Ir al contenido principal

SANTA ANA: LA ERMITA DEL CAMPAMENTO MILITAR DE CÁCERES

El pasado 18 de noviembre, en el marco de las Jornadas Europeas de Patrimonio de Extremadura, organizadas por mis queridos y admirados Raquel Preciados y José Antonio Estévez, visitamos, entre otros lugares, la ermita de Santa Ana, situada dentro del CEFOT.


En los alrededores de Cáceres, y especialmente en esta zona, encontramos numerosas ermitas, algunas de las cuales se conservan en muy buen estado, como es el caso de San Benito (tras una profunda rehabilitación), Santa Lucía o Santa Ana. Esta última se ubica en una zona privilegiada y estratégica por su cercanía a una surgencia de agua del Calerizo y por la frondosa vegetación que aún mantiene a su alrededor, algo que se ha perdido en otras áreas en los alrededores de la ciudad. Sobre esta ermita, se decía en “La Crónica de Extremadura: Periódico de intereses morales y materiales” el 7 de agosto de 1880:

"A excepción de los olivares, de las nuevas plantaciones de viñedo, en bien malas condiciones y con peor dirección hechas en las faldas de la Sierra de la Mosca, no ha variado, antes bien, nos parece más desolado y árido su aspecto, especialmente en la estación del estío, en la cual solo la verde cinta de la Ribera, que riegan las aguas del Marco, alegra y refresca la vista, rompiendo la monotonía de los campos abrasados por los rayos solares. En ellos, y a excepción de los que bordean las carreteras, de los que hay en la citada sierra y del manchón de los cerros de Santa Ana, no hay un árbol cuya sombra pueda refugiarse ni personas ni ganado, ni aun matas donde puedan hacerlo los insectos".
 
En el siglo XVIII, Antonio Ponz llamó al sitio “Los Caños de Santa Ana”, asegurando que: “en los años de lluvia, sale por dos rajas de una peña agua suficiente para mover una rueda de molino”.
 
Como ya se ha escrito mucho sobre esta ermita, me limitaré a ofrecer un breve resumen de su historia y remodelaciones, para luego mostrarla a través de las fotografías que pude tomar aquel día.


La ermita fue construida en 1556 por decisión y mecenazgo de don Juan Velázquez de Ávila, con el apoyo económico del pueblo. Se levantó sobre una ermita preexistente que estaba en muy mal estado y de la que no se reaprovechó nada. La obra se encargó al cantero Pedro Gómez por 30.000 maravedíes. Aunque no hay constancia documental, todo apunta a que la sacristía se construyó pocos años después, como veremos más adelante. Ocho años más tarde, en 1564, Francisco de Paredes Golfín fundó la cofradía de Santa Ana, que se unió a la existente en la iglesia de Santa María. En 1611 se realizó la primera gran reforma de la ermita y la sacristía, la cual, como ya hemos mencionado, debió levantarse décadas antes, entre 1556 y ese 1564. En 1764 se rehabilitó el portal y se colocó la siguiente inscripción: 
 
"Rehedificóse este portal y casa siendo maiordomo Benito de los Santos Rubio, a espensas de alguna limosna christiana y a la grande que dio Pedro José Topete y Barco. Año de 1764"


A finales del siglo XVIII, en los alrededores de la ermita se documenta que se enterraban los párvulos de la ciudad. En 1805 desapareció la cofradía y se perdió la pista de los enseres descritos en el inventario de la época. Con el tiempo, la ermita cayó en decadencia y llegó a convertirse en establo, probablemente en lo que fue la casa del ermitaño, porque sabemos que durante décadas se  seguían celebrando romerías en sus inmediaciones siendo Santa Ana considerada como la abogada de los cojos, lo que dio lugar a una coplilla popular: “Todos los cojos van a Santa Ana, yo también voy con mi pata galana”.


El 23 de marzo de 1950, la ermita y los terrenos que la rodean pasaron a ser propiedad del Ministerio de Defensa, convirtiéndose en una capilla castrense y dejando de depender de la iglesia de Santa María. Desde entonces, ha sufrido numerosas reformas, siendo la más importante realizada entre el 17 de junio y el 26 de noviembre de 1996.















Al llegar, destacan los contrafuertes cilíndricos y la arcada que protege la fachada principal del tempo y donde se conservan pinturas murales que algunos autores atribuyen al artista local Juan de Ribera, conocido por las pinturas de la supuesta ermita de San Jorge. Aunque no hay certeza sobre esta autoría, es plausible dado que comparten técnica, temática, fechas y cierta torpeza en las composiciones. Estos frescos, restaurados y en buen estado, incluyen iconografía como la luna nueva, la luna llena, la inscripción Ora Pronobis, Santa Ana y la figura de un ángel.
 
