Probablemente ellos no lo sepan, pero lo que hacen es de gran importancia
Como cada mes de agosto, el día 15 se volvió a cumplir con una vieja tradición de quintos que va mucho más allá de lo concerniente al servicio militar. Estas fiestas, que posteriormente se asociaron con la mili, son la demostración actual de los ritos de iniciación a la edad adulta que se han hecho y se hacen en casi todas las civilizaciones. En los pueblos prerromanos era costumbre enviar a los chicos que se estaban haciendo mayores a pasar unos días de convivencia solitaria en el campo, tras la que debían aportar a la comunidad una prueba de su capacidad de supervivencia y de dominio sobre el medio. Gallos, machos cabríos, enramás, pinos, ramos o tueros, son la manifestación actual de un comportamiento atávico que permanece en nuestra cultura con no pocas modificaciones.
Cada vez que asisto a esta fiesta me viene a la cabeza cómo, sin saberlo, y sin darle mayor importancia, en Aldea del Cano (como en otros muchos pueblos) cumplen con una tradición mucho más antigua y profunda de lo que muchos piensan. Son un eslabón más, y totalmente imprescindible, de la cadena de transmisión de la cultura tradicional. No sólo celebran una fiesta más o menos vistosa, sino que hacen una inestimable contribución al mantenimiento de las antiguas culturas y a la identidad actual de un pueblo. No es sólo plantar una encina seca en medio de la plaza, sino que es la manifestación de un dominio sobre el medio natural de un grupo de chicos y chicas que se acercan, sin saberlo, a la edad adulta. Es una manifestación pública del paso de niños a ser miembros de pleno derecho de una sociedad que les deja ser protagonistas unos días.
Si esto no fuera poco, la tradición del Tuero de Aldea del Cano culmina cuando este gran tronco de encina arde en la tarde de la Nochebuena. Aquí encontramos asociado otro antiquísimo y universal ritual de purificación del solsticio de invierno, que posteriormente se cristianizó, cerrando así un ciclo de más de 4 meses en los que el Tuero descansa en una posición de honor junto a la Iglesia de San Martín y la Casa Consistorial.
Probablemente ellos no lo sepan, pero lo que hacen es de gran importancia, porque la cultura tradicional no nos pertenece, sólo somos unos meros transmisores de lo que lleva siglos celebrándose. No podemos ser nosotros los que traicionemos o destruyamos los ritos que nuestros antepasados ya hacían y que esperemos se sigan haciendo durante mucho más tiempo.
P.D. Aclarar mi defensa de las antiguas tradiciones de forma adaptada, en la que no se maltrate a ningún animal o planta. El Tuero es seleccionado entre árboles muertos o muy enfermos. No todo vale en nombre de la tradición.
Genial!!! lo comparto en La Colmena http://www.lacolmenacultural.com/municipios/100120001
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