En estos últimos meses os he ido mostrando un buen número de
molinos, sobre todo, complejos molinares de presa como el de La Generala (S.
XVIII) o el de la Charca del Lancho (S. XIV y reformado en el S. XVIII). Si nos
fijamos en los mapas históricos de los alrededores de nuestra ciudad, más allá
del polígono ganadero, en un “recodo” del Guadiloba se atisban unos restos con
la leyenda “Fábrica de harinas (ruinas)” (MTN 1ª Edición). Al visitar sus
esqueléticos muros comprendes que aquello es mucho más que un molino o un
complejo molinar, que aquello es un escalón más allá en la molturación del
cereal y que es fruto de la revolución industrial. Por eso, antes de visitar
estas preciosas ruinas, hagamos un breve repaso por la historia de la molienda
del grano y la obtención de sémolas y harinas.
Desde la prehistoria ha sido fundamental la manipulación del
cereal para la alimentación humana. Mientras que en Europa predominó el trigo y
la cebada, quien lo hizo en Asia fue el arroz. Las harinas hechas con estos
granos fueron la base nutricional desde los inicios del Neolítico en un proceso
ascendente en el paso de sociedades cazadoras-recolectoras a las dedicadas a la
agricultura y el ganado. La manera de moler era muy rudimentaria y se basaba en
métodos de fricción y/o percusión.
La cocción de las harinas mezcladas con agua fue muy común
durante milenios, siendo los griegos los primeros que “revolucionan” el arte de
hacer pan. Fueron los que mejor mezclaban las harinas de distintos tipos e
incluso las mezclaban con fruta. En Roma, en un comienzo, el pan se consumía
menos que las gachas, aunque a medida que el Imperio se fue expandiendo,
también lo hizo el uso del pan y su perfeccionamiento. Son los romanos los que
introducen los “molinos de sangre” en los que una gran piedra móvil rozaba con otra
inmóvil gracias a la fuerza suministrada por animales o esclavos. El origen de
la fuerza motriz se fue diversificando y así aparecieron los molinos de viento,
las aceñas y los molinos hidráulicos. Todos ellos se popularizaron y extendieron
ya que, hasta la Edad Media, la alimentación estaba basada en los derivados de
los cereales como el trigo, la cebada o el centeno, consumidos en forma de
papillas, gachas, migas, tortas o pan. También era muy frecuente la sopa de pan
en la que el pan duro se empapaba en un caldo que se había enriquecido con
alguna grasa animal, normalmente de cerdo.
Durante la Edad Moderna aumenta el consumo de proteína de
origen animal en las clases mas pudientes, mientras que los cereales siguen
siendo la base de la dieta del resto de la población. La verdadera revolución
en la gastronomía comienza en el siglo XVIII con la introducción de los
productos llegados de América, aunque el pan sigue siendo de consumo diario.
Aunque los molinos se fueron perfeccionado y haciendo más
eficaces, su fundamento básico no varió durante siglos hasta la verdadera
transformación industrial harinera que se produce a mediados del siglo XIX,
dando el salto definitivo en la década de 1880. Ese gran paso no se produce
solo en el proceso de molturación, sino que también en el de cernido. La
primera fábrica de harina moderna se abrió en Budapest en 1842, aunque la
novedad de los grandes cernedores planos no llega hasta el último cuarto del
XIX.
Respecto a la molturación, la gran novedad de las modernas
fábricas de harina reside en que se abandonan las piedras de moler por
cilindros por lo que pasaba el grano. Se usaban cilindros estriados para la
trituración, acanalados para separar las cáscaras y lisos para la compresión y
así obtener harinas muy finas.
En España la implantación de los motores de vapor para estas
fábricas no tuvo mucho éxito y en la del Guadiloba lo que tendríamos sería una
turbina del tipo FRANCIS o PELTON en las que la fuerza del agua era la que
producía el movimiento que se transmitía a un eje horizontal y mediante el uso
de grandes correas de cuero que salían de ella, se transmitía el movimiento al
resto de la maquinaria.
