Resulta más que gratificante comprobar que en cada rincón,
en cada Detalle de esta impresionante ciudad, se esconde una gran historia, un
personaje ilustre o un pequeño relato sin importancia de esos que alegran o dan
una lección de vida. Hoy pondremos la lupa de Cáceres Al Detalle en un llamador
de puerta, en una aldaba por la que todos hemos pasado miles de veces y en la
que casi nadie nunca reparamos. Yo conocí a quién pertenecía leyendo a mi
amigo y prestigioso historiador Francisco Acedo, en uno de sus “Paseos por la
eternidad” publicado el 19 de junio de 2005. En este fantástico artículo
descubrí que el escudo que aparece en esta aldaba pertenece a Diego Enríquez de
Almansa, nacido en 1502 y de cuya muerte desconocemos la fecha y que fue Obispo
de Coria entre los años 1550 y 1565 (1563 según otras fuentes).
D. Diego era hijo de D. Francisco Enríquez de Almansa, I
Marqués de Alcañices, y Dña. Isabel de Ulloa y Castilla. Conociendo el apellido
de sus padres ya podemos interpretar fácilmente el escudo que luce con tanta
presencia en la puerta del Palacio Episcopal de nuestro querido Cáceres. En el
primer cuartel las armas de los Enríquez (dos castillos y un león rampante), en
el segundo está representada la familia Ulloa, en el tercero los Almansa (nueve
armiños en sable) y finaliza con el emblema del apellido Castilla (banda
engolada en dragantes con castillo y león rampante). Por el momento nos
olvidaremos de los elementos típicos de la heráldica eclesiástica, eso lo
dejaremos para el final.
Este obispo casi desconocido en la ciudad, participó en
acontecimientos fundamentales en la historia, de los que destacaremos los tres
siguientes:
REFORMA DE LOS ESTATUTOS DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
Desde los Reyes Católicos, todos los monarcas mostraron un
profundo interés en intervenir en el funcionamiento de la Universidad de
Salamanca por diversas motivaciones que todos se pueden imaginar y en las que
ahora no vamos a entrar. Carlos V en 1538 establece unos estatutos para regir
el funcionamiento de la institución que fueron reformados en 1550 por un obispo
recién nombrado y enviado por el Consejo Real. Como ya habrán supuesto, este
obispo no era otro que el de Coria, D. Diego Enríquez de Almansa. En la
bibliografía que acompaño pueden encontrar el trabajo que he leído para la
redacción de este apartado y donde pueden profundizar en el calado de las
reformas llevadas a cabo por D. Diego. Yo ahora me limitaré a apuntar algunas
de ellas que me han llamado la atención.
En la reforma de 1550 se regula la elección de los Rectores
que debían ser ajenos a Colegios Mayores y Órdenes Religiosas, además se
reglamenta sus funciones que en algunos casos quedan mermadas y en otros
aumentan como en el caso de la admisión de alumnos.
Respecto a temas más académicos, aprueba la enseñanza de la
Astrología, aunque no se incorporan a tales enseñanzas los importantísimos
descubrimientos que siete años antes había publicado Copérnico, porque,
apertura sí, pero con mesura.
También interviene en aspectos del “Reglamento de organización
y funcionamiento” (me permitirán el uso de la terminología actual… deformación
profesional) siendo D. Diego bastante más flexible que su antecesor y redactor
del estatuto de 1538; pongamos un ejemplo: según el estatuto original la pena
por darle la espalda a un profesor en clase era de dos días de cárcel, mientras
que el castigo que estipula nuestro obispo es de una reprimenda simplemente, al
igual que por hablar o distraerse durante la clase. Respecto al aspecto me ha
llamado la atención que solo se permitieran barbas de un máximo de dos dedos de
longitud. También establece que no pueden examinarse más de cuatro alumnos a la
vez, por ejemplo.
