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UN CENTENARIO, TRES ARCOS, UN LIBRITO Y LA VISITA DEL NUNCIO PAPAL A CÁCERES.

Hoy vamos a descubrir, Al Detalle, algunos datos sobre la visita a Cáceres del Nuncio Apostólico, el Monseñor Ragonessi, delegado Pontificio de Benedicto XV en España, en el mes de noviembre de 1915. Su llegada causó verdadera conmoción en una ciudad de provincia en la que nunca solía pasar nada interesante. Sabremos por qué vino, quién era Ragonessi, cómo fue la comitiva de bienvenida y conoceremos más sobre los “regalos” que se le hicieron, como tres arcos conmemorativos (mostrando una imagen muy poco conocida del que se instaló en San Juan) y un pequeño libro escrito por Floriano Cumbreño. Así es que comencemos por el principio:

¿QUIÉN FUE FRANCESCO RAGONESSI?

Francesco Ragonessi (Bagnaia, 21 de diciembre de 1850 - Poggio a Caiano, 14 de septiembre de 1931)[1]. Fue educado en el Seminario de Viterbo, y luego en el Seminario Pío-Romano, así como en el Pontificio Ateneo Romano San Apolinar, donde obtuvo el doctorado en filosofía, teología y un doctorado utroque iuris, tanto en derecho canónico como civil.

Fue ordenado sacerdote y trabajó en la diócesis de Viterbo, donde realizó trabajo pastoral y durante veinticinco años sirvió como profesor de Historia y de las Escrituras en su seminario, además de ser elegido vicario capitular de la diócesis. Entre 1885 y 1904 fue vicario general. Fue creado prelado doméstico de Su Santidad el 12 de junio de 1889. Fue nombrado delegado apostólico y enviado extraordinario en Colombia el 7 de septiembre de 1904; durante su delegación, favoreció la apertura del Canal de Panamá en ese país y asistió a la primera asamblea del episcopado colombiano, en el nacimiento de la Conferencia episcopal de Colombia.

Fue nombrado arzobispo titular de Mira el 16 de septiembre de 1904 por el Papa Pío X, y consagrado el 25 de septiembre por Rafael Merry del Val, el cardenal secretario de Estado. Sirvió como nuncio en España, con facultades de legado a latere desde 1913 hasta 1921.

Fue ordenado cardenal presbítero de San Marcelo en el consistorio de 7 de marzo de 1921 por el Papa Benedicto XV. Participó en el cónclave de 1922 que eligió al Papa Pío XI. Fue nombrado Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica por el Papa Pío XI el 9 de marzo de 1926.

Murió en 1931, en la casa madre de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, en Poggio a Caiano, donde había ido a recuperar su salud. Está enterrado en el cementerio Campo Verano de Roma.

En el periódico liberal "El Bloque" del día 9 de noviembre de 1915, se recogía una pequeña biografía de Francesco Ragonessi, que pasamos a transcribir:

Nació en Bragnaia (Viterbo) en diciembre del año 1850. cuenta por lo tanto 64 años.
Su despejo y clara inteligencia le hicieron destacarse enseguida en sus estudios, logrando ser muy pronto canónigo de la catedral de Viterbo y más tarde vicario general de aquella diócesis.

En 1904 fue nombrado arzobispo titular de mira y delegado apostólico en Colombia dando a conocer sus altas dotes de diplomático, su vasta cultura, su don de gentes y su poderosa inteligencia, granjeando se el afecto y respeto de aquella nación.

Hasta tal punto fue estimada su labor meritísima, en el Vaticano, que fue prorrogado el tiempo de su permanencia al frente de la delegación pontificia con gran contentamiento del gobierno de aquella República.

Entre sus vastos conocimientos descuellan los de arte y arqueología mostrando también especial predilección por los estudios sociales

En el "Diario de Cáceres" del sábado 6 de noviembre presentaban otra biografía de Ragonessi:

Monseñor Ragonessi nació en Viterbo 1850.

