Todos hemos subido, al menos una
vez, al Santuario de la Montaña, caminando o en coche. Es un camino transitado
a diario por cientos de personas, unas motivadas por la fe, otras por las
vistas y otras por el placer de hacer deporte en un entorno así. Este camino,
que parte de Fuente Concejo, originalmente terminaba en el Calvario y no en la
cima de esta sierra, siendo su nombre en la época “Camino del Calvario”, creado
para acceder a las tres grandes cruces que en una explanada se ubicaron por la
cofradía de la Cruz de los Disciplinantes en el primer tercio del siglo XVI. Se
cree que ya en el siglo XV habría una capilla primitiva, pero no fue hasta 1602
cuando se levantó la pequeña ermita del Calvario como ahora la conocemos.
El 1 de noviembre de 1604, Benito
Pavón Bravo mayordomo de la cofradía de la Soledad, concertó con Pedro Prieto,
natural de Hoyos, y con el cacereño Pedro García Gata, la continuación del camino :“hasta la çerca de Gonçalo Hernández, que de presente es de don Pedro
Rol de la Çerda, depositario, hasta el cabo della, a rraíz del camino hasta una
peña gorda”, conforme a las siguientes condiciones: “que cada diez varas a de echar
una cadena de piedra gorda y a los lados a de llevar cadenas de piedra gorda y
fuerte”; “que an de quebrar e allanar todas las piedras que estuvieren en el
dicho camino que se a de enpedrar, de manera que quede llano y a contento del
dicho Blas Martín”. La piedra, cal y demás materiales corrían por
cuenta del empedrador. El mayordomo se obligaba a abonar, cada sábado el
trabajo semanal realizado a razón de 18 maravedís “por cada vara de media en
quadra”. Una vez concluida la obra y tasada por Blas Martín Nacarino,
se les satisfaría el total del valor más tres ducados de prometidos.
Durante décadas la Cofradía de la
Soledad, se encargó del mantenimiento de la vía, facilitando así el acceso de
los fieles durante los trece días al año en el que la Virgen de la Soledad
permanecía en el Calvario. Desde aquí partía otra senda, mucho más angostas y
dificultosa que transcurría entre castaños, hoy ya desaparecidos, y que culminaba
en lo que ahora es el Santuario de la Virgen de la Montaña. Durante los siglos
XVII y comienzos del XVIII, este sendero no era mucho mejor que un camino de
cabras a los que se iba haciendo el mínimo mantenimiento. La Montaña iba siendo
cada vez más frecuentada por los ciudadanos de Cáceres, así es que en 1715 se
empedró esta vía de acceso, con un coste total de 2437 reales y 10 maravedises.
La gran transformación de la subida
al Santuario se produce cuando en 1896, el por entonces Mayordomo de la
Cofradía, Santos Floriano, plantea en un primer lugar, y posteriormente lleva a
efecto, la construcción de una polémica carretera que llegue a la cima de la
sierra. El aspecto actual, iluminado y resbalosamente acerado, corresponde a intervenciones de primeros del siglo XXI.
Donde quiero poner el foco hoy, es
en las cruces que acompañan a los fieles desde San Maquino, hasta el propio
Calvario. Corresponden a las 14 estaciones que representan los episodios de la
Pasión de Cristo. Se sabe documentalmente que ya
existían en 1591 y que en 1615 el Obispo D. Pedro de Carvajal y Girón concedió
la siguiente indulgencia para quienes hacían este Vía Crucis: “a
todas las personas que visittaren las cruzes de la esttazión de el Calvario en
cada una quarentta días de verdadera yndulgenzia”
La mayoría de estas cruces fueron donadas por los devotos como ya os conté hace meses cuando os
enseñaba la base de una de ellas que se encuentra depositada en la “cueva del
pastor” el Santuario y que, según puede leerse en ella, fue mandada hacer por
Francisco Jiménez y su mujer, Juana Pérez, en 1619 y que se ubicaba originalmente junto a la ermita
del Amparo. (Picha aquí para acceder a este artículo)
Además de estas construidas en
granito, las había de hierro forjado y de madera. Se conoce que fueron
repuestas tras el huracán que asoló gran parte de la ciudad en 1672. Y a lo
largo de estos años, han tenido que ir cambiándose por el deterioro,
fundamentalmente, ocasionado por los gamberros. Por lo tanto, no sabemos si
queda alguna de finales del siglo XVII, o no.
Lo que sí podemos distinguir con facilidad, es que hay fundamentalmente de dos tipos: unas antiguas, de granito sin pulir,
algo más toscas y envejecidas por el tiempo, y otras que deben de ser muy
recientes y que “lucen” mucho más nuevas. Lo curioso es que en las más viejas
hay un DETALLE que a muchos les pasa inadvertido: en la base de cada una de las
cruces hay tallada otra pequeña cruz. Son cruces de persignación, es decir,
servían para ser tocadas por los fieles al llegar a cada estación, antes de
hacerse la señal de la Cruz. En algunas mantienen su posición al frente, otras
al ser removidas a lo largo del tiempo, se encuentran en los laterales.
Yo os invito a subir por la
carretera de la Montaña y a fijaros en estos pequeños testigos de piedra, buscando estas otras pequeñas cruces y tocarlas, conectando así con esos miles
de personas que han pasado frente a ellas, por simple deporte, por las vistas,
o por un profundo acto de fe. Imaginado las promesas, las esperanzas, las ilusiones
y las angustias de todos aquellos fieles que, con la devoción a la Virgen de la
Montaña, hicieron este camino durante siglos y se hicieron la señal de la cruz
frente a ellas, en estas olvidadas cruces en cruces que hoy os he querido
enseñar, Al Detalle.
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA
El Amparo y
el Calvario: Dos ermitas de la sacro santa vía cacereña. Serafín Martín Nieto
Historia
del culto y del Santuario de Nuestra Señora de la Montaña, Patrona de Cáceres.
Miguel Ángel Orti Belmonte.
P.D. A las cruces del Calvario no he podido acceder para hacerles la foto al encontrarse la explanada cerrada. Prometo acercarme y descubrir si tienen pequeñas cruces grabadas también.
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