Si nos fijamos bien, en el lado del
Evangelio (por la zona por la que suele entrar al templo), a pocos metros de la
puerta y a poca altura, vemos un milenario juego: un MANCALA. Es un juego muy
ligado a la cultura musulmana y que tiene un incierto origen como ahora veremos. Su
nombre viene de “manqala” que hace referencia al movimiento, por el movimiento
de las fichas entre las diferentes casillas. De este mismo origen deriva el
término árabe para designar el transportador de ángulos que se denomina
“minqala” (este dato me lo ha aportado mi amigo y arabista Aníbal Martín cuando
le consulté sobre el nombre del juego).
Mancala en realidad hace referencia a un
conjunto de juegos con un mismo fundamento. El tablero se compone de dos o más
hileras de oquedades o cazoletas que van desde 3 o 4 (lo más simple y común)
hasta las 32. En esos huecos se van depositando y moviendo unas fichas, lo que
denominan “sembrar semillas” con el objetivo de acumular el mayor número
posible y así conseguir más que tu oponente y ganar de esa manera la partida.
Se plantea un gran problema a la hora de
conocer el origen de este juego de estrategia porque las cazoletas han sido un
signo muy común desde hace milenios y han tenido decenas de funciones
distintas, por lo que a veces es complicado interpretar si éstas se usaban para
conteo, por ejemplo, o formaban parte del tablero de un mancala. Hay quienes
identifican las oquedades aparecidas en los templos de Kurna y Karnak como los
primeros mancalas, por lo que el juego tendría más de 3500 años de antigüedad;
aunque son muchos los autores que lo ponen en duda. El primer mancala que puede
identificarse como tal, se encontró en Aksumite (Etiopía) y estaría datado
entre los siglos VI y VII de nuestra era. Documentalmente ya se describen en
textos de la zona de Oriente Medio en el siglo IX, concretamente en el escrito
por Abu abd-Allah Muhammad el-Gahshigar y que es el núcleo central de la
célebre recopilación medieval de cuentos árabes “Las mil y una noches” (Hazār-o
yak shab). También aparece en un recopilatorio persa de canciones y poemas “El
libro de las canciones” (Kitab al-aghani), de Abu al-Faraj al-Isfahani.
En España encontramos el primer mancala
en el siglo X, concretamente en el Monasterio de Silos y que pertenecía a las
hijas del primer Califa de Córdoba, Abd-al-Rahman III (891-961) y que
actualmente se expone en el museo de Burgos. Se cree que llegó al Monasterio de
Santo Domingo de Silos como una donación del Conde Fernán González, como parte
del botín conseguido en la batalla de Osma. El juego se extendió durante toda
la Edad Media sobre todo en las zonas de influencia de la cultura musulmana.
Muchos de los tableros eran de madera y no se han conservado. Otros se
realizaban directamente sobre el suelo y se eliminaban tras la partida, y otro
pocos se grababan en la roca. De esos son los que se han conservado en iglesias
y cantería antigua. Existen ejemplares, por ejemplo, en Navalmorcuende (Toledo)
o en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Santiago de Compostela, en el Castillo de Trujillo y aquí
en nuestro Cáceres, en la Iglesia de Santiago.
En ejemplar cacereño consta de dos
hileras con cuatro cazoletas cada una. El tablero se encuentra en posición
vertical, lo que nos indica que es un reaprovechamiento posterior de la piedra
y posiblemente (al menos por ahora) parece ser el único que se conserva a la
vista en Cáceres, aunque seguiremos atentos, y mirando cada piedra, para
enseñaros estos pequeños tesoros de nuestro pasado, Al Detalle.
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