Hizo sus estudios con gran aprovechamiento, y no tardó en ser nombrado Canónigo de la Catedral de Viterbo. Más tarde se le designó para desempeñar el Vicariato General de aquella Diócesis. En 1904 fue nombrado por Su Santidad arzobispo titular de Mira y delegado Apostólico de Colombia. En Bogotá se encuentra desde el dicho año de 1904.
Durante su delegación en Colombia ha dado monseñor Ragonessi pruebas inequívocas de sus raras condiciones diplomáticas. Hombre gran cultura, de extraordinario entendimiento, de una admirable ductilidad de carácter y de una bondad sin límites, supo captarse la confianza y el cariño del gobierno y de la nación colombianos

Un dato bastará a probar hasta qué punto se estimaba a Monseñor Ragonessi en Colombia. ha permanecido en dicha República 8 años, contra lo que es costumbre.

De su acción diplomática es dato elocuentísimo el afán que puso el gobierno colombiano en solicitar de la Santa Sede la continuación de su delegado apostólico, cumplido el tiempo acostumbrado, hasta conseguirlo. Así, pues, Monseñor Ragonessi, cediendo gustosa la Santa Sede instancias del gobierno, continuó en la delegación de Colombia doble tiempo del acostumbrado, es decir 8 años.

Realzaron su figura de delegado sus dotes personales; su prestigio de representante de la Santa Sede fue para su celo pastoral, para su inteligencia llena de fe y para su corazón lleno de calidad, como el éter para la luz, y así logró célebres triunfos para la educación y la instrucción pública, habiendo aumentado el número de más de 200 las escuelas rurales y el número de más 50.000 los las alumnos en aquella región americana, merced a su influencia civilizadora, harto autorizada y prestigiosa para conseguir, como consiguió del gobierno, el proyecto de la absoluta nacionalización de la enseñanza.

Escribe con admirable literatura castellana, como quien conoce profundamente su índole y belleza y siempre será estimada como una llamarada de afecto a España aquella circular de clarísimo delegado y eminente escritor, fecha 15 de mayo de 1910, en la solemne conmemoración del centenario de la independencia de las repúblicas norteamericanas, en cuyo bellísimo documento, se reveló simultáneamente como diplomático, estadista, hispanófilo, pastor y maestro.

De su competencia arqueológica juzgarán nuestros lectores por el preámbulo de la última circular sobre conservación de monumentos arqueológicos que ayer publicamos.

Monseñor Ragonessi, es además entusiasta por las obras sociales, como expuso en un notable documento dirigido a las conferencias de San Vicente, que circuló por toda la República colombiana.

En España escribió este año una eruditísima carta a los seminaristas de Comillas, encareciendo la importancia de estas obras en párrafos nutridos de doctrina y escrito con gran casticismo, pues domina completamente nuestro idioma.

Tal es el personaje que viene a honrarnos, el cual, si no tuviera tan alta dignidad como ostenta, todavía mercería nuestros respetos por su inmensa cultura y amor a España.

¿POR QUÉ VINO EL NUNCIO DEL PAPA A CÁCERES?

Monseñor llegó a nuestra ciudad para conmemorar el primer centenario de la Orden de los Hermanos de la Preciosa Sangre, fundada por Gaspar del Búfalo en 1815. La congregación se instaló en España por primera vez en nuestra ciudad en el año 1898[2] por donación testamentaria de Vicente Mariano de Ovando y Perero, Marqués de Ovando (III). Cáceres, 25.VIII.1778 – Turín (Italia), 21.I.1864.[3]

Al estallar la Guerra de la Independencia, tomó parte en la reunión en la que se formó la Junta de Cáceres, aunque inmediatamente se incorporó al Ejército, tomando parte en las acciones del puente de Almaraz. En 1812 era regidor decano y presidente del Ayuntamiento de Cáceres. Al finalizar la contienda, el marqués de Ovando se inclinó por el bando absolutista, llegando a ser comandante del batallón de voluntarios realistas de Cáceres. Marchó luego a Madrid y fue nombrado en 1824 gentilhombre de cámara con destino al servicio de los hijos del infante don Carlos, cuyo partido siguió tras el nacimiento de su sobrina, la futura reina Isabel II en 1830. Muerto Fernando VII, don Carlos, que ya estaba exiliado en Portugal, hubo de salir para Inglaterra ante el avance de las tropas liberales españolas. Durante la Guerra Carlista la actuación del marqués de Ovando fue completamente pasiva limitándose a formar parte de la Corte de don Carlos, pasando algunos años exiliado en Francia e Italia, En estos años de exilio, el marqués de Ovando trabó conocimiento con el sacerdote Gaspar del Buffalo, quien había fundado en 1815 una congregación de clérigos con el título de Misioneros de la Preciosa Sangre. 