Evidentemente estas no fueron las reformas de mayor calado
que realizó D. Diego, para saber más les invito a leer el trabajo ESTATUTOS DE
LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA: LA REFORMA DE 1550-1551 de María Fernández Ugarte.
FIRMA DEL CONCILIO DE TRENTO
Este importante concilio fue convocado por primera vez por
Paulo III que no solo pretendía dar respuesta a la reforma protestante, sino
que buscaba iniciar un cambio que afrontara la profunda degeneración de la
Iglesia durante el siglo XVI. Se desarrolló en tres etapas: 1545-1547 (Paulo
III), 1551-1552 (Julio III) y entre 1562-1563 (Pío IV). Entre otras muchas
cosas se decide incidir sobre la moralización del clero, controlar el
nombramiento excesivo de altos cargos eclesiásticos, considerar la “Vulgata”
como el texto oficial de la Biblia. También se determina que ésta solo puede
ser interpretada por la Iglesia y se fomenta la apertura de seminarios diocesanos y
archivos parroquiales.
En este crucial momento de reflexión y adaptación de la
iglesia estuvo presente y participando D. Diego Enríquez de Almansa, obispo de
Coria, siendo, además, uno de los firmantes en la conclusión del Concilio.
VIDA EREMÍTICA DE SAN PEDRO DE ALCÁNTARA
Es curioso cómo la vida unió a estos dos personajes al igual
que el arte lo ha hecho siglos después, porque el escudo de nuestro obispo mira
y observa a diario la escultura de San Pedro de Alcántara realizada por Pérez
Comendador y que podemos disfrutar en la Plaza de Santa María. Pero la relación
de ellos es muy anterior, cuando en 1555 D. Diego le permite a un tal Frey Pedro
y a un amigo suyo, Frey Miguel de la Cadena, instalarse para llevar vida
eremítica en una pequeña ermita situada en Santa Cruz de Paniagua, llamada
ermita de Dios Padre. Evidentemente este Frey Pedro llegó a ser San Pedro de
Alcántara y pudo desarrollar su estilo de vida durante unos años gracias a
la intercesión del Obispo del que estamos tratando hoy.
Estos son solo tres de los momentos más interesantes de la
interesante vida de este obispo casi desconocido en nuestra ciudad y que quiso
dejarnos su sello indeleble en forma de escudo. Escudo que posee una curiosa
particularidad o muestra algunas claves que no logramos entender… me explicaré.
Si atendemos a la heráldica eclesiástica, el escudo de los
obispos además de un carpelo en la parte superior presenta unos cordones y unas
borlas a cada lado, 6 en el caso de los obispos, dispuestas en orden 1+2+3 (por
lado) y 10 en el caso de los arzobispos, dispuestas como 1+2+3+4. No era raro
que obispos usaran el escudo de “rango” superior sin serlo, o que el orden de
las borlas variara, lo que es menos normal es que varíe su número. Si nos
fijamos bien en el escudo de Diego Enríquez de Almansa aparecen 9 borlas a cada
lado dispuestas en 1+2+3+3, Es decir, ni obispo ni arzobispo. Es verdad que
hasta principios del siglo XX gracias a Pío X no se pone orden a la simbología
de la heráldica eclesiástica, pero también es verdad es que son muy pocos los
casos de escudos con 9 borlas a cada lado… ¿sería un error? ¿sería
intencionado? Eso nunca lo sabremos, pero al menos nos ha servido este curioso
escudo para acercarnos a la figura de este importante personaje, Al Detalle.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
ESTATUTOS DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA: LA REFORMA DE 1550-1551. María Fernández Ugarte
EL SACROSANTO Y ECUMÉNICO CONCILIO DE TRENTO. Ignacio López de Ayala
El CONCILIO DE TRENTO Y SUS FRUTOS PARA LA IGLESIA.Concepción Carnevale
P.D. Gracias a mi amigo Ricardo Fernández por resolverme las dudas que se me plantean cuando me pongo a escribir en el blog y que él me solventa con toda amabilidad.
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