La necesidad de expresarse, de comunicarse, o simplemente de
dejar una pasajera huella en un lugar, parecen ser una constante en la propia
identidad del ser humano. Huellas físicas, firmas, pensamientos breves o
protestas, han sido los temas principales y recurrentes a la hora de
reflejarnos en la piedra, en el ladrillo o en el hormigón. Lo importante es que
se lea y observe nuestro mensaje, que trascienda a nosotros mismos o llegue a
tiempo a unos receptores o a destiempo a otros.
Ya os he enseñado otras veces algunos grafitos históricos en
las afueras de nuestra ciudad. En esta ocasión no tenemos que irnos muy lejos
del casco antiguo, nos quedaremos en la Calle Postigo de Santa Ana,
concretamente en el número 22. El enlosado de esta casa, entremezclado con unas
decorativas flores, fue el lienzo perfecto para una o varias personas que
quisieron dejar su huella y su mensaje usando un arma poderosa, un simple
lápiz.
Dibujos que nos trasladan a mediados del siglo pasado,
firmas, mensajes ilegibles y una caligrafía característica, rellenan cada
espacio de esta particular casa. La primera vez que observé estas pintadas me
hicieron gracia, y como siempre me ocurre, me ayudaron a viajar a un tiempo
pasado. Sé que carecen de valor artístico, en incluso estético, pero a mí me ayudaron a imaginar las manos, las caras y las intenciones de sus autores y por
eso os las he querido enseñar, Al Detalle, antes de que desaparezcan.
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