El padre Buffalo sería canonizado en 1954 por el papa Pío XII. La curación milagrosa que este sacerdote obró en un sobrino del pensador Javier de Maistre, unido a la amistad que con él tenía, movió al marqués de Ovando a instituir por heredera de sus bienes a la naciente congregación, ya que él no tenía hijos ni tampoco su hermana la condesa viuda de Pinofiel, careciendo asimismo de parientes cercanos. Sin embargo, atribuyó la propiedad de sus bienes al obispado de Coria, reservando a la Orden sólo el usufructo, tal vez para obviar la legislación entonces existente en España, restrictiva de los derechos de las órdenes religiosas. La Orden se estableció en 1899 en la cacereña Casa del Sol, residencia que había sido del marqués, tras la muerte de su viuda, primera usufructuaria de los bienes, ocurrida en Turín el 28 de febrero de 1898.

¿CÓMO ERAN Y DÓNDE ESTABAN LOS ARCOS CONMEMORATIVOS QUE LEVANTARON POR LA VISITA DEL NUNCIO DEL PAPA?

Era costumbre que, por acontecimientos extraordinarios como la visita de autoridades, se levantaran en la ciudad unos arcos de ofrenda y bienvenida al visitante. En este caso, se levantaron un total de tres arcos para agasajar a Monseñor Ragonessi.

El más conocido, porque se conserva de él una imagen en el archivo de Marchena que ha sido replicada cientos de veces, se instaló en la Plaza Mayor y fue ofrecido por las asociaciones religiosas. Fue diseñado por el artista y profesor de dibujo D. Gustavo Hurtado. A través de él la comitiva pasaría para dirigirse a la Plaza de Santa María, porque Ragonessi se alojó, como era de esperar, en el Palacio Episcopal.

Del arco instalado por el Ayuntamiento no he logrado encontrar imagen alguna, aunque sabemos que fue proyectado por el arquitecto municipal R. Montano y que se colocó en la Calle San Antón. La prensa lo describe así: “constará de dos columnas rematadas artísticamente y unidas por un elegante arco adornado con guirnaldas e inscripción correspondiente”

Del tercer arco aporto una imagen no demasiado conocida de él. Se situó en la Plaza de San Juan y fue el ofrecido por los Hermanos de la Preciosa Sangre, diseñado por el ingeniero del Catastro, Sr Ortiz Casado, simulando las torres de San Mateo y de las Cigüeñas unidas por el Arco de la Estrella, añadiendo la prensa que el “remate es vistosísimo”. En su construcción trabajaron los carpinteros y pintores D. Victoriano García y D. Antonio López.

LIBRO CONMEMORATIVO

El párroco de Santiago el Mayor por aquellas fechas era el Padre Feliciano Rocha Pizarro y encargó a un joven, pero ya doctor, Antonio Floriano Cumbreño, un pequeño librito, como dice su portada “ofrenda al Nuncio de su Santidad en España Monseñor Ragonessi como recuerdo de su estancia en Cáceres”.

En mi pequeña colección particular conservo un original de dicho libro y además, lo podéis encontrar si dificultad en La Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico y en la Biblioteca Pública de Cáceres.

El prólogo del libro el autor se dirige a Ragonessi con estas palabras:

“Monseñor: Este humilde amante del Arte y devoto de las glorias de la patria, por creer que el amor a la belleza es amor a Dios que es la Sublime Belleza, y la devoción a la tierra es la devoción al Señor que la ha creado, amparado por la égida protectora del digno y virtuoso Párroco D. Feliciano Rocha Pizarro, llega hasta vos, como feligrés de la misma, para ofreceros este modesto recuerdo de amada Parroquia. Acogedlo, Excmo. Señor, con benevolencia y con el testimonio de respeto de vuestro siervo en el Señor, Antonio C, Floriano.”


