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DE CUANDO EL “DON JUAN” VIVÍA EN CÁCERES. EL CONFLICTO DEL OBISPO GALARZA Y LAS MONJAS DE CLAUSURA.

Hace años, era tradicional que en las fechas cercanas a la festividad de TODOS LOS SANTOS, se representase en los teatros “El Tenorio”, o se repusieran las versiones para televisión de los míticos Estudios Uno. Aunque ese Don Juan Tenorio es la figura más conocida actualmente, el Don Juan es, en realidad, un personaje arquetípico extendido en la literatura, la ópera o el cine. El Burlador, Don Giovanni, El Estudiante de Salamanca, El Tenorio, o simplemente El Don Juan, son algunos de los nombres con los que se identifica a este seductor, a este crápula, a este despiadado encantador que usa a las mujeres como un mero objeto de seducción.

El más representado en estas fechas de castañas, granadas y membrillo, es el Tenorio de Zorrilla, pero hay otro Don Juan, el publicado por Azorín en 1922, que nos cuenta un pasaje poco conocido de la historia de nuestro Cáceres. Nos detalla la ardua disputa que mantuvo el Obispo Galarza con las monjas de dos conventos de la ciudad, llegando el pleito hasta la mismísima Santa Sede. Este marco es en el que se desarrolla esta novela corta de José Martínez Ruíz, Azorín, y que hoy os quiero contar, Al Detalle.

En esta ocasión, el Don Juan se aparta del personaje desalmado y sin escrúpulos, que con engaños y disfraces logra el favor de bellas mujeres. Este seductor se nos presenta ya mayor, enfermo y llevando una vida tranquila retirado en una pequeña ciudad de provincias. Está integrado en la sociedad y es él el que pasa a ser seducido por Sor Natividad y Jeannette.


La ciudad que describe Azorín es una mezcla de Cáceres, Salamanca, Toro y, fundamentalmente Coria. Aunque hay un detalle que la acerca mucho a Cáceres: Azorín hace referencia constantemente a dos conventos que pertenecían a nuestra ciudad. Queda claro por las investigaciones de los expertos, que Azorín usa guías de viajes de la época para recrear una pequeña y tranquila ciudad provinciana, mezclando elementos de distintos lugares.

Pero es el famoso pleito del Obispo Galarza el que nos lleva a centrar la historia entre los muros de Cáceres. Los dos conventos enfrentados con el Obispo son el de Santa María de Jesús (que se situaba en el lugar que ocupa actualmente la Diputación) y San Pablo (en la Plaza de San Mateo). Sus monjas se oponían a acatar la orden que dimanaba del Concilio de Trento y que las obligaba a la clausura total. Ellas querían que se mantuviera la costumbre de salir con cierta frecuencia, aunque siempre con el permiso de la abadesa o priora. Los argumentos usados para defender estas salidas eran dos. El primero, que dada la pobreza en la que vivían, era necesario visitar a las familias y recoger las limosnas y regalos que éstas les hacían y que les permitían mantenerse. Otra importante razón era la posible disminución de “vocaciones” por esa falta de libertad. Muchos nobles serían reacios a entregar a sus hijas al convento (incluyendo la dote), si eso supondría no volver a verlas.

Las monjas comienzan así una dura batalla contra la jerarquía de la Iglesia, que en esta ocasión encabezaba el Obispo García de Galarza, que Azorín rebautiza en su libro como Obispo García Illán. Se conserva documentación redactada por el escribano Martín Cabrera en 1584 y presentada el 31 de enero de ese año, con las protestas de las monjas de este convento. Pero no se quedan ahí las hermanas; recurren a La Congregación de Cardenales, a los Intérpretes del Concilio o al propio Consejo Real. Pero en todas las ocasiones se les quitaba la razón… Por eso, y con la ayuda de la financiación de la nobleza cacereña, contrataron los servicios del Bachiller Cabezalvo en 1589, para que defendiera su causa en el propio Vaticano, pero una vez más, la razón cayó del lado del Obispo Galarza y los mandatos conciliares. Es en este mismo año de 1589, una vez ganado el pleito en las más altas estancias, en el que García de Galarza publica su libro: DE CLAUSURA MONIALIUM CONTROVERSIA.

