Leyendo a mi admirado, y buen amigo, el prestigioso
historiador Francisco Acedo en unos de sus “paseos por la eternidad”, descubrí
que el pequeño y desdibujado escudo que podemos ver en Fuente Concejo, es el
escudo real más antiguo de la ciudad, anterior a los Reyes Católicos y que debe
de pertenecer a la época del reinado de Juan II, y seguramente a los años en los
que se “traicionó” al Fuero de Cáceres y nuestra ciudad quedó en manos de Enrique, el Príncipe de Asturias y que posteriormente reinaría con el nombre de
Enrique IV, el hermanastro de la famosa Isabel la Católica.
Vamos paso a paso, a intentar entender ese complicado
momento histórico; unos años muy complejos y convulsos. Lo primero que tenemos
que hacer es retrotraernos al momento de la “reconquista” de Cáceres y a la
Carta de Población y Fuero otorgado a la ciudad por Alfonso IX en el 1229. En
estas normas de funcionamiento y el marco legal al que se dotó la ciudad, se
establecía que Cáceres sería una Villa de Realengo, libre, franca y unida
irremediablemente a la corona.
En la disposición cuarta se incluía la “prohibición de que
en Cáceres haya más casas privilegiadas que la del Rey y la del Obispo”, es
decir, Cáceres solo podría pertenecer al Rey y la dejaba libre, además, del
poder de las órdenes militares, por lo que nunca podría ser tampoco, un
marquesado, un condado…
Estos Fueros han sido acatados y jurados por todos los
monarcas… excepto por Juan II ¿o quizá la traición no fue para tanto? Sigamos
avanzando en esta historia, para ello saltamos del siglo XIII a comienzos del
XV.
Juan II (hijo de Enrique III) llega al trono de Castilla en
1406 con tan solo dos años y hasta que no alcanza la mayoría de edad, ejercen
de regentes su madre Catalina de Lancaster y su tío Fernando de Aragón, que
aprovecha aquel tiempo para que sus hijos empiecen a campar por Castilla
acaparando poder y el apoyo de una buena parte de la nobleza castellana.
Cuando Juan II toma de manera efectiva el trono en 1419,
parte de su reino ya es partidario de los infantes de Aragón más que de su
propia persona, que suscitaba muchas dudas en gran parte de la población. El
joven Rey se alía con D. Álvaro de Luna que llega a ser Condestable en 1423, y
alcanza un enorme poder e influencia sobre el inexperto rey. Ambos se
enfrentan a los Infantes de Aragón y la nobleza que se han alineado con ellos y
comienza así la guerra Castilla-Aragón, que marca una parte de esta primera
mitad del siglo XV.
Los episodios de todo tipo se suceden, batallas, treguas,
tratados… y que no trataremos en esta entrada, pero que van desde las famosas
Treguas de Majano en 1430, hasta la decisiva Batalla de Olmedo el 19 de mayo
de 1445.
Ya en esta Batalla de Olmedo participa el hijo y heredero de
Juan II, el Príncipe de Asturias, el Infante D. Enrique (nacido en 1425),
fruto del primer matrimonio de D. Juan con su prima hermana María de Aragón.
D. Enrique, tras participar en la derrota definitiva de los infantes, recibe de
su padre, como compensación, las ciudades de Logroño, Ciudad Rodrigo, Jaén y
CÁCERES.
Y claro, inmediatamente el pueblo de Cáceres se muestra en
contra y el Concejo expresa su negativa a este “regalo” porque la Villa solo
podría y puede pertenecer y obedecer al monarca. Tanto fue el revuelo, que el propio Juan II,
acompañado de Álvaro de Luna, el 6 de octubre de 1445 viene a Cáceres y trata
del tema con el Concejo (1), argumentando que no se estaba traicionando los
Fueros porque el Infante D. Enrique era el heredero y terminaría por ser el Rey,
por lo que la ciudad siguiría vinculada a la corona. Y como las promesas se
“tragan” mejor si van acompañadas de compensaciones, Juan II no solo se
compromete a respetar los privilegios de la Villa, y sus costumbres, sino que
añade un suculento “regalo” a los nobles, y les garantiza confirmar todos sus
bienes sin exigirles títulos de propiedad. Frente a este “detalle” del rey, los
poderosos de la ciudad se frotan las manos y acatan que Cáceres pase a depender
de D. Enrique, el Príncipe de Asturias.
Previamente a ese 6 de octubre en el que D. Enrique toma
posesión de la ciudad, el 16 de septiembre se había nombrado a D. Pedro
González de Caravio como representante del Infante en la toma de posesión en la
que, evidentemente está presente (2). Y es D. Pedro el que sigue lidiando con
el Concejo una vez que el rey abandona la ciudad.