PREPARANDO LA VISITA

Ya los días previos a la llegada del Nuncio el 6 de noviembre de 1915 a Cáceres los medios se hacían eco de “la gran noticia”, así se pudo leer hasta en la prensa de Badajoz lo siguiente[4]:

“El Nuncio, A Cáceres. Se ha recibido en esta capital un telegrama, anunciando que el próximo día 6 llegará a esta población el nuncio apostólico, monseñor Ragonessi, con objeto de presidir las fiestas del Centenario de la fundación del Instituto de misioneros de la Preciosísima Sangre, por cuyo motivo se le prepara un espléndido y brillante recibimiento.”

El alcalde la ciudad por aquellos años, D. Jacinto Carvajal, publicó una carta para pedir la colaboración de la ciudad para engalanar los balcones y dar así, el recibimiento que Ragonessi se merecía. Dicha carta fue recogida por la prensa y decía así[5]:

“El sábado próximo, 6 del actual, llegará a esta ciudad el eminentísimo señor Nuncio Apostólico de Su Santidad Monseñor Ragonessi, arzobispo de mira, con motivo de las fiestas centenarias de la fundación de los padres misioneros de la Preciosa Sangre y para admirar las bellezas históricas y artísticas de esta capital extremeña, a la vez que rendir devoto homenaje a nuestra amadísima patrona la Virgen de la Montaña.

Confío en vuestra hospitalidad, ya manifestada en otras ocasiones análogas, y creo que, como católicos y españoles, os asociaréis a este acontecimiento extraordinario, que como timbre de gloria quedará consignado en los anales de la historia de esta noble ciudad, dispensando al representante de Su Santidad el Papa, una más que cariñosa acogida, colgando de vuestros balcones e iluminando por las noches vuestras casas durante los días que permanezca entre nosotros. Así lo espera muy confiadamente del pueblo cacereño el alcalde, G. Jacinto Carvajal Jiménez."

Además de todo eso, el Gobernador Civil de la provincia, D, Rafael Conde Jiménez, ordenó a la Guardia Civil de los pueblos por lo que el Nuncio iba a pasar, que estuviesen en la estación para rendirle honores. Y si esto no fuera poco, se ordenó que se le diera trato con honores de Capitán General “con mando en plaza”.

Y como en la visita prevista se programó que Ragonessi conociera el Santuario de la Virgen de la Montaña, se hicieron los trámites con el Mayordomo para que nuestra Patrona luciera sus mejores joyas y el manto que le regaló la reina Isabel II.

Y como alarde de una capital que estaba abrazando los avances tecnológicos y adoptando modernidades como la luz eléctrica, D. Hermenegildo García, que tenía una fábrica de harinas y una central eléctrica, se ofreció a iluminar la Calle Alfonso XIII (hoy Pintores) con “arcos voltaicos” e intentar que la red llegara hasta el Palacio Episcopal. Los Camarena se ofrecieron a costear la iluminación de la sala de espera de la estación de tren para así dar un aspecto de modernidad y prosperidad en la llegada de Monseñor Ragonessi.

LLEGADA A CÁCERES

Antes de la visita a Cáceres, el Nuncio había realizado una intensa visita a Plasencia donde pasó noche y desde donde partió a nuestra ciudad en el tren, que por cierto ya no existe. A su paso por Cañaveral se unió a la comitiva la Comisión del Cabildo de Coria, mientras que la comisión de Cáceres aguardaba en la actual Arroyo de la Luz, que por aquellos entonces se seguía conociendo como Arroyo del Puerco. Entre párrocos, guardias civiles y demás miembros destacados de los poderes de la época, también se incorporó en Arroyo un periodista de el Diario de Cáceres, D. Víctor Cavas, gracias al cual tenemos detalles precisos de este viaje. La comida se hizo en la fonda de la estación Arroyo-Malpartida para poco después llegar, por fin a Cáceres donde esperaban cientos de vecinos, además de las autoridades que comenzaron reunirse para desplazarse a la estación cacereña dos horas antes de la prevista para la llegada de la comitiva y que partió a las dos en punto desde la Plaza Mayor con el Obispo, Sr. Peris Mencheta, el Gobernador Civil, Sr. Conde Jiménez, el alcalde, Sr. Jiménez Carvajal en un solo coche que fue seguido por otros varios con las personalidades algo menos relevantes.

