La escasez de agua en una parte de
Extremadura siempre ha sido un problema, tanto por la escasa precipitación como
por un sustrato granítico generalizado, por eso, desde siempre, el hombre se
las ha ingeniado para desarrollar estrategias que le permitiesen almacenar la
mayor parte de este preciado líquido para su uso posterior. Un claro ejemplo lo
tenemos en que, de las 70 presas romanas catalogadas en la Península Ibérica,
28 de ellas se encuentran en nuestra región.
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Charca de Los Carrascos |
El ingenio de nuestros antepasados les llevó a desarrollar junto a la función de simple almacenamiento de agua, un sistema de generación de fuerza motriz usada en molinos que se acoplaban a las presas, además de otros aprovechamientos como pesqueras, lavaderos, abrevaderos…
En todo el medievo la aplicación de esta
ingeniería se fue ampliando y perfeccionado. Tenemos la presa del Estanque de
Guadalupe (siglo XIV) o la charca del Lancho de Malpartida (siglo XV) como
ejemplo de estas construcciones. El momento de eclosión de una tipología
autóctona de construcción se produce en el siglo XVI de la mano de ingenieros
tan importantes como Francisco Becerra al que le debemos, entre otras muchas,
la Albuera de San Jorge y Casillas II, ambas en Trujillo. Estos usos y técnicas
se mantienen y perfeccionan hasta el siglo XIX. A partir de esta fecha la
paulatina incorporación de la electricidad supone el abandono de estos ingenios
hidráulicos, aunque, a decir verdad, algunos se reconvirtieron para la
producción hidroeléctrica a pequeña escala, aunque finalmente casi todos fueron
abandonados.
Hoy nos acercaremos a la localidad de
Torreorgaz, cerca del Pantano de Valdesalor, concretamente al Arroyo de los
Nuegaos, que la verdad no es demasiado conocido en la zona por su marcado
carácter cíclico, pero en cuyo cauce seco de septiembre terminé
semiinconsciente tras la peor caída que he tenido nunca con la bici… pero eso
lo cuento otro día.
En un tramo de menos de un kilómetro
encontramos en él dos pequeñas presas acompañadas de sendos molinos de gravedad
a los que llega el agua desde un largo caz o conducción de agua. Comenzaremos
por el que se encuentra primero río arriba: el molino de la presa de los
Carrascos.
MOLINO DE LOS CARRASCOS
Este molino se sitúa en la Dehesa Zafra
del Término Municipal de Torreorgaz, según el registro catastral. El muro de la presa de la que se abastecía es de
planta irregular y tiene unos escasos 150 metros de longitud y una altura que no
supera los 4 metros, con una superficie aproximada de unos 27000 m2. Desde el
muro parte en dirección noroeste un caz de unos 115 metros de longitud que
conduce el agua hasta el molino. Con esta distancia y el pequeño desnivel que
se genera el agua logra cierta velocidad para poder mover el rodezno, aunque quizá no la suficiente. Y aunque de manera genérica se les suele llamar a todos
los molinos de gravedad, molinos de cubo, éste no lo es. Se trata en realidad
de un MOLINO DE RAMPA, aunque por su estrechez final algunos autores lo
encuadrarían dentro de los molinos de tubo.
Si nos fijamos vemos cómo la zona donde se
recepciona el agua se inclina y se estrecha. Con ello se consigue un aumento de
la velocidad del agua según la ecuación de Bernoulli de la que deducimos que si el
flujo de agua que recorre un sistema es constante, cuando se disminuye la
sección por la que éste lo hace, debe aumentar la velocidad. De esta manera
conseguimos no solo el efecto de la energía potencial por la altura que se
alcanza con el desnivel del molino, sino un aumento de la velocidad del flujo al disminuir el volumen de la zona de entrada al molino, que es muy necesario en estas zonas asociadas a charcas muy pequeñas y
con una cantidad de agua disponible bastante escasa.
Vemos como nuestros antepasados (aunque
este molino no debe de ser tan antiguo como otros que ya os he enseñado en la
zona), se las apañaron aplicando la observación y la física, para aprovechar de
la mejor manera posible el escaso recurso del agua, no solo para abastecerse de
ella, sino para conseguir la energía necesaria para mantener “con vida” un
molino.
MOLINO DE LOS CORBACHOS
Si seguimos río abajo encontramos otra
pequeña charca, mucho menor que la anterior y de la que parte un caz mucho más
largo, de unos 150 metros de longitud que llega, esta vez sí, a un molino de
cubo. Por la zona en la que se edificó se alcanza altura suficiente para que el
agua adquiera la fuerza necesaria para mover las piedras que aún pueden verse
fragmentadas por el suelo.
El conjunto, como en el caso anterior, se
encuentra en muy malas condiciones de conservación, siendo en ambos casos el
elemento mejor conservado, el caz. Este molino se encuentra fácilmente accesible y es de muy sencilla visita para todo aficionado a estos ingenios hidráulicos.
Hoy solo os he querido mostrar estos dos vestigios de nuestro
pasado reciente, Al Detalle, porque pronto desaparecerán todos estos testigos de un tiempo y una manera de vivir que ya pasaron, pero no deberíamos olvidar.
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