El atrio está formado por dos tipos de arcos: tres rebajados y uno de medio punto, junto al campanario. También hay acceso al atrio por la cara este, donde antes estaba la casa del ermitaño, eliminada en la última gran reforma ya mencionada.








La capilla tiene planta cuadrangular de pequeñas dimensiones, rematada con una cúpula de media naranja resuelta en cuatro mechinales graníticos. Frente a la entrada se encuentra una hornacina hecha en el propio muro que alberga una imagen moderna de Santa Ana, recientemente restaurada. A sus lados hay otras dos pequeñas hornacinas. En el lado este se abre una puerta que conduce a la sacristía, de forma rectangular y un metro más estrecha que la capilla, lo que deforma ligeramente la cúpula en un elipsoide.








Como mencionamos, la ermita se encuentra dentro de las instalaciones del CEFOT y solo puede ser visitada por civiles en ocasiones especiales, tras pasar los lógicos controles de seguridad. En nuestra visita, cabe destacar la amabilidad tanto de los mandos militares que nos acompañaron como del propio capellán. Además, tuvieron el detalle de regalarnos un libro sobre la ermita, editado por el coronel Juan Carlos Fernández Rincón y el subteniente Felipe González Sanguino. Como mucho de vosotros aún no habréis podido conocerla, hoy os la he querido mostrar, Al Detalle.

Comentarios

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Entradas populares de este blog

EL CALLEJÓN DE LOS HUESOS

Cuando uno viaja se encuentra lugares y rincones misteriosos, con leyendas truculentas, fantasmas del pasado, apariciones nocturnas o viejos cementerios que desatan historias muy atractivas para el turismo. Pues aquí en nuestro Cáceres, aunque casi nadie lo conoce, tenemos un callejón cuyos muros están plagados de huesos posiblemente humanos y que pasan inadvertidos a los visitantes. Es cierto que existen por el mundo capillas construidas con huesos, como ocurre con la " Capela dos Ossos " de Évora, no muy lejos de aquí. Hay otras en Austria, en Italia, la República Checa, o en el mismo Cáceres, donde hay una sacristía cuyo suelo está formado por huesos de cordero que ya os enseñaré otro día. Pero en este caso no hablamos de una construcción con huesos, sino que entre los materiales usados para la construcción de un muro aparecen numerosos fragmentos de huesos.  Desde la cuesta de la Compañía, que une la plaza de San Jorge con la de San Mateo, parte un pequeño calle...

LAS TABLAS DE ALBALÁ: UN TESORO MANTENIDO EN EL TIEMPO

La tradición de las Tablas de Albalá, en la provincia de Cáceres, es una de esas joyas culturales que, aunque profundamente enraizadas en la historia, permanecen como un descubrimiento tardío para muchos. Este singular festejo, cuya esencia hunde sus raíces en el siglo XVII, constituye un ejemplo fascinante de cómo las costumbres populares se adaptan y perduran a lo largo de los siglos. Mi interés por esta festividad nació en noviembre de 2020, cuando visité una exposición en el Museo de Cáceres dedicada a las tablas y adquirí el catálogo correspondiente, el cual devoré con entusiasmo. Fue entonces cuando descubrí el admirable trabajo de investigación y difusión realizado por José Vidal Lucía Egido, un auténtico referente en la materia y una de esas pocas personas a las que admiro. Más tarde, una compañera de trabajo, de Albalá, me animó a asistir. Finalmente, el pasado 26 de diciembre de 2024, saldé mi deuda personal y disfruté de esta fiesta única en un día radiante de sol. Según las...

UN AMULETO ISLÁMICO POR LAS CALLES DE CÁCERES: LA MANO DE FÁTIMA

A todos nos es familiar la imagen de un llamador con forma de mano en casas más o menos antiguas, e incluso en las modernas, pero quizá no seamos consciente del origen y evolución de este símbolo y todo el significado que encierra. Hoy os quiero enseñar, Al Detalle, este curioso elemento que salpica toda nuestra ciudad y que encierra un gran significado profundo y simbólico. Esas aldabas con forma de mano son una evolución de otro símbolo que aún pervive, y que por estas cosas de la globalización, es cada vez más común: La Mano de Fátima. Este icono es la representación de una mano abierta con los dedos juntos y colocada de forma plana. Y aunque a nosotros nos llega como herencia islámica, la imagen y simbolismo de la mano puede encontrarse en el propio origen de la humanidad, no olvidemos las pinturas de manos con dedos “amputados” que en nuestra cueva de Maltravieso representan las pinturas rupestres más antiguas del mundo con una edad de, al menos, 66700 años. Pero también ...