El procesamiento industrial de la harina seguía una serie de
complejos pasos:
- LIMPIEZA: usando cribas, aspiración y pulverizadores se limpiaba el grano de impurezas.
- ACONDICIONAMIENTO: se humedecía el trigo durante 24 horas y se eliminaba el pericarpo del grano.
- MOLIENDA: como ya hemos explicado, se usaban rodillos estriados, acanalados o lisos en los procesos de trituración, disgregación y compresión. La trituración podría repetirse entre 4 y 8 veces antes de continuar con el siguiente paso.
- CERNIDO: tras la molienda se obtiene una mezcla de harina, salvado y sémola que los cernidores irán separando en un proceso secuencial de tamizado.
- ENVASADO Y ALMACENAMIENTO: la harina es un producto que fermenta con mucha facilidad, al igual que es propenso a ser contaminado por hongos. Para evitarlo se almacenaban en sacos de papel en lugares frescos, aireados y secos.
Para poder conseguir todos estos complejos pasos, las
fábricas de harinas se construían de manera muy diferente a como se hacían los
molinos. Para empezar, este procesamiento industrial necesitaba de edificios de
varias alturas con los suelos de madera, lo que permitía abrir los orificios
necesarios para alojar las conducciones para las correas, los cernidores… En
muchas ocasiones, como ocurre en el caso de la fábrica del Guadiloba, además
existían almacenes aledaños e incluso una zona de viviendas para los
trabajadores.
Esta vieja fábrica cacereña debió de construirse a finales
del XIX. Encontramos una referencia a ella en el Boletín Oficial de la
Provincia (Nº117) del 22 de enero de 1895 referente al pago de impuestos:
“Sociedad Protectora.- Fábrica de Harina, río Guadilobar.-
Débito por principal, recargos y costas 14,26 pesetas. Valoración deducidas
cargas, 3000 pesetas”
Fábrica de Harina junto al Puente San Francisco. Foto tomada de la página Cáceres en el pasado
Debió de estar en funcionamiento hasta los primeros años del
siglo XX, cuando perdería, seguramente, la batalla frente a fábricas como la
que se levantó junto al Puente San Francisco en 1903 por Hermenegildo García y
que, por cierto, acabó con los restos de la ermita del Humilladero… pero de eso
hablaremos otro día. La fábrica del San Francisco, además de incluir motores
eléctricos, ganaba en cuanto a las comunicaciones y accesos. En la cartografía
histórica: MTM (1ª edición), catastrones y planimetría histórica que nos ofrece
el SIG Cáceres, ya aparece como que la fábrica está en ruinas.
Catastrones
Planimetría histórica
Evidentemente para que ahí hubiera una fábrica de tal
tamaño, debía tener un buen acceso para la entrada y salida de los productos.
Si miramos al actual catálogo de caminos públicos, no hay ninguno que no lleve
a los restos de esta industria. ¿Nunca los hubo? ¿Qué ha pasado con ellos? Para
hacernos una idea de lo que ha pasado nos tenemos que remitir a las actas del
pleno ordinario del 21 de octubre de 2010 del Ayto. de Cáceres, en cuyo orden
del día encontramos el siguiente punto:
“Expediente de recuperación de la posesión del camino
público de Cáceres a la antigua fábrica de harina del río Guadiloba”
Por una denuncia previa, se estudia el estado de los caminos
que van a la fábrica desde el Casar de Cáceres y desde nuestra propia ciudad,
porque se han encontrado varios cerramientos con alambres de espino, e incluso
el camino que parte desde el cordel del Casar en el polígono Ganadero ha sido
cerrado con una cancela en sus inicios. En dicho pleno se establece el inicio
de los trámites para que estos cerramientos desaparezcan y advierten que, por
el poco uso, una buena parte del camino está desapareciendo. Diez años después
sigue existiendo una cancela y hay que seguir saltando alambres de espinos para
llegar a la fábrica de harinas de Cáceres y es verdad, una buena parte del
camino está prácticamente borrado, lo que hace del camino un paseo no del todo
agradable, aunque mereció la pena para poderos enseñar este vestigio de nuestro
pasado, Al Detalle.
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