Hace unos días comencé a leer la Antología Poética de
Cáceres recopilada por el Conde de Canilleros y de San Miguel en 1968, y entre
otros muchos poemas que me han llamado la atención está uno escrito por la
poetisa Ventura Durán Andrada en el año 1951. Es una visión “nueva” del origen
del escudo de la Casa del Sol, alejada de batallas militares, canteros
emparedados… da una perspectiva sentimental del amor por una ciudad tan bonita
como la nuestra; espero que os guste.
LA CASA DEL SOL
(Leyenda cacereña)
Como una rosa dormida
sobre la piedra que canta
está sangrando de amores
el Sol sobre la fachada…
Es verano. Mediodía.
Y la estepa es una llama.
Los olivos se han dormido
sobre la verde Montaña,
y entre las cañas del Marco
brillan estrellas de plata…
El Sol ronda que te ronda,
ronda que ronda a su dama…
Con trenzas de torreones
y frente de rubias plazas,
la ciudad rubia se asoma
por la entreabierta ventana.
Nadie la ve ahora; nadie
por la callejuela pasa.
se extiende sobre las plazas
y el reloj de San Mateo
mira la estepa lejana…
El Sol, galán y rendido
lleva una capa dorada,
y un chambergo de oro y fuego.
Dicen la tomó del río
con fresco de la madrugada.
Y al verlo entre juncos verdes,
la fuente fría lloraba…
Galán dorado y pulido,
rubia cual oro es tu dama,
rubias sus piedras sonoras,
rubias tus rutas calladas,
rubias sus plazas de seda
tejidas con hierba y gracia,
y en las torres florecidas
rubias también las campanas…
Una conseja de amores
cuentan las noches calladas,
y al oírla palidecen
las callejuelas de plata.
Cuentan que…, cuentan… Los siglos
corrieron bajo las aguas
de las calladas estrellas
dos, tres veces, cuatro…, aguarda,
¡ya se ha perdido la cuenta!...
Dicen que fue una
mañana,
una mañanita fría
con finas puntas de escarcha,
cuando floreció el prodigio
sobre la rubia fachada.
El caballero de fuego
por no abandonar su dama
cuando las nubes crueles
le envuelven en finas gasas,
se ha hecho piedra de silencio
sobre una mansión hidalga…
Los lebreles de la luna
con ocho bocas mojadas
de lluvia y misterio, quieren
apartarle de la que ama.
Pero el Sol se volvió piedra,
Piedra brillante y dorada.
Y desde entonces, aquélla,
la Casa del Sol se llama…
Revuelvan los cronicones
sabios de polvo y hazañas.
ni una huella del secreto
encontrarán en sus páginas.
Pero yo lo sé. Lo ha dicho
el viento en la madrugada…
Y las palomas que anidan
en las torres encantadas…
Por eso, como una rosa
fina en la piedra de llama,
está sangrando de amores
el Sol sobre la fachada.
Ventura Durán Andrada (1951)
Es curioso el detalle de identificar los dragantes que
aparecen mordiendo los rayos del Sol, con lebreles, es decir, perros de caza,
enviados por la luna como la celosa reacción a la decisión de bajar a estar con
“su rubia dama”. Me pareció una visión muy inspiradora de la leyenda del escudo
de los Solís, y por eso os la he querido mostrar, Al Detalle.
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