Los cacereños, que somos bastante tozudos, conseguimos
obtener de D. Pedro, y por lo tanto del Príncipe de Asturias, otras cuatro
condiciones que nos harían llevar el trago de la “traición” al Fuero con menos
penas y que son ratificadas el 11 de octubre de ese 1445 (3):
(1) Perdón general para todos los delitos cometidos por los
vecinos hasta el momento en el que el príncipe tomó posesión de la villa.
(2) Que no se pida
cuentas a la justicia, alcaldes y regidores de la villa por los grandes gastos
que tuvieron que hacer en el pasado con las rentas del concejo para la guarda
de la villa.
(3) Exención de
tributos durante 20 años para los que vinieran a establecerse en la villa.
(4) Que el príncipe
no obligue a nadie a vivir bajo su señorío.
Hay que reconocer que lo conseguido compensa, con creces, lo
que de verdad suponía pertenecer al Príncipe de Asturias hasta que llegara
a ser rey. Pero como las palabras se las lleva el viento, el Concejo le pide a
D. Enrique que ratifique y ponga por escrito todo lo acordado en el 6 y 11 de
octubre, y así el 14 de noviembre “confirma y jura que cumplirá dos documentos
que se insertan: uno fechado en Cáceres el 6 de octubre de 1445 en virtud del
cual el rey [Juan II] prometió no enajenar nunca a Cáceres de la Corona a pesar
de la concesión de su señorío al príncipe, y otro fechado en Cáceres el 11 de
octubre de 1445 por el que Pedro González de Caraveo, lugarteniente de
corregidor designado por Enrique, juró observar cuatro capítulos presentados
por el Concejo de Cáceres” (4).
Desde ese 6 de octubre de 1445 hasta el 21 de julio de 1454,
en el que es proclamado rey como Enrique IV, Cáceres perteneció a alguien que
no era el monarca, por primera y única vez en su historia. Y como han hecho
casi todos los reyes, éste acató nuestros Fueros, y así “a petición del Concejo
de Cáceres, confirma un documento del rey Juan II, su padre, fechado en
Valladolid el 15 de julio de 1420 que a su vez ratifica a la villa sus
privilegios y el fuero sin fecha otorgado a Cáceres por el rey Alfonso IX de
León” (5). Volviendo de esta manera todo a su sitio y su orden habitual
Lo que afirman historiadores como Francisco Acedo, es que ese
pequeño, despreciado y desgastado escudo que encontramos en Fuente Concejo,
pertenece a esa época en la que Alfonso de Golfín manda hacer la fuente, que
llegaría a ser la más importante de la Villa. Por lo tanto ese “escudito” sería
el escudo real más antiguo de Cáceres y sería el recuerdo material de un
momento histórico importantísimo en el que durante 9 años los cacereños dejamos
que se “traicionara” nuestro Fuero ¿o no?, porque quizá tenía razón Juan II y
al ser D. Enrique el heredero a la corona la traición no era tal… Cada uno que
lo interprete como quiera, pero por lo menos, espero que cuando pasemos por
delante de este pequeño escudo seamos capaces de darle la importancia que tiene
y nos sirva, además, para conocer un poco mejor este episodio de nuestra
historia.
(1) BN, Ms. 430, fol. 288v-291v. Copia del siglo XVIII.
(2) BN, Ms. 430, fol.
286r-297v. Copia del siglo XVIII.
(3) BN, Ms. 430, fol.
297v-300r. Copia del siglo XVIII.
(4) BN, Ms. 430, fol.
286r-301r. Copia del siglo XVIII.
(5) BN, Ms. 430, fol.
319r-322v. Copia del siglo XVIII. Privilegio rodado.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
Documentos sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo. Dirección: Miguel Ángel Ladero Quesada y César Olivera Serrano. Redacción: César Olivera Serrano, Rosa Montero Tejada, Santiago Cantera Montenegro y Rafael Sánchez Saus. Colaboradores: Margarita Cantera Montenegro y Andrea Navarro.
Cáceres. Resumen de Historia Local. Antonio Rubio Rojas.
Historia de Cáceres. Miguel Martín Jiménez Muñana.
Yo tenía entendido que el león y el castillo no aparecen unidos hasta que la reina Isabel la católica los unificó tras la pacificación de 1477.
ResponderEliminarCuando Fernando III, que ya era monarca de Castilla, heredó en el año 1230 el reino de León, quiso simbolizar la unión de los dos reinos reuniendo las armerías castellanas y leonesas en un cuartelado por primera vez en la historia, concediendo a las castellanas el lugar preferente. Desde entonces, hasta los Reyes Católicos, se usó este escudo por todos los monarcas. Un saludo Jesman.
EliminarSolo hubo un cambio entre 1383 y 1390.
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