogedora que sólo puede hacernos buscar el silencio interior, en un
intento de alargar este momento lo más posible, consiguiendo que el tiempo se
detenga por unos instantes.
Para el
caminante curioso la visita al cerro no acaba más que empezar. La zona no sólo
es geológicamente interesante por los espectaculares pliegues de las rocas o
las marcas del oleaje del mar que fue (ripples), o por los fósiles que lo
pueblan, como enormes crucianas, sino que también es rico en setas en otoño, es
interesante por las manchas de bosque mediterráneo que conserva. En una de las
escapadas a la zona encontré una pintura rupestre inédita y que está siendo
actualmente estudiada por expertos; algunos la consideran un ramiforme
incrustado, otros un antropomorfo. Estoy seguro que aún encontraremos más si
seguimos mirando AL DETALLE. Pero estas búsquedas quedan a la curiosidad de
cada uno, yo propongo acabar el ascenso junto al alcornoque y comenzar la
vuelta en ese momento.
Comenzamos
el descenso entre cuarcitas bellamente plegadas, grandes crucianas, jaras,
cantuesos… y regresamos al punto donde abandonamos la pequeña carretera para
tomar el camino que nos trajo a la cima. Cuando la alcanzamos, vamos a la
derecha, a lo profundo del valle. Seguimos descendiendo, el paseo ahora es más
sencillo. A la izquierda la umbría de “La Montaña”, en lo alto las antenas del
Portanchino, y nosotros seguimos descendiendo tomando siempre los caminos de la
izquierda hasta que tras una curva nos topamos con una rara construcción, es en
realidad un cortino (o cortín) colmenero. Los cortinos son antiguas
edificaciones donde se situaban las colmenas para protegerlas de los animales.
Casi circular y en pendiente, conserva el sistema escalonado donde aún se
depositan las colmenas para que no se tapen unas a las otras. Los cortinos son
más comunes en el noroeste de la península, aunque existen otros en la
provincia, sobre todo en la zona de las Hurdes, siendo éste el único del
término de Cáceres.
Continuamos
por el camino que traíamos y que ya no dejaremos hasta llegar a la ciudad, y a
pocos metros nos sorprenden los esqueletos de torretas y de edificios
abandonados; son las minas de San José de Valdeflores. Explotación minera
abandonada en los años 70 del pasado siglo, sirvió como fuente de litio y
estaño por ser rica en Ambligonita y Casiterita y si tenemos un poco de
paciencia y rebuscamos por la zona podremos contemplar preciosos ejemplares de
turquesa. El aspecto actual es desolador, el abandono y la suciedad lo invade
todo y debemos extremar el cuidado si decidimos salirnos del camino, porque,
aunque cegadas las bocaminas, hay peligro de sufrir algún accidente.
Dejamos las
minas atrás y continuamos camino, sin dificultad, sin ramales, y tras varios
kilómetros llegamos a la ciudad, a la Ronda Vadillo y nos dirigimos a la
izquierda para contemplar la joya de la ciudad: la parte antigua. Las vistas de
aquí nos transportan a siglos atrás. Pasamos por Fuente Concejo, una de las
fuentes históricas de la ciudad, continuamos para contemplar la Torre de los
Pozos, parte de la antigua Alcazaba y en la que se aprecian aún inscripciones
almohades originales.
Llegamos al maltrecho puente de San Francisco y reparamos en un viejo pilón casi escondido, que según mis propias investigaciones, alberga un mapa astrológico medieval sobre su viejo caño de agua ya seco. Sin darnos cuenta estamos junto al punto de origen y acaba la ruta por el pasado geológico de la ciudad y en la que hemos podido disfrutar de la flora, la fauna y la arquitectura vernácula de los alrededores de Cáceres, que muchas veces nos pasan desapercibidos, pero que hoy hemos querido mirar AL DETALLE.
Llegamos al maltrecho puente de San Francisco y reparamos en un viejo pilón casi escondido, que según mis propias investigaciones, alberga un mapa astrológico medieval sobre su viejo caño de agua ya seco. Sin darnos cuenta estamos junto al punto de origen y acaba la ruta por el pasado geológico de la ciudad y en la que hemos podido disfrutar de la flora, la fauna y la arquitectura vernácula de los alrededores de Cáceres, que muchas veces nos pasan desapercibidos, pero que hoy hemos querido mirar AL DETALLE.
Esta ruta forma parte del libro "Rutas para descubrir Extremadura" presentado en el VI encuentro de blogueros de Extremadura, con el patrocinio de la Dirección General de Turismo de la Junta de Extremadura.
Extraordinaria entrada. Soy un habitual de esta ruta y sus variantes, y por habitual me refiero a prácticamente todos los días.
ResponderEliminarComo siempre he aprendido muchas cosas y desde ahora transitaré estos caminos con más conocimiento de causa.
Confieso que me ha llenado de entusiasmo tu descubrimiento de es pintura rupestre, también miraré con más atención por la zona, pero sin divulgar mucho, que hay mucho cafre por ahí...
Saludos.
Muchas gracias Pedro¡¡ A ver si nos cruzamos por esos caminos y nos saludamos, yo también lo transito habitualmente¡ Un saludo.
ResponderEliminarHola , me gustaria saber el lugar en el que se encuentran los quejigos
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