Recientemente ha sido declarado Patrimonio de la humanidad
el arte de colocar ordenadamente unas piedras sin labrar, sin ningún tipo de
argamasa y solo sustentadas por su propio peso, es decir: el típico muro de
piedra seca. Ha sido inscrito por la Unesco en su Lista Representativa del
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Una candidatura que había sido
impulsada por los países en los que es tradición de las zonas rurales: España,
Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Eslovenia y Suiza.
Las estructuras de piedra seca han dado forma a numerosos y
diversos paisajes, creando distintos modos de vivienda, agricultura y
ganadería, y atestiguan los métodos y las prácticas utilizadas por las personas
desde la prehistoria hasta la actualidad para organizar sus espacios de vida y
de trabajo mediante la optimización de los recursos naturales y humanos
locales. Juegan un papel vital en la prevención de deslizamientos, inundaciones
y avalanchas, y en la lucha contra la erosión. Es un ejemplo de equilibrio
entre "ser humano y naturaleza” porque este tipo de construcción no hace
daño al medio ambiente y es "un ejemplo de relación equilibrada entre el
ser humano y la naturaleza", según la Unesco.
Los ejemplos de este tipo de construcción en nuestras
tierras son incontables, muros y bujíos construidos con esta técnica plagan
nuestros caminos, callejas y dehesas. En realidad, toda nuestra tierra ha sido
“tocada” por esta declaración que reconoce la labor, el conocimiento de
nuestros antepasados. En estos tiempos de usar y tirar, de lo inmediato y la
urbanización de nuestras mentes, nos tienen que decir desde fuera que lo que
hacían nuestros antepasados se merece un reconocimiento a nivel mundial, cuando
notros pasamos (o saltamos) estos muros con un total desprecio a este
conocimiento heredado y casi perdido.
De entre todos los ejemplos que podríamos poner tenemos que
destacar por su belleza y exuberante abundancia el de las Corralás de
Torrequemada. Según el Decreto 174/2017, de 24 de octubre “Las Corralás” de
Torrequemada se declaran como Bien de Interés Cultural, con la categoría de
Lugar de Interés Etnológico. Se reconoce a este conjunto como un complejo
relevante dentro del patrimonio histórico extremeño por ser referencia de la
arquitectura tradicional a la hora de configurar las características y la
personalidad del paisaje genuino de la Extremadura, la dehesa, albergando un
rico patrimonio que debe ser conocido, protegido y valorado.
El conjunto arquitectónico de Las Corralás se sitúa en el
paraje denominado Dehesa de la Zafra o Zafrilla, que los lugareños conocen con
el apelativo del “prao”. Se trata de una dehesa de encinas en la que tampoco
faltan otras quercíneas como el alcornoque, con una extensión de 270 hectáreas.
A la dehesa se accede desde el sector suroeste del casco urbano y ésta se halla
enclavada en un área donde abundan los batolitos de granito que proporcionan
una impronta característica al paraje.
En este espacio destacan las charcas, la Charca del Prao y
la Charca de Arriba que, tanto en épocas anteriores como en la actualidad,
siguen siendo importantes para el mantenimiento del ganado. Uno de los extremos
de la dehesa se halla delimitado por uno de los brazos del río Salor. En
Torrequemada, las tierras que actualmente conforman su dehesa boyal fueron
cedidas por la ciudad de Cáceres en el siglo XVI, y desde entonces y hasta
primeros de los años sesenta del pasado siglo, ha sido un lugar referencial
para los vecinos de la localidad.
Como en muchas dehesas boyales, en Torrequemada se da
tradicionalmente, y aún hoy sigue vigente, el fenómeno del condominio, es
decir, el de la doble titularidad de los recursos. Así, por un lado, los usos del suelo, correspondientes al
pastizal y a las áreas sembradas, pertenecen al ayuntamiento que cede a los
vecinos el derecho para el aprovechamiento previo pago de una cantidad
estipulada o mediante el sistema del sorteo. En los suelos más pobres se
sembraba centeno, por ser una especie de menor exigencia, mientras que, en los
terrenos de vaguadas y los próximos al río Salor, se podían sembrar hortalizas
y legumbres. Estos aprovechamientos, de los que disponían los vecinos, hay que
entenderlos dentro de un contexto límite.
Por otro lado, el vuelo, correspondiente a la arboleda y
todos sus aprovechamientos (la leña, el corcho de los alcornoques y la bellota
para alimentar a los cerdos que se criaban en las zahúrdas) tienen una
titularidad privada, de modo que cada vecino dispone en propiedad de
determinados pies de árboles de los cuales obtiene los recursos
correspondientes. Durante la vigencia de los usos tradicionales, es decir,
hasta primeros de los años sesenta del siglo XX, el cometido de las
construcciones de la dehesa era el de mantener a las cochinas de cría para que
amamantaran a los lechones hasta que, tras el destete, eran trasladados a las
viviendas del pueblo para ser debidamente engordados con desechos de huerta y
bellotas del propio encinar. En esta práctica no se contemplaba nunca engordar
los animales en las cochiqueras, por ello, la estructura de las construcciones
se corresponde con cámaras de cría que se complementan con cercados anexos de
piedra, las Corralás propiamente dichas, cuya función era mantener al animal en
un espacio controlado.