En el andén se mezclaban niños y niñas, militares, sacerdotes, autoridades y curiosos para ver como a las tres y diez llegaba el tren que traía a la ciudad al Sr. Nuncio Apostólico de su Santidad. La Banda Municipal dirigida por el maestro García Agúndez interpretaba la Marcha Real a la vez que las gentes luchaban para acercarse a Ragonessi y besarle el anillo, lo que dificultó la salida de Monseñor de la estación. A las 15:30 partió la comitiva encabezada por los “exploradores cacereños” con su banda de música. Tras ellos la Banda Municipal y una sección de la Guardia Civil montada a caballo. Les seguían los coches, el primero de ellos con Ragonessi, el Obispo, el Gobernador y el alcalde. Por las calles se escuchaban los vítores entusiastas de los cacereños, según recoge la prensa local. Bajaron por San Antón, San Juan, Alfonso XIII, Moret, la Concepción, General Ezponda, Plaza Mayor y Arco de la Estrella hasta llegar a Santa María.

Nos podemos hacer una idea del ambiente que se vivió con la imagen que se conserva de la comitiva pasando por debajo del arco situado en la Plaza Mayor a lo que debemos sumar el bullicio y el sonido de todas las campanas de la ciudad que empezar a tocar a su llegada.

En Santa María fue recibido por la Marcha Real interpretada por los exploradores y al bajar entraron en la concatedral al solemne Te Deum. Al finalizar, en el Palacio Episcopal se produjo una recepción en la que desfilaron frente al nuncio decenas de personas destacadas de la sociedad cacereña, desde jueces, ingenieros, senadores, diputados…

Ragonessi permaneció en la ciudad tres días tras las que el Nuncio declaró que “en ninguna ciudad española ha tenido un recibimiento tan jubiloso y entusiasta como en nuestro Cáceres”[6]. De las recepciones ofrecidas en estos días la prensa destaca el poema que Ragonessi le dedicó el Sr. Regidor y del que os trascribo un pequeño fragmento[7].

Al Excmo. Monseñor Ragonessi.
Nuncio Apostólico en España:

Señor: la vieja ciudad
del gran Cecilio Metelo
Que cubre su ancianidad
Con girones de otra edad
En el extremeño suelo;
La que fue patria fecunda
De esclarecidos varones,
Y en cuyos nobles blasones
El verde laurel abunda
De mil heroicas acciones;
Esta ciudad, cuyo nombre,
De inmarcesible memoria,
Es por sí solo en la historia,
Aunque su historia os asombre.
Una página de gloria.
Cáceres, en fin, ahora
Yace en su rocosa cuna,
Altiva y despreciadora,
Como olvidada señora
Que hirió ciega la fortuna...
Al peso, de su nobleza
Rindióse al cabo su brío,
Y hoy reclina, su cabeza
Sobre un resto de grandeza
En su antiguo señorío;
Águila que, en raudo vuelo
No pudiendo alzarse al cielo,
Labró en la altura su nido,
Y en él sin placer ni duelo
Duerme el sueño del olvido.

Han pasado más de cien años, pero hoy quería compartir, Al Detalle, este “acontecimiento” de la vida de los cacereños, al incorporar a mi pequeña colección particular un recorte de la revista Blanco y Negro que se hacía eco de esta visita y que ofrece dos imágenes poco conocidas en la ciudad de la visita del Nuncio Apostólico a nuestra pequeña ciudad de Cáceres.



[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Francesco_Ragonesi

[2] http://juandelacruzgutierrez.es/la-preciosa-sangre-caceres-2

[3] https://dbe.rah.es/biografias/91098/vicente-mariano-de-ovando-y-perero

[4] Correo de la mañana: Año II Número 612 - 1915 noviembre 1

[5] Diario de Cáceres: periódico independiente y de intereses morales y materiales: Año VI Número 1753 - 1915 noviembre 4.

[6] El bloque: periódico demócrata: Año IX Número 423 - 1915 noviembre 9

[7] El bloque: periódico demócrata: Año IX Número 426 - 1915 noviembre 30

Comentarios

  1. Visitar Cáceres es una experiencia única. Esta ciudad ofrece una incomparable mezcla de historia, cultura y paisaje natural.

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