La noche de San Juan, como en otros muchos lugares, era una
de las fechas más señaladas en el calendario festivo de nuestra ciudad, no
tanto por las celebraciones religiosas, mucho menos importantes que las
dedicadas a otros Santos, pero sí por sus aspectos más mágicos y ritualísticos.
La fiesta puramente religiosa fue perdiendo fuerza ya a mediados del siglo XIX
hasta desaparecer, y consistía en una eucaristía, seguida de una pequeña
procesión y una “mesa de ofrendas” en la que se subastaban productos ofrecidos
por los vecinos que iban desde la típica bandeja de pestiños hasta un cordero
vivo. Con lo recaudado se ayudaba al mantenimiento del Santo y la Parroquia.
Esa tarde era de fiesta, y los vecinos y feligreses se engalanaban y pasaban
una fantástica velada de paseo y merienda.
La ciudad era rica en dichos
y refranes que tenían como protagonista a San Juan o su día. Los había de
diferente temática, destacamos los referentes al ciclo agrícola:
“Agua por
San Juan, quita vino y no da pan”
“Si quieres
coger (o comer) pan, ora por San Juan”
“Hasta San
Juan todo vino es rabadán”, haciendo referencia a que hasta ese momento el futuro vino
siempre es bueno, y es a partir de esta fecha, cuando las condiciones del
tiempo pueden variar la vendimia.
También muy cacereño es el refrán que se refiere a uno de los
símbolos iconográficos del Santo: el dedo con el que señaló a Jesús y dijo
aquello de “He aquí en Cordero de Dios”, por eso lo vemos con el índice
señalando a un corderito, no muy bien logrado, la verdad.
“Más tieso
es el galán, que el dedo de San Juan”
Pero la gran mayoría de los
refranes van referidos a los amoríos, porque en esa noche mágica eran números
los ritos que se hacían para conseguir el amor de la persona deseada:
“La mañana
de San Juan, cuajan la bellota y la nuez, y por la par, los amores de los que
se quieren bien”
“Mañanita
de San Juan, madruga, niña, temprano, para darle el corazón al galán que puso
el ramo”
Este último refrán nos trae a la memoria una de las muchas
costumbres desaparecidas en nuestra ciudad: “las enramadas”, en la que los
chicos adornaban las ventanas, balcones o zaguanes de las chicas que
pretendían, con las pocas flores que quedan por estas fechas, pero, sobre todo,
con “hierbas de olor” como el romero, el tomillo…
La noche de San Juan aquí también era considerada como la
noche más mágica del año, en la que se realizaban numerosos ritos como el que
yo conocí en mi propia casa de colocar vasos y/o pucheros llenos de agua en el
patio o alfeizar de la ventana, para que pasaran la noche al sereno y se
cargaran de la energía mágica de San Juan. A la mañana siguiente, el agua,
supuestamente repleta de poder la usaban para lavarse el pelo para
fortalecerlo, o lavarse la cara para rejuvenecer.
Pero si algún tipo de rito destaca, es el encaminado a
encontrar el amor. Era común que las mozas de Cáceres salieran al campo a
recoger cardos que aún no se hubieran abierto, y a cada uno de ellos les
colocaran una cinta o papel con el nombre de uno de sus pretendientes. En la
víspera de San Juan, los cardos se colocaban bajo la cama de la chica y se
esperaba a que en la mañana siguiente alguno de esos cardos se hubiera abierto,
indicando así el nombre del elegido para desposar.
También era común que las chicas se asomaran a la ventana,
muy temprano, esperando ver pasar algún mozo soltero, porque según la
tradición, sería el elegido para ser su novio. Esta costumbre era aprovechada
por los chicos para llevar la enramada los más temprano posible y ser los
primeros en llegar y ser los primeros en ser vistos y así conseguir a la chica.
Desgraciadamente esta ciudad lleva tiempo olvidando de dónde
viene, por eso no sabe muy bien a dónde va, y por eso, también, estas
costumbres, como muchas otras, han sido olvidadas, dando de lado al legado que
nos dejaron nuestros antepasados, en un intento inútil de querer ser quienes no
somos.
P.D. La
tradición más arraigada en esta fecha, la de buscar a la Mora de Mansaborá por
la calleja del Arco del Cristo, ya os la contaré, Al Detalle, otro día.
Comentarios
Publicar un comentario