El conjunto arquitectónico se compone de 230 zahúrdas
dedicadas a la cría de cerdos que, en la terminología local, se las conoce con
la denominación de “corralás”. Básicamente, las Corralás constan de dos
cuerpos, cada uno con una función, aunque complementarias una de la otra. Así,
por un lado, está la zahurda o cochiquera donde las hembras parían y
amamantaban a los lechones, y por otro, el cerco de piedra o corralá que servía
para controlar al animal y para que los lechones se iniciaran en sus primeras
andadas fuera de la cámara de cría antes de ser trasladados a los domicilios
para su correspondiente engorde.
Los materiales que se utilizan para levantar estas
construcciones son la piedra local, el granito que aflora en la dehesa y, en
ocasiones, se usa tierra para los morteros de algunos muros y los
revestimientos de los elementos sustentados. Entre las técnicas arquitectónicas destaca el uso de la
piedra seca, es decir, el levantamiento de las estructuras sin aplicar ningún
tipo de argamasa para proporcionar solidez al conjunto, si bien, en algunas
construcciones de mayor complejidad, se aplica un mortero de tierra.
Las construcciones más sencillas constan de una sola cámara
de cría, de planta circular y levantada en piedra seca cuya parte sustentada se
compactaba también con tierra. La entrada al habitáculo se habilitaba mediante
un sencillo jambaje y dintel a base de lanchas de granito convenientemente
trabajadas. Anexo a la cámara se dispone un cercado o “corralá”, levantado en
piedra seca y, en muchas ocasiones, dentro del cerco se aprovecha el propio
batolito de granito para cincelar un bebedero para los animales.
En cada camino, a cada paso que damos en esta tierra,
podemos descubrir la riqueza de nuestro patrimonio, no solo el de los grandes
teatros romanos o ciudades medievales, sino el patrimonio de la cultura
tradicional, de la inteligente lucha por la supervivencia en un medio, en
muchas ocasiones, hostil. El patrimonio de la inteligencia de unas manos agrietadas
y de un rostro oscurecido por el sol, que con tiempo, conocimiento y destreza
nos demostraban la capacidad infinita de la optimización, del buen hacer del
que dependía, en muchas ocasiones, el sustento diario. Cuando pasemos al lado
de una corralá, un bujío o una simple cerca de piedra, no seamos tan soberbios
como para no mirarlas con admiración, no seamos tan ignorantes como para
despreciar la importancia de su mensaje, y por supuesto, no seamos tan necios
como para que tengan que decirnos desde fuera, el valor que tiene nuestro
patrimonio.
Excelente descripción. Por otra parte, a ver si de una vez por todas hay administraciones que se dan cuenta de la importancia de mantener vivas ciertas estructuras tradicionales y que representan un alto valor de nuestro patrimonio. Es mi deseo que con esta declaración,A QUIEN CORRESPONDA, se pongan a trabajar y que las Corralás sean cuidadas como es debido. Las he visitado un par de veces y me parece lamentable el estado en que se encuentran muchas de ellas y el abandono de los últimos años es palpable. Esperemos que de una vez por todas, esta historia viva de Extremadura tenga los cuidados que merece. Gracias !!!!
ResponderEliminarTodo iba y va muy bien, pero hablando de animales y con un lenguaje tan exquisito, no hallo lugar para esa "demoníaca" expresión: "...está la zahurda o cochiquera donde las hembras daban a luz..."
ResponderEliminarHubiera sido mejor emplear el verbo parir: "...las hembras parían..."
¿Pienso qué sí, o no le parece a usted?
Un buena, entrada, como todo el blog
Saludos
Gracias por comentar, corregido.
ResponderEliminar:Ahora, no sólo segui siendo de dialéctica exquisita y con empleo de palabras que en desuso se estaban perdiendo; ahora contiene el lenguaje realista y se acerca al más rural , que no por eso peyorativo, de una de las obras de realismo castellano: "La familia de Pascual Duarte"; obra cumbre de una tierra que nos deja indicios de los que, ojalá, se destierre al fin de una vez.
Eliminar)He repasado su escrito y su lectura tiene un alto grado de términos que si los recupera se hacen únicos. Cuanto me alegro, pues da gusto leerlo todo, amén de qué leer y a qué referencia cuidar en todos los sentidos.
De una erudición sin complejidades, pero sí muy bien divulgada.
Un blog para leer, cada "entrada" con suma calma e ir poco a poco anotando unas palabras que se quedan con eruditas por su poco uso, pero de una cadencia poético prosa.
Da gusto y como librepensador, desearle un:
Próspero 2019, qué usted lo siga cultivando
´Saludos