En el anterior artículo os contaba, AL DETALLE, la historia y
fiesta de las lavanderas de Cáceres y os indicaba que una de las fuentes y
lavaderos que usaban se situaba en la subida a la Montaña, junto a San Marquino,
conocida como La Fuente del Corcho (o del Corchito). Quizá es de las fuentes
más desconocidas por los cacereños y ha estado a punto de perderse, pero
afortunadamente y gracias a iniciativas como la de la ONG ARBA, pero sobre
todo, gracias al trabajo, dinero e ilusión de los vecinos de los barrios
próximos es por los que ha sido posible que este rincón recupere parte de su
perdido humilde esplendor, y que no haya sucumbido (por ahora) entre el olvido y
las zarzas.
Tanto en el cartel de la entrada al recinto, como en la
prensa, aparece 1817 como su fecha de construcción, pero a decir verdad, no he
encontrado ningún documento ni bibliografía que corrobore este dato, aunque
tampoco nada que no lo haga, por lo que lo tomaremos como verdadero. La fuente está
como a 300 metros del barrio de San Marquino y se accede a ella por un bonito
camino de tierra perfectamente transitable a pie en todo su recorrido. Según
nos acercamos llegamos a un pequeño puente que salva un minúsculo cauce de
agua, pero suficiente como para dificultar el acceso a la fuente. A su derecha otra fuente de piedra de forma cúbica, con su perímetro pintado de blando, usado
por las lavanderas para enjuagar y aclarar las ropas que habían lavado más
arriba. Nos vamos acercando y vemos que el paraje está bastante limpio y
cuidado, a pesar de estar en mitad del campo. Hay unos bancos para poder
sentarse, así como unas estructuras de hormigón, que su supongo que hacen la
veces de mesas. El lugar nos evoca al pasado, no puedo evitar el pensar en décadas atrás, en el ir y venir de la gente por agua, en las lavanderas cantando
para hacer más llevadero el trabajo, de la quema del pelele el último día de
febrero…
Hay un pequeño depósito perfectamente encalado con un cartel
con el nombre de la fuente y con un moderno grifo del que aún sale un agua pura
y muy fría. Semienterrada se ve aún alguna de las pilas de lavar, donde las
mujeres colocaban su “panera” de madera para lavar la ropa y siento un
escalofrío que me recorre todo el cuerpo, imagino a aquellas trabajadoras en un
día como ese, frío y lluvioso, con las manos metidas en el agua frotando para
limpiar la ropa de “sus amas”, y me estremezco con el padecimiento que debieron
de sufrir para llevar unas monedas a su casa.
Hasta los años 50-60 mujeres como Lorenza “la gata”, Agustina “la galapera”, de la calle Trujillo o
Catalina “la montanchega”, de la calle Tenerías, se arrodillaban a diario en
esas pilas, dejaron sus horas y su salud en un lugar que ha estado a punto de
perderse. Sus esfuerzos son tan importantes como las batallas del más noble
caballero, y su recuerdo merece permanecer en nosotros para que sepamos a dónde
ir, sabiendo de dónde venimos. Las instituciones cacereñas dejaron de lado este
lugar (como otros) y sólo gracias a la iniciativa de ARBA o vecinos como Martín
Pilón o Fulgencio Borrella, podemos disfrutar de este lugar en un estado de conservación
más que aceptable. Sirva este post como homenaje a aquellas lavanderas y estas
personas que han permitido que su recuerdo perviva a lo largo del tiempo.
Muy interesante, me gusta enterarme de "cosas" de mi tierra. Gracias
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