Es justamente este libro el que, en su documentación personal, Azorín confiesa haber leído (aunque en su versión traducida al castellano) y haberse inspirado para crear el contexto para su Don Juan. Existen además numerosos ejemplos, si comparamos ambos textos, de esta relación. Azorín habla del carácter del Obispo y de la importancia que llegó a tener el conflicto con las monjas:


Era don García de inflexible carácter. Lo inspeccionaba todo en su palacio y en la catedral. Las menores negligencias eran castigadas terriblemente. Su lucha con las jerónimas del convento de San Pablo dividió en dos épocas —la anterior y la posterior— los fastos de la pequeña ciudad.

La lucha del obispo don García con las jerónimas del convento de San Pablo fue épica. Toda la ciudad la presenció conmovida. Duró muchos años. En el siglo XV la vida en los conventos de religiosas era placentera y alegre. Las monjas entraban y salían a su talante. No estaba prescrita la clausura. Se celebraban en los conventos fiestas profanas y divertidos saraos. El Concilio de Trento acabó con tal liviandad. El obispo don García se dispuso a proceder severamente. Todas las monjas de la diócesis le obedecieron. Se negaron a sus mandatos las jerónimas del convento de San Pablo…


El texto de Azorín también nos habla de la infructuosa lucha de las monjas:

Fueron inútiles imploraciones y amenazas. Pesaba sobre las frágiles monjas la decisión de un Concilio, los mandatos de varios pontífices, la conminación del obispo don García. A todo resistieron. Bonifacio VIII, en su decreto Periculoso, había ordenado la clausura. Pío V, en su extravagante Circa pastoralis, había ordenado la clausura. Gregorio XIII, también en su extravagante Deo sacris, había ordenado la clausura…

En este párrafo Azorín recorre el argumentario legal que hacía inviable la petición de las monjas cacereñas. Si nos damos cuenta es casi una copia de un párrafo que encontramos en los escritos del propio Obispo Galarza, en los que podemos leer:

El Obispo de Coria puso clausura a las monjas de su Obispado y mandó la guardar según que se determina en el sancto Concilio de Trento, en la sesión 25, en el capítulo 57, y también en el decreto de Bonifacio VIII que comiença Periculoso, en el título del estado de los regulares, en el libro sexto, y en la Extravagante de Pío V que comiença Circa pastoralis, y en otra de Gregorio XIII que comiença Deo sacris, y por una provisión real que mandava lo mismo.

Encontramos algunos fragmentos más, muy similares en las dos obras, como, por ejemplo:

Alegaban las monjas que «no les puede mandar el obispo la clausura, ni el Concilio, ni el Papa, por no haberla votado ni haberse guardado en sus monasterios antes de agora, ni cuando ellas entraron, y que si se guardara, por ventura no entraran, ni fuera su intención obligarse a ello»

Que, como decimos, es reflejo literal del siguiente pasaje del De clausura monialium:


Las monjas y sus valedores alegan que no les puede mandar el Obispo la clausura, ni el Concilio, ni el Papa, por no avella votado ni averse guardado en sus monasterios antes de agora, ni quando ellas entraron; y que, si se guardara por ventura, no entraran ni fuera su intención obligarse a ella; y por estas razones no estar obligadas a la clausura ni a recibirla ni a guardarla.


Azorín, para acabar con este pasaje histórico, habla de la derrota de las monjas en estos términos:

Así hablaban las monjas de San Pablo en 1579. Fueron vencidas en la lucha; pero de la antigua y libre vida, siempre quedó en el convento un rezago de laxitud y profanidad.


Hoy solo quería contaros este pasaje que va de la historia a la literatura, pero siempre pasando por Cáceres, y recordar, así, que en nuestra ciudad tuvimos nuestro propio Don Juan.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
El De Clausura Monialium de Galarza en el Don Juan de Azorín. Manuel Mañas Núñez.
El Obispo Galarza y las monjas de Cáceres. Estudio y edición del libro de CLAVSVRA MONIALIVM CONTROVERSIAManuel Mañas Núñez
Don Juan Tenorio en la España del Siglo XX. Ana Sofía Pérez Bustamante.
El Obispo Galarza. Mercedes Pulido y Cecilia